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Águila que cae hace 40 años... y se levanta

LOS ÁNGELES -- Nunca, ninguno, renunció reiteradas veces a la selección mexicana como él... y volvió, a ponerse al Tri sobre su joroba y rescatarlo del estado de coma y desahucio en que estaba.

Nunca, ninguno, fue retirado tantas veces de la selección mexicana, y fue sacado entre ruegos de ese claustro de desprecio y desdén donde algunos técnicos y muchos directivos lo colocaron.

Nunca, ninguno (excepto Paco Palencia), fue a la MLS en busca de pastizales millonarios para retirarse, y regresó a México para seguir con su vocación de misionero rescatando equipos de la inopia, y evangelizar en las canchas olvidados por los perfumados y aburguesados.

Nunca, ninguno, se atrevió a confrontar cara a cara, a los títeres-titiriteros de la FMF, y les llamó desgraciados, desagradecidos, oportunistas y traidores.

Nunca, ninguno, se atrevió a apostar cuatro millones de pesetas contra sus propios compañeros. Lo hizo en el Real Valladolid, apostando a que no perderían con el Real Madrid y él mismo marcó el 1-1 con un soberbio gol.

Nunca, ninguno, arriesgó su pierna, su carrera, su futuro, por el Tri, como él cuando Ansil Elcock lo fracturó salvajemente, y después el trinitario sería premiado por su jefe Jack Warner, con un cheque especial y sólo dos juegos de castigo.

Fue el hombre que sacó al Tri del féretro para llevarlo a Copas del Mundo, al lado de Javier Aguirre, cuando los buitres llamaban a funeral en la Concacaf: Corea del Sur/Japón 2002 y Sudáfrica 2010, aunque Manuel Lapuente le responsabiliza de la clasificación a Francia 1998.

El mismo que en ese Mundial 1998 hace la jugada más incoherente y anota el gol más incoherente de toda la competencia.

1.- En alarde circense, debuta la Cuauteminha, atenazando el balón con los pies y saltando entre dos sudcoreanos. Hoy, competiría en visitas al video con el de Gangman Style. Además, una suerte prohibida para un tipo con piernas equinovaras, cuyos pies apuntan para destinos diferentes, como una brújula con Alzheimer.

2.- Agonizaba el encuentro. México perdía con Bélgica. La eliminación era una guillotina afilada sobre el cogote del Tri. Pase filtrado del Cabrito Arellano, Ramón Ramírez a fondo por izquierda. Centro a segundo palo. Aparece en un vuelo, obsceno, despatarrado, una aberración, un garabato, como si alguien lanzara un muñeco de trapo desde el Empire State, y con la parte externa del pie izquierdo la empuja. 2-2

Ambas piruetas, impredecibles e inesperadas en un tipo contrahecho, pero de un talento maravilloso, fueron inquilinas de todos y cada uno de los noticieros franceses desde ese día y hasta el final del Mundial de Francia.

Cierto: es un personaje con una historia oscura también. Ya se ha dicho: es la encarnación vívida, genuina, clonada, aguardentosa, de Juan Charrasqueado. Borracho, parrandero, mujeriego y jugador.

Ha golpeado a su esposa, a fotógrafos, reporteros, colegas, aficionados, auxiliares técnicos, afanadores de baños de antros, agentes de tránsito, y a su vida sentimental ha querido ponerle catálogo de semental, ante artistas de dudosa calidad artística, pero de indudable cantidad y calidad anatómica.

Pero también había sido por años, el único que nunca olvidaba en armar un banquete a los empleados del Club América, cuando la directiva siempre se olvidaba de ellos. Y a los miembros de su academia, en alardes de catarsis y terapia, orienta a sus jugadores "para que no se equivoquen, para que no sean como yo".

Cumple 40 años este tipo al que alguna vez Manuel Lapuente llamó el Zidane mexicano, despertando la histeria entre quienes veneran al histórico francés.

Y Javier Aguirre lo distinguiría con una condecoración suprema: "Con once cabrones como él, México es campeón del mundo... aunque no sé si llegarían a dormir a la concentración, ja, ja, ja", comentaba el Vasco antes del Mundial de Sudáfrica.

Sí: fuma en áreas prohibidas, en las concentraciones, bebe antes de los partidos, y no desperdicia la oportunidad de invadir alcobas ajenas, pero sus compañeros en diversos equipos en la Liga de Ascenso, le ponderan que a pesar de ser multimillonario, se fleta en viajes infames en autobús que son un reto despiadado para su atropellada, artrítica, golpeada, maltratada y cansada osamenta.

Queda claro: a sus compañeros y amigos, se los deja puntualizado: con él pueden cruzar a ciegas las puertas del Infierno... y volver.

Sí, obvio, hablamos de Cuauhtémoc Blanco quien cumple este jueves 40 años.

Honra a plenitud el bautizo de ese emperador cuyo nombre en Náhuatl significa "águila que cae". Y él, siempre se levanta.

Su sala de trofeos debe estar vacía, pues ni él recuerda donde dejó los reconocimientos. Nunca ha peleado batallas personales con una camiseta puesta. Siempre lo ha hecho en equipo, por el equipo, con el equipo.

Nunca aparecerá en páginas de oro del Real Madrid como Hugo Sánchez. Ni en las del Barcelona como Rafa Márquez.

Tal vez su historia esté más encuadernada en las páginas rojas de sus desplantes y excesos fuera de la cancha, pero, sin duda, él ha conseguido situarse en un nicho de privilegio: el americanismo nunca lo olvidará, e, incongruente, como él mismo, pero la afición de Chivas es sin duda al único hijo del Nido que respetará siempre.

Pero, además, él le dio a la selección mexicana más de lo que nunca le dieron ni Hugo, ni Márquez, ni cualquiera otro.

Y ha hecho una nueva promesa: quiere regresar con Dorados de Sinaloa a la Primera División, desde la enfermería donde su corazón está saludable, aunque sus rodillas pidan un poco de clemencia.