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El verdadero multiestadio de los Juegos

Un escenario clave en los Juegos Olímpicos Getty Images

LONDRES -- Está bien: el estadio olímpico es una maravilla y la cuna de las grandes proezas de Londres 2012, el velodromo resultó una joya arquitectónica acompañada de éxitos locales y el natatorio consolidó su fama de la mano del fin de la leyenda de Michael Phelps. Sin embargo, el premio a la sede de perfil bajo con más representativa de estos Juegos Olímpicos se lo lleva ese centro de convenciones reconvertido, de temperaturas agobiantes y medallistas múltiples en distintas disciplinas: el ExCel.

El edificio queda más al norte y más al este que Stratford, algo que es realmente difícil por la ubicación ya alejada del centro de actividad deportiva de estas dos semanas. Allí se llevaron a cabo prácticamente todas las competencias individuales bajo techo: hubo pruebas de judo, pesas, tenis de mesa, esgrima, boxeo, lucha y taekwondo. Funcionó desde el arranque de la competencia y fue la casa de la consagración venezolana de Rubén Limardo, tanto como de los triunfos olímpicos de los colombianos Yuri Alvear, Óscar Figueroa, Jacqueline Rentería y Óscar Muñoz y del oro reciente del argentino Sebastián Crismanich.

Entrar en ese monstruo metálico es un poco apabullante. Normalmente funciona como un centro multi-sala para grandes reuniones corporativas, o como estadio de peleas de boxeo profesional. Incluso se ha hecho algún recital y se ha filmado allí parte de la serie X Factor, un equivalente de American Idol que comenzó el británico Simon Cowell en su país, antes de que terminara importándose el modelo de nuevo a Norteamérica.

Para los Juegos, está planteado como un pasillo gigantezco con distintas entradas, a la izquierda y a la derecha, que llevan a estadios construidos para la ocasión. En el centro se mantiene un patio de comidas prácticamente sin interrupción desde un extremo hasta el otro -unos 300 metros- que vende desde sándwiches y pastas hasta sushi y platos de comida india.

Como en casi todas las sedes, las tribunas de cada estadio dentro del estadio son tubulares y de capacidad variable. Pero lo más impresionante resulta la combinación de colores, alfombras ideadas para la ocasión, sistemas de iluminación y detalles de tecnología aplicados a cada uno de los deportes.

En el boxeo, por ejemplo, uno está casi a oscuras en todos los sectores de la grada, bajo una penumbra misteriosamente azul, y prácticamente la única luz se concentra en el ring. En pesas, la luz cae sólo sobre el levantador. En esgrima, los cuatro sectores habilitados para las competencias simultáneas se iluminan con un color diferente para dejar claro quién pelea en cada uno de los duelos. E individualmente, el costado que ocupa cada participante se ilumina cuando ese competidor consigue un punto en los diferentes enfrentamientos.

Lo más sorprendente, acaso, sea que cada uno de estos pequeños centros de actividad va transformándose camaleónicamente para cambiar su fisonomía de una a otra disciplina: por ejemplo, el judo y la lucha se llevaron a cabo en el mismo microestadio, que tuvo un cambio veloz de escenografía para los requerimientos del nuevo deporte en cuestión.

Desde este pequeño espacio, el reconocimiento a una sede que no tiene una estética espectacular, pero que fue pensado a partir de su funcionalidad para ser un éxito de bajo perfil en esos Juegos que ya se van terminando.