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El festejo de Totó

GDANSK -- Voy a ser sincero y les voy a decir que me fui desde el PGE Arena de Gdansk enfadado. Ojo, no hay que equivocarse: no se trató de un enojo totalmente negativo.

Hay que pensar que salir malhumorado tras un empate ante España es una cosa buena, porque quiere decir que se jugó bien y que se podía más, lo que subraya la gran labor del equipo azzurro.

En ese sentido, en efecto, si bien me quedé mal porque en un momento pensé que Italia iba a ganar el partido, estuve sin dudas satisfecho por la performance de la Nazionale, que les jugó cara a cara y de igual a igual a los campeones defensores, no les tuvo miedo y fue ella la que tuvo la iniciativa del partido, en lo bueno y en lo malo.

El 1 a 1, al final, me dio también la satisfacción de la gran lección que se llevaron los hinchas españoles, quienes por todo el día se preguntaban "adonde estaban los italianos" (refiriéndose a la presencia en menor número de los hinchas azzurri), para aprender al final que los únicos italianos que realmente contaban eran los once que en la cancha les sacaron la sonrisa y, en un momento, les hicieron saborear el amargo sabor la derrota.

Pero ese enfado que me llevé tiene también una nota negativa y toda es culpa del festejo de Di Natale. No el del gol, claramente. Ese festejo me tuvo a mi en primera línea, tanto que en la tribuna de prensa deben haber pensado por un momento que se había infiltrado algún hincha totalmente enloquecido. En cambio se trataba de un colega...

Hablo del festejo del final, cuando el referí silbó tres veces para indicar que el partido había terminado. En ese momento, mientras preparaba mis cosas para irme a la sala de prensa, lo vi a Di Natale levantar las manos al cielo y festejar.

La cosa, sinceramente, me molestó mucho. Entiendo su alegría por haberle anotado a la España con la remera de Italia. Yo en su lugar no hubiese más estado en mi piel de la felicidad.

Lo que no entiendo es que se pueda festejar por un 1 a 1. No se trata de un empate a la última jornada de un campeonato que nos permite coronarnos campeones. Hablamos de una igualdad en el primer partido de una Eurocopa, que de una manera o de otra obliga a Italia a salir a ganar el próximo partido. Además, el partido, con un poco más de atención y determinación, se pudo haber ganado.

Lo que más me molesta es que se pueda llegar a considerar un empate contra España como una victoria. Claro, este 1 a 1 conformó más la Azzura que la Roja, por los momentos específicos y todo el contexto, pero Italia es una de las más exitosas selecciones de toda la historia del fútbol y no se puede permitir un festejo por un empate, ni siquiera contra los campeones del mundo en un momento de dificultad.

Yo soy muy estricto en esas cosas. Repito: lo entiendo a Di Natale, por su satisfacción personal, y no le hago una culpa de ese festejo. Sólo temo que sus manos al cielo no representen únicamente su agradecimiento por haber anotado y por no haber perdido, pero que en realidad nos indiquen que el plantel no tiene bien claro el peso y la importancia de la remera que viste.

No creo ser el único en verla de esta manera y, al revés, los 38 mil y pico hinchas que salieron junto a mi desde la cancha parecían pensarla todos como yo, porque no hubo ninguno que festejara por el empate. Ni entre los españoles, en fuerte mayoría en las tribunas, ni mucho menos entre los italianos.
Hoy ya estoy de viaje hacia Krakow, en uno de los viejos y lentos pero "incansables" trenes polacos, gozando de los campos verdes y los bosques frondosos que adornan el paisaje más allá de la ventanilla.

En los días siguientes intentaré entender, a través de las conferencias de prensa y los entrenamientos, que podría significar exactamente ese festejo de Di Natale. Espero sólo que el equipo tenga conciencia de lo que representa y, sobre todo ahora, tras este buen partido, que haya reencontrado la fe en sí mismo para poder llegar hasta el fondo y darnos una satisfacción europea, que tanto se extraña en la península itálica.