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El momento de las decisiones

BRISTOL -- Real Madrid a 16 puntos del Barcelona en la Liga, tiene en esta Copa del Rey y en la UEFA Champions League los títulos que rescaten a su técnico José Mourinho de una insólita temporada sin títulos. Algo que la última década le sucedió sólo una vez, en la 2007-08 cuando dirigió al Chelsea el primer mes y medio de competencia, antes de ser destituido de su puesto.

Más por la actitud del equipo que por los nombres de quienes comenzaron, en Riazor quedaba una nueva evidencia de lo imposible que Mourinho ve la Liga.

El Real Madrid entra aún con mayor tensión al partido de vuelta de las semifinales de la Copa del Rey.

Sufriendo las consecuencias de un rendimiento lejano al nivel de la temporada pasada en varios de sus jugadores, Mourinho tuvo que tomar la primera de sus grandes decisiones de estos días. Jugar en casa del último de la tabla no tendría que haber preocupado nada a un equipo como el de Mourinho, si no es que tras ese partido, el calendario le ofrece al equipo más fuerte de su competencia doméstica.

Sin Cristiano en el once titular el Real Madrid dejó otra certeza: Cristiano está a un nivel individual y de contagio colectivo, muy superior al resto. Un jugador que deja tantas buenas sensaciones como insipidez tiene el equipo sin él.

Cristiano en el campo es emblema del juego vertical, veloz, vertiginoso de un equipo que sin él, como quedó demostrado en Riazor, es vulgar. No será los minutos ante el Deportivo los que animen al madridismo a conseguir el pasaje a la final. Solo cuentan para eso los que juega Cristiano. El más valioso, en todo sentido. Reconocérselo debe ser prioridad en la agenda de las oficinas de Concha Espina. Contagió a Kaká y eso tiene valor. Modric no ha sido más que el brasileño, aún cuando haya jugado el doble de partidos de Kaká que se ha ganado un lugar en el equipo que juegue en Barcelona.

Son decisiones a tomar y le corresponden a Mourinho. No pasa por elegir una idea, porque ha encontrado que su presión ordenada y constante incómoda lo suficiente al Barcelona. Esa idea le permite competir de frente. Será el turno de elegir ejecutantes. Kaká tiene que estar.

La eliminación en Copa dejaría una sacudida similar en ambos clubes. La secuela del resultado copero será inevitablemente un equipaje que les acompañe cuando crucen a Europa.

Con esto en cuenta, la distancia en la Liga es lo único que los separa. Porque hasta la Liga es apenas una competencia circunstancial para ambos. Para el Barcelona una cita para encariñarse con la sensibilidad de su juego. Tan lejos de sí estuvo en San Siro que asoma ese punto de inseguridad tradicional en el hincha blaugrana. Ni este equipo que ha dejado registros superlativos de juego logra alejarse de los síntomas de inseguridad históricos.

¿Jugar para tocar o tocar para jugar? Esa es la cuestión. Sevilla fue otra muestra de lo mismo. Si el camino es la meta, el camino se ha perdido. Sin profundidad ni ocupación de los espacios exteriores, el Barcelona se cansa de lo que tan bien hace: tocar la pelota.

Su partido en Milán abrió espacio al tópico preferido de los francotiradores que atacan este juego: "tocar no sirve de nada". Pero es que tocando es como se empuja la pelotita al arco. Hacerlo con más frecuencia que el rival te da más posibilidades de llegar al gol y menos posibilidades para que el rival lo consiga. No cambia nada. Es la mejor manera de llegar al gol. Pero queda expuesto y a media calle cuando abstraído de la esencial del fútbol, el gol o la generación de ocasiones, busca siempre el interior del campo.

El fútbol se destapa por los costados. No por el tramo del campo más congestionado por mucho que parezca el más cercano al arco rival. Si buscan por fuera, encontrarán más espacios por dentro. El "plan B" que le reclaman, en Sevilla demostró que más urge por un "plan V". Villa tiene que estar.

Decidir es una de las obligaciones primordiales de cualquier entrenador. De entrenador jugamos todos en algún momento de una vida cercana a la pasión del fútbol. Jugamos a decidir por el técnico. Quién en un puesto, o quién en el otro. Fácil cuando no se reciben las consecuencias de una mala decisión.

Clásico en semifinales de vuelta de la Copa del Rey y día para hacer valer las decisiones anteriores. Es una final para ambos. Sin tener una medida para objetivamente calibrar algo tan importante como el estado de ánimo, Barcelona o Real Madrid sufrirían demasiado de una eliminación en esta Copa.