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Esclavo de sus palabras

Ozzie Guillén pidió disculpas por sus dichos Scott Rovak/US Presswire

Ozzie Guillén a ratos me recuerda a Diego Maradona. No importa las estupideces que diga, ni a quien hiera con eso. Las suelta y ya, para luego hacer el ridículo de pedir disculpas.

En un ambiente tan polarizado políticamente como Miami profesó públicamente su admiración por Fidel Castro, algo a difícilmente la influyente comunidad cubana le deje pasar.

Es como ir al Vaticano y declararse admirador del Diablo o ir a Israel y cantar loas a Adolfo Hitler.

Su nombramiento al frente de los Marlins había despertado dudas en cierto sector de la fanaticada local y no precisamente por su capacidad para dirigir al equipo, sino por razones políticas.

Ya lo dije antes: Miami es desde hace 53 años un sitio en extremo marcado por las ideologías, lo cual se ha acentuado en la última década con la llegada de miles de venezolanos que huyen de Hugo Chávez, discípulo de Castro.

Pero apenas puso un pie en Miami, Guillén declaró abiertamente su oposición al gobernante venezolano, para acallar las dudas sobre su integridad política.

Pero apenas unos meses después, se baja con que es fidelista. ¿Cómo puede odiar a Chávez y admirar a Castro?
¿Acaso no se enteró que el cubano es el mentor ideológico del venezolano y que su país va por el mismo camino a la ruina que Cuba?

Yo me declaro admirador de Guillén como manager de béisbol, porque aparte de que me parece un tipo con la capacidad suficiente para sacar lo mejor de cada pelotero, comparto su estilo de vieja escuela, donde no cuentan los nombres, sino los hombres.

Como mismo admiré en su momento al Maradona futbolista, que deslumbraba a todos con sus extraordinarias jugadas, Mano de Dios incluida, que por años no tuvo comparación hasta ahora, con la llegada a las canchas de Lionel Messi.

Pero el Ozzie Guillén que padece de incontinencia verbal, que habla por hablar, por el simple placer de crear polémica con ausencia total de sentido común, me parece, cuando menos, un tipo inmaduro, una suerte de Peter Pan que se niega a ser adulto.

"Dejad que ladren los perros, señal de que cabalgamos". La cita quijotesca no encaja bien esta vez. No se trata de "que hablen bien o mal, lo que importa es que hablen".

Dice un refrán que uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras.

Guillén se fue con una pelota mala y le hizo swing, quizás pensando que alguien le reiría su payasada. El día que queramos ver payasos, vamos al circo, no al estadio de pelota.