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"No llores por mí... argentino"

Antonio Mohammed llevó a los Xolos a la Final del Apertura 2012 Mexsport

LOS ÁNGELES -- La frase es brutal: "¿Por qué lloras, maricón?". Así se dirige Patricia a su marido: Antonio El Turco Mohamed, según consigna el Diario Mural en su sección Cancha.

En otro entorno, en cualquier otro escenario, la expresión es una encarnizada y descarnada agresión, hasta con tintes homofóbicos, segregacionistas, intolerante e intolerable.

En este caso es una bellísima declaración de amor. Una enternecedora declaración de amor con 9,654 kilómetros de por medio.

La imagen está fresca. Antonio Mohamed, ese rollizo con rostro aniñado de vago, cínico, cachondo y alburero, se constriñó, se deformó, se contrajo en la suprema manifestación de alegría: el llanto. El alarido húmedo del éxtasis.

El Turco estuvo a punto de colapsarse cuando Xolos de Tijuana sellaba con goleada su pase a la Final del Apertura 2012, destazando las ilusiones de la fiera del hermoso futbol, pero cuya zalea real pasó a adornar los aposentos del perro sagrado de los Aztecas, el Xoloitzcuintle, que en la infinita zoología del futbol, habita en Tijuana.

"¿Por qué lloras, maricón?". Y Patricia sabía que lloraba por ella, y por los hijos que no están a su lado, pero también por el hijo ausente, Faryd, quien falleció a los 9 años, en ese universo que fascinaba a padre e hijo: el Mundial de Futbol de Alemania.

Mohamed vive en Tijuana y su familia en Buenos Aires. Ni la tecnología depurada de Skype, celular, Facebook, Twitter, lo que sea, logra remediar la sensibilidad de la insensible distancia de esas 5,999 millas.

Por eso lloraba Mohamed: la celebración puede darse entre tumultos, pero es una soledad abrumadoramente anunciada si se hace lejos de la familia.

Habría que ser muy torpe, muy abyecto o muy necio para no saber interpretar el festivo rocío ene l rostro de Mohamed, y a medio mundo de distancia, las de su esposa, y esa genuina caricia, larga, amorosa, aunque suene grotesca a los oídos de sepulcros blanqueados: "¿Por qué lloras, maricón?".

En charla con Raza Deportiva de ESPNDeportes, el colombiano Duvier Riascos, le da la dimensión correcta al desliz apasionado de El Turco. "No sólo lloró él, hubo quien lloró en la tribuna y quien en la cancha, y eso nos une, eso nos motiva, eso alienta y fortalece al equipo".

Quienes vivimos de cerca la carrera de Mohamed en México no podemos olvidar su rechoncha humanidad, con la eventual torpeza y desventaja que eso significaba. Pero debajo de esa cabellera que ensayó todos los matices del arco iris fluía un vértigo neuronal impresionante.

La pelota aún no llegaba y el ya sabía dónde iría. A veces, en un inexplicable alarde físico y de la física, le pegaba con el tobillo, con la punta, con la espinilla, pero el balón, dócil y cómplice encontraba ese solar, esa llanura, donde el compañero aguardaba.

Enrique Meza lo recuerda cuando lo dirigió en Toros Neza. Alegre, líder, motivador, son algunos calificativos que sostienen ese nicho especial donde el entrenador tiene colocado a Mohamed.

Cierto, hay senderos ruidosos y oscuros, como ocurre en las carreras de casi todos los futbolistas, pero Mohamed a la cancha llegó a jugar como quería, porque podía y porque debía hacerlo así.

Hubo escepticismo en su llegada a Xolos. Desde el abrupto rompimiento con Independiente al que le entregó la Copa Sudamericana en 2010, y maldecían su llegada sus nexos eventuales con el promotor Guillermo Lara.

Mohamed nos tapó la boca. Está en la final. Un equipo sobrio, sólido, consistente, y en el que él ha dejado constancia de su pericia, globalmente desde resanar la salida de jugadores clave, especialmente de Egidio Arévalo Ríos, hasta tácticamente en el juego de vuelta ante el León, reubicando a Duvier Riascos para dar cabida al Neymar ecuatoriano, Fidel Martínez.

El desenlace nadie lo sabe. El domingo por la tarde puede escribirse cualquier historia en el Nemesio Díez, al margen de lo que ocurra en la primera parte del drama, este jueves en el Estadio Caliente.

Considerando a Tijuana como ligero favorito, tendré alerta los sentidos. Porque entonces, ese día, Patricia, la esposa de Mohamed, tal vez, podrá gritarle en la cara a El Turco, otra enciclopédica declaración de amor, con una variante: "¿Por qué lloramos, maricón?".

Y una ciudad cosmopolita, multirracial, purgatorio fascinante para quienes buscaron cruzar al espejismo hacia el espejismo de Paraíso detrás de la frontera, tal vez, y sólo tal vez, Tijuana podrá también decirle: "No llores por mí… argentino".