<
>

Taylor: la imagen del antihéroe

Sé perfectamente que a la ex estrella de los Gigantes de Nueva York, Lawrence Taylor, todavía no se le ha juzgado, y que podría no ser castigado por la ley. A Taylor se le acusa de violación de una menor de edad. Pero conociendo su historial con narcóticos, infidelidad y alcoholismo entre otras cosas, para mí ya es culpable.

Ha sido un individuo que no ha sabido dirigirse en la vida con buen juicio y que está acostumbrado a hacer lo que quiera.
Lamentablemente su comportamiento, así como los de otros deportistas como Tiger Woods o Ben Roethlisberger, me hacen recordar que quienes piensan que los deportistas son auténticos ídolos, están muy equivocados.

Con esto no quiero decir que no existan atletas que nos sirvan de modelos del buen individuo. Pero los verdaderos ídolos muestran su clase y categoría dentro y fuera de su ámbito. Admírenlos como jugadores, pero nada mas la televisión no educa, su principal función es entretener. Lo mismo pasa con los deportistas y celebridades, están para deleitarnos la pupila. Los ídolos, rara vez se encontrarán en la caja mágica. De que hay famosos ejemplares, sí los hay, pero hay que saber buscar.

Entiendo que la función del Salón de la Fama del Futbol Americano Profesional es elegir a los mejores jugadores por lo que hicieron meramente en los emparrillados, pero siento que la NFL debería de ir más allá y, en el caso de individuos como Lawrence Taylor, que a pesar de haber sido brillantísimos como jugadores, han dejado mucho que desear, deberían de eliminar su nombre del recinto de los inmortales.

Taylor ha tenido más de una oportunidad para componer su vida, en su misma carrera como apoyador de los Gigantes de Nueva York fue suspendido por dar positivo en los exámenes antidopaje y en el más reciente problema con la ley comprobó su poca calidad como ser humano. La niña con la que supuestamente tuvo relaciones sexuales mostraba en su rostro señas de que había sido golpeada. Taylor nunca se detuvo a pensar primero que podía ser una menor de edad, que ya era suficiente para detener sus instintos carnales, sino que tampoco se puso a pensar que la niña estaba siendo sometida y forzada a tener relaciones.