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Héroes por siempre

La clase del 2010 que ingresa al Salón de la Fama del Fútbol Americano Profesional es una muy especial. En ella están Emmitt Smith y Jerry Rice, considerados por muchos como los mejores en sus posiciones.

Los números en el caso de ambos los colocan como los líderes, pero en ambos casos las estadísticas se quedan cortas para describir lo que hicieron en los emparrillados.

Tanto el número 22 como el 80 no impresionaban a los scouts por algo que hicieran de manera extraordinaria. No eran ni los más rápidos, ni los más fuertes, simple y llanamente eran los que más trabajaban, eran dedicados a su trabajo y nunca se durmieron en sus laureles.

La carrera de Emmitt Smith se puede resumir en tan sólo un juego. Éste se dio en diciembre de 1993, en el estadio de los Gigantes de Nueva York. Dallas necesitaba ganar el partido para asegurar la localía durante toda la postemporada. En una de las primeras acciones del partido, el defensivo Roy Jackson azotó de tal manera a Smith en el gélido pasto neoyorkino, que le separó el hombro.

Emmitt se tardó en levantarse porque sabía de la gravedad de la lesión, pero también sabía que no podía dejar a sus compañeros solos. Pese a la separación de hombro, el 22 terminó el encuentro con 42 acarreos y además se atrevió a atrapar 10 pases para acumular 229 yardas totales. Los Vaqueros de Dallas ganaron el partido, aseguraron el 1er puesto de la NFC, y a la postre se coronarían campeones de la NFL.

De Jerry Rice no recuerdo un partido en particular, por culpa de su enorme consistencia, que es su mayor atributo. Nos acostumbró a verlo domingo tras domingo por casi dos décadas que no había otro como él. Nadie corría mejor una ruta, nunca soltó un pase, siempre en los momentos importantes estaba desmarcado y lograba el primero y diez. Posee literalmente todas las marcas habidas y por haber para un receptor, y nunca alardeó de una sola.

Como dije en los primeros párrafos, no era el más rápido, pero si era veloz, y sobre todo sabía qué hacer con el balón en sus manos, tenía el talento para agrandar una simple jugada de 5 ó 6 yardas y convertirla en una anotación de 20 o más. También dije que no era el más fuerte, pero recuerdo el Súper Tazón XXIV contra los Broncos de Denver, en una recepción quedó expuesto en la zona de linebackers y recibió un golpe tremendo, que bien lo pudo haber partido en dos pedazos, pero fiel a su convicción, Rice absorbió el impacto, se tambaleó un poco y siguió corriendo para anotar. Así era Jerry Rice, sabía transformar lo ordinario en extraordinario.

Russ Grimm primero se hizo notar de entre los linieros, pero además lo hizo de entre una de las mejores líneas ofensivas de todos los tiempos. Los Cerdos marcaron toda una época en la NFL: T Joe Jacoby, T George Starke, G Russ Grimm, G Mark May, C Jeff Bostic fueron los originarios, y poco después aceptaron a las alas cerradas Don Warren y Rick Walker.

Grimm como guardia de los Pieles Rojas de Washington enfrentó por varios años por lo menos dos veces a Reggie White, cuando este militó con las Águilas de Filadelfia, y pocas veces el ministro de la defensa pudo superar al ahora entrenador de Arizona.

Grimm era tan valioso en el juego terrestre como en la protección al mariscal de campo. Los equipos de Joe Gibbs y sobretodo con Joe Bugel --entrenador de la línea ofensiva-- gustaban de utiliza mucho jugadas de trampa, en donde los guardias salen a bloquear en campo abierto. Grimm sabía manejar perfectamente su enorme tamaño.

Rickey Jackson a su vez desde novato mostró que venía a enseñar y no a aprender en la NFL --David Faitelson no lo entendería--, al comandar a la defensiva de los Santos en capturas y en tacleadas, ese mismo año logró su primero de seis viajes al Tazón de los Profesionales Fue el líder de uno de los cuartetos de apoyadores más impactantes que ha tenido el fútbol americano: junto con Sam Mills, Vaungh Johnson y Pat Swilling, formaban de Dome Patrol. Fueron tan brillantes los cuatro que en 1992 se convirtieron en la primera unidad completa de linebackers de un mismo equipo en hacer el viaje al Pro Bowl.

Jackson ayudó a transformar la cultura perdedora de Nueva Orleans: en sus siete últimas temporadas, los Santos siempre acabaron por encima del .500 de porcentaje.

Dick LeBeau es de los pocos personajes en la NFL que puede ingresar al Recinto de los Inmortales como jugador y como entrenador. Su llegada por ahora a Canton se debe a su accionar como esquinero. Su inicio fue incierto, porque fue cortado por los Browns de Cleveland en 1957. Detroit lo tomó ese mismo año, los últimos seis juegos de esa temporada fue el titular y no se perdió un partido más sino hasta 1971.

Sus números dicen mucho: las 62 intercepciones son la 3era mejor marca de la historia para un esquinero. Quienes lo vieron jugar, y sobretodo sus rivales, cuentan que era brutal como golpeador.

Como lo mencioné, el maestro LeBeau también debe ingresar como entrenador, sus defensivas siempre han estado entre las mejores, fue el inventor de la carga por zonas, en donde los linieros defensivos pueden cubrir pase y los apoyadores atacan al QB. En total, LeBeau lleva 52 años rondando los emparrillados de la NFL.

Como lo dijo y muy bien Joe Montana cuando ingresó al Salón de la Fama: cuando ingresas a este equipo es para toda la vida y es el mejor de todos. Serán héroes por siempre.