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Kiev

EFE

KIEV -- Llegué en Kiev y por primera vez en mi vida pisé suelo ucraniano. Tengo que decirles que esta ciudad me fascina.

No muchos saben que Kiev es la cuna de la cultura rusa: en efecto, fue aquí que nació la terminología "Rusia", cuando en el noveno siglo esta ciudad era la capital del estado Rus'de Kiev, que comprendía algunos territorios de las actuales Ucrania, Bielorrusia y Rusia. Me sorprendió saber que ni siquiera acá son muchos los que lo saben...

Toda su historia se puede ver en los monumentos que adornan la ciudad, pero especialmente se intuye en el desarrollo de la ciudad misma: en como crecieron los barrios alrededor del río, por ejemplo, considerando su importancia como puerto fluvial antes y durante el medioevo, especialmente, pero no solamente, o como fueron naciendo universidades en todos las zonas mejores.

Su semejanza a Moscú es impresionante, tanto en las amplias calles y en la arquitectura de tipo soviético cuanto, sobre todo, en la gente. Los ucranianos son totalmente diferentes de los polacos y adonde en Varsovia encontré limpieza, orden y demasiada tranquilidad aquí me choqué con el lío, los cigarrillos por el piso y mucha más "actitud" en las personas. En lo bueno y en lo malo.

Encontrar mi hotel fue una misión realmente complicada. Al final, descubrí que estaba adentro de una universidad y si no me hubiesen ayudado, nunca lo hubiese encontrado. Llegar a la cancha, en cambio, no fue un problema: los ucranianos, como los rusos (y por suerte estuve en Moscú), tienen la costumbre de cumplir con los autos privados la función de los taxis. No que sean taxis en el verdadero sentido de la palabra, pero suelen dar pasajes y la gente suele pagar algo por ello.

Parar a un total extraño por la calle y ofrecerle una cifra para que te acompañe en algún lado es una cosa rarísima; pienso que sólo acá y en Rusia puede pasar. Así, por un precio realmente regalado, encontré un muchacho de la facultad que me llevó hasta el estadio.
Me sorprendió encontrarlo prácticamente en el centro de la ciudad. Es realmente hermoso y muy grande. Lamentablemente, hallar el acceso para la prensa fue aún más difícil que ubicar mi hotel. Pero al final, logré hacer también eso.

Ya sólo ver ésta ciudad y meterme en el clima de éste país valía la pena del viaje. Por suerte, también el partido entre Suecia e Inglaterra fue realmente entretenido. Sin dudas cayó muy bien esta tapa de mi "Euroexperiencia".

En la cancha me impresionó la gran cantidad de hinchas suecos, pero la verdad es que desde la mañana había entendido que iban a ser muchos, porque mi avión estaba colorado de azul y oro, así como el aeropuerto y las calles de la ciudad.

Me pareció muy raro, sin embargo, ver poquísimas remeras de Ibrahimovic. La mayor parte llevaban el nombre de algún grande campeón sueco de los viejos tiempos, como por ejemplo Larsson, Nilsson o Nordqvist, pero también actuales como Svensson. Sin embargo, si bien claramente vi alguna, no fueron muchas las de Zlatan.

En la cancha me vi todo el partido entre dos colegas suecos (¡uno me dio un gran abrazo cuando gritamos el gol del momentáneo 2-1!) y aproveché para pedirles el por qué de tan pocas remeras de Ibra. Me dijeron que debía ser una coincidencia, porque todos lo aman. Sin embargo, saliendo desde la cancha, para ir al centro de prensa, tuve que pasar por la misma salida de los hinchas suecos: eran miles, y les puedo asegurar que logré leer Ibrahimovic apenas tres veces.

De todas maneras, capítulo remera a parte, el match estuvo muy bueno, especialmente el segundo tiempo. Suecia pudo y mereció ganarlo, pero otra vez más demostró que no está a la altura de la Euro, en cuanto a carácter y costumbre del plantel a los grandes partidos. Una lástima, porque los azul y oro jugaron un buen fútbol.

Por el otro lado, si bien no me gusta para nada como juega -más bien como no juega- el conjunto de Hodgson, tengo que admitir que es positivo que los ingleses pasen el turno. El hecho es que, como subrayaba también en la nota de ayer por la noche, cuando los "hooligans" no se ponen violentos y se ocupan sólo de suportar al equipo, son realmente fantásticos y valen solos el precio del boleto.

Esta mañana estoy de viaje nuevamente hacia Cracovia, para seguir a la Azzurra, pero ya regresaré a Kiev y me gozaré esta ciudad con más calma. Porque realmente merece una atención especial. Ya les contaré cuando le dedique alguna hora al turismo. Por ahora, sigo con lo mío. Sigo con el fútbol.