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Nishikori, su nombre y los nombres

Apenas 20 años para un joven que intenta renacer Getty Images

BUENOS AIRES -- Kei, ese nombre japonés que porta Nishikori, quiere decir Respetuoso. En su idioma de origen, este niño que ya cuenta con 20 años, que lleva un tiempo transitando el imaginario colectivo de los fanáticos del tenis y que un par de temporadas atrás había logrado su primer impacto grande en el US Open, ha vuelto a hacer del Nueva York su gran escenario. Y lo logró, paradójicamente, faltándole el respeto a un gran nombre.

Nishikori le ganó a Marin Cilic, croata, 11º preclasificado en el torneo, número 13 del mundo. Lo hizo tras casi cinco horas de calor agobiante y con cierta autoridad sobre el final, cuando cerró por 6-1 un quinto set. Nada mal para un hombre que ni siquiera encabeza el ránking de su país (ocupa el puesto 147 del listado mundial y es la segunda raqueta japonesa detrás de Go Saeda).

Ya a nivel de juveniles, el magro Kei había tenido cierto impacto: junto con el argentino Emiliano Massa, se coronó en el dobles de Roland Garros Junior en 2006.

En 2008, año en el que fue elegido como revelación de la temporada por la ATP, había vencido al español David Ferrer, por entonces cuarto favorito, para meterse en los octavos de final de este mismo Grand Slam. Lo bajó en esa instancia Juan Martín del Potro, que ganaría el título al año siguiente. Durante esa temporada, Nishikori también obtuvo su primer título, tras superar la clasificación y vencer a un tal James Blake en la final. Además alcanzó octavos en Queens (perdió con Nadal) y en Tokyo (cayó con Gasquet), y semifinales en estocolmo (cedió ante Soderling).

Muchos nombres conocidos. Cerró el año como el top 100 más joven del circuito. Fue el primer japonés en ganar un título ATP en 16 años y el primero de su nacionalidad en alcanzar una ronda tan avanzada del US Open en 71 años. Llegó a tocar el 56 del ránking. Recordemos: tenía, en ese momento, 18 años. Ya se había forjado su reputación de maquinita, de corredor incansable y de buen jugador: un tenista serio, con buena derecha. Una promesa.

Por supuesto, su posición actual cuenta con bastante de engaño. El año pasado sufrió una lesión en el codo que lo mantuvo fuera de las canchas desde marzo. Es difícil volver, y él tuvo que regresar desde los Challengers. No lo hizo mal: a principios de temporada ganó dos títulos en ese nivel, algo que habla a las claras de que los torneos le quedaban chicos en cuanto a jerarquía. Pero pudo tener algún impacto mayor, y se lo impidieron otros nombres.

Por ejemplo, en segunda ronda de Roland Garros, su vuelta a los Grand Slams, le tocó Djokovic. ¿En primera de Wimbledon? Nadal. Duro.

Es extraño verlo jugar hoy, verlo moverse. Usa, por ejemplo, la gorra hacia atrás, casi caída, como colgándole de la frente. Camina con la prepotencia de los que se saben buenos y, tenísticamente, entrega gotas de muchísima clase. Tira drop shots en momentos clave, de a ratos pega el revés en salto para ser agresivo y cuenta con una movilidad envidiable. Físicamente es lo que se espera de un adolescente: puro movimiento, puro vértigo. Cero cansancio. Por supuesto, aún le queda mucho por madurar.

Ahora, el respetuoso Respetuoso llega al US Open con una racha notable de victorias. Se impuso en el Challenger de Binghamton y pasó los tres duelos de la qualy en Nueva York. Si contamos los dos partidos que ya ganó en este torneo, acumula 10 triunfos en fila.

En la próxima ronda, Nishikori deberá enfrentar a un español, Albert Montañés. Casualidades, como siempre, desde los nombres. En el primer juego tras ganar su único título, ante Blake, Montañés lo eliminó de la primera ronda del Masters Series de Miami.

Veremos si se puede tomar una revancha diferida. Por lo pronto, el muchachito que se mudó a norteamérica a los 13 años -sin saber inglés- para perfeccionar su talento, está brillando otra vez. Lo hace en su suelo y en su superficie. En el cemento donde vive y donde sabe vivir. Aunque él diga que también le conviene el polvo de ladrillo, parece claro que su juego tiene un molde que le sienta perfecto. Es ese lugar que lo vio armarse como sorpresa y que hoy lo ve resurgir como joven y naciente reconfirmación. Las duras canchas de Estados Unidos.