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Valijas llenas

AP

KIEV (Enviado especial) -- En este momento, a las 7:30 hora local, estoy en el aeropuerto Borispol de Kiev y, si bien la Eurocopa terminó ya el primero de julio, mi último día oficial aquí es hoy.

El destino, que como todos ustedes saben a menudo es cruel y muy irónico, me regaló un desayuno junto a cuatro españoles. Yo, de manera algo cobarde, simulé no hablar ni una palabra de español, para evitar discursos y charlas indeseadas.

Césare Prandelli, en ocasión de la conferencia de prensa después de la final, nos confesó que, en el futuro, mirará sin dudas todo lo positivo que la Azzurra obtuvo en esta Euro 2012, pero que, por el momento, delante de los ojos tenía sólo la amargura por una final jugada mal y perdida aún peor.

Lo consideré un análisis inteligente y más profundo de lo que pueda parecer, especialmente porque en ese momento tenía aún las orejas llenas de las palabras de los "buitres italianos", ya listos para devorar el cadáver de la Nazionale (subrayando los méritos del técnico por llevar tan arriba a un equipo según ellos "mediocre" y "sin nivel"), al mismo tiempo en el que glorificaban a un equipo que hasta el día anterior habían tachado como aburrido y sin estado físico.

Regresando a las palabras del entrenador del seleccionado italiano, decidí no escribir nada ayer, para no verme demasiado condicionado por la desilusión de la pesada derrota. Una caída que me pareció realmente injusta, porque por cómo la Azzurra jugó en Polonia y Ucrania, a pesar de algún tropezón por inexperiencia (como el empate ante Croacia, tras un partido brillante), no merecía terminar así.

Ese partido me golpeó realmente y llamó a mi mente una de las desilusiones más grandes de mi vida como hincha, cuando con aún muy joven me quedaba despierto hasta la noche muy tarde para ver en directa todos los partidos de Pete Sampras, en los "U.S. Open" del 2000 y del 2001. En ambos casos, mi ídolo del tenis protagonizó dos torneos extraordinarios, siendo sin duda alguna el jugador más espectacular y más amado, pero terminó las dos veces derrotado de manera contundente en la final, primero ante Marat Safín y luego contra Lleyton Hewitt.

Recuerdo aún como me pareció injusto el deporte en aquellos años, la misma sensación que probé la otra noche en el Estadio Olímpico de Kiev, cuando vi salir derrotada a Italia nada menos que por 4 a 0, con un castigo demasiado severo.

Así, me di 24 horas más para escribir mi último blog ucraniano. Debo admitir que el consejo de Prandelli me fue muy útil, porque ya hoy empiezo a ver las cosas de manera un poco más positiva. Claro que aún me pesa la caída y la forma en la que llegó, claramente. Si aún recuerdo las derrotas de Sampras, difícilmente podré olvidarme de ésta.

Pero hoy es más fácil mirar hacia el lado positivo. No hablo sólo de la trayectoria de mi seleccionado (más bien, uno de mis dos seleccionados), sino también de lo que fue para mi éste viaje. En esos noventa minutos sentí sobre las espaldas, de golpe, todo el peso y la fatiga de estar un larguísimo mes lejos de casa, a menudo solo, viajando constantemente (algunos de esos viajes, como ya les conté, fueron muy duros) y con mucho trabajo por hacer.
Pero ahora me es más fácil recordar que estuve muy agradecido con el cielo por haber podido "acompañar" a Italia hasta la final, justo en la que fue mi primera cobertura de una Euro para ESPNdeportes.com.

Ya fue un honor y una suerte poder participar, imagínense lo que significó para mi ver a la Azzurra superar turno tras turno y llegar hasta el fondo. No que no le tuviera fe al equipo: al revés, los que me siguieron desde el comienzo saben que yo siempre creí en este cuadro y que aún lo considero un gran conjunto. Pero en el fútbol alcanza una mala noche para quedarse afuera y nunca es fácil alcanzar la final. Así, fue sin dudas una gran suerte verla a Italia en Kiev el primero de julio.

Más allá del aspecto exquisitamente futbolístico de la cuestión, apagado un poquito el fuego de la desilusión, hoy miro con grande orgullo y con gratitud mis maletas, llenas de recuerdos de un viaje maravilloso. Tanto las maletas verdaderas, físicas, como esas maletas "invisibles" que uno siempre lleva consigo mismo por todos lados, cargándolas cada vez más de recuerdos, experiencias y emociones de todo tipo.

Profesional y humanamente esta experiencia me permitió crecer enormemente, como cada viaje y cada aventura hechas con pasión y amor. Las personas que conocí, los lugares que vi, las situaciones que viví harán siempre parte de mi y afortunadamente me llevo muy pocos recuerdos feos, a frente de una gran cantidad de emociones fantásticas.

Cada bufanda, cada remera, todas las fotos y todas las otras cositas que llenan mis valijas llevan consigo un recuerdo, un perfume, una canción, una sonrisa o una alegría. Una lleva también un par de lágrimas (la bufanda de la final España-Italia), pero son lágrimas agridulces: tristeza por perder y alegría por estar.

Y realmente no puedo que agradecerles enormemente a todos ustedes. Ettore Petrolini, un grande dramaturgo italiano, decía que un actor no es nada sin su público, porque él vive únicamente de la emoción que le regala compartir, contar historias y, alguna vez, del aplauso que le regala su platea. Bueno, para un escritor las cosas no son muy diferentes, especialmente en el caso de un blog.

Sin ustedes del otro lado de la pantalla que (espero) se emocionaron, rieron y quizás hasta se enojaron por lo que les contaba, mis historias no hubiesen tenido sentido. Además, desde el primer día sentí la compañía de todos ustedes y de esa manera nunca me sentí sólo. Así que gracias por estar.
Espero realmente poder "viajar" con todos ustedes nuevamente. Veremos lo que me prepara el destino y lo que yo podré hacer, para forzarle un poco la mano y llevar el camino de mi vida hacia adonde me gustaría ir.

Hasta pronto entonces. Desde Kiev, los saludo con afecto. Acá y ahora se termina definitivamente mi Eurocopa. O más bien, ¡nuestra Eurocopa!