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Bartoli, campeona de Wimbledon: "Amo ser diferente"

Bartoli logra finalmente un título de Grand Slam y además, uno de sus favoritos. Getty Images

MÉXICO -- La campeona 2013 de Wimbledon, esa que camina con el codiciado Rosewater Dish bajo su brazo, es la misma tenista que llegó a la fiesta del Abierto de Monterrey directamente desde las canchas de entrenamiento. Mientras sus colegas habían dedicado tiempo a escoger sus elegantes vestidos, a maquillarse y a posar para los fotógrafos, ella, Marion Bartoli, cumplió en aquel domingo de abril una sesión nocturna de entrenamiento de dos horas y media. Y luego tomó su bolso Prince, y del court se fue directamente a cenar como el resto de sus colegas. Sin vestido para lucir. Sin maquillaje sobre su rostro. Sin seguir los pasos de las demás.

Bartoli es diferente. Dentro y fuera de la cancha. La escena en tierras mexicanas es solo una pincelada más de aquello que separa a la francesa de sus colegas.

"Pero, ¿sabes? Yo creo que a veces ser "inusual" es bueno. Te diferencia del resto. Ser distinta puede ser muy bonito", me contaba Marion hace tres meses, en su paso por la capital regia. "Algunas personas se muestran muy interesadas por la manera como entreno o juego. Y yo amo ser diferente. No solo se limita al tenis, sino que es parte de mi personalidad fuera del court. A veces soy un poco distinta del resto. Pero eso es lo que soy".

La historia de Bartoli comenzará a hacerse más conocida a partir de hoy, luego de su inapelable conquista en el All England, sin perder sets camino a la coronación. Luego de 47 torneos de Grand Slam disputados, a los 28 años la francesa conquistó su primer gran título. Desde Mónica Seles, el tenis internacional no tenía un campeón de torneo grande que pegara a dos manos tanto la derecha como el revés.

"Yo crecí admirando y teniendo como ídola a Seles", explicaba en esa misma charla Bartoli, quien saca con la mano derecha pero firma los autógrafos con la izquierda (como Nadal, pero al revés). "Desde siempre ejecuté mis golpes a dos manos, porque quería fortalecer la potencia de mi brazo derecho. Eso es gran parte de mi juego "diferente". Y la diferencia también tiene que ver en cómo mi papá me entrenó. Él no es un coach de tenis, entonces me preparaba de manera distinta al resto. Y eso dejó una huella para siempre en mi estilo".

Hoy Walter Bartoli ya no es más el entrenador de su hija. Ya nadie lo verá sentado solo, en el piso del pasillo del estadio Arthur Ashe, esperando a que Marion salga del vestidor, como ocurrió en el US Open pasado luego del triunfo sobre Petra Kvitova, remontando un 1-6 en contra. Pero hoy Bartoli padre estuvo en el palco del Centre Court, viendo cómo el trabajo de casi 25 años terminaba con la recompensa de la victoria en La Catedral.

"Él tiene que estar aquí. Pero ya no será más mi coach. Hay momentos en donde tienes que cambiar cosas, animarte, e ir para adelante. Éste es mi primer Wimbledon sin él, pero aun así lo he llamado todos los días. No hubo una ruptura entre los dos", decía Bartoli en conferencia de prensa, luego de derrotar en semifinales a la belga Kirsten Flipkens.

Quizás Walter ya no sea más su coach, pero los métodos de entrenamiento que ideó para su hija siguen presentes en el día a día de Marion. En Monterrey, Bartoli utilizó la inusual rutina de jugar en cancha con elásticos atados a tobillos y muñecas . "Yo le pedí que siguiéramos usando esta técnica de su padre", explicó Gerald Bremond, por entonces su nuevo coach (apenas duró unas semanas). Y durante Wimbledon, su hitting partner Thomas Drouet (el mismo que sufrió la agresión por parte de John Tomic en Madrid, y terminó con la nariz rota) también aplicó el drill de Walter de pegarle a la pelota sin que pique, en repeticiones intensas. Este video tomado por el ex jugador Jonas Bjorkman lo ilustra.

"¿Para qué sirven este tipo de entrenamientos? Yo necesito mejorar mi stamina, mi estado físico, mi explosividad, mi resistencia. Es un paquete completo que debes cumplir para estar en el top del tenis. Ya estuve allí, y es lo que debo hacer para regresar", decía Marion en Monterrey, donde perdió en 1ra ronda ante la estadounidense Coco Vandeweghe, en un partido en el cual la francesa superó las 20 doble faltas.

Hoy, en cambio, cerró su victoria en Centre Court con un ace. Las vueltas que tiene el tenis.

Cuando habla, Marion Bartoli mira directo a los ojos. Levanta sus cejas para reforzar el mensaje de sus palabras. Se muerde levemente los labios mientras escucha las preguntas. Y sus respuestas son directas. Claras. Contundentes. Inclusive para explicar su singular comportamiento en cancha, que incluye saltos, "sombra" de cada uno de sus golpes, y un aliento constante, casi exagerado, que también la hace distinta al resto.

"Lo que me enciende en el court es, primero que todo, que amo jugar al tenis. Esa es mi pasión. Para mí, estar alejada del juego aunque sea por tres o cuatro días es muy duro. Necesito tener una raqueta en la mano. Necesito pegarle a la pelota, aunque sea contra la pared. Cuando estoy en la cancha, realmente amo jugar al tenis. Me gusta competir. Y eso se ve en mis emociones, en la manera en que actúo. Luego, odio perder. Y junto a eso, amo ganar. La combinación de esos tres factores es lo que hace que yo sea como soy en el court".

Amiga del DJ Bob Sinclair, otro amante del tenis, Bartoli contó hace un par de años que tenía un coeficiente intelectual de 175, superior al de Albert Einstein o Bill Gates. Algo más que la hace distinta. Sin embargo, sus sueños siempre fueron los mismos que los de tantos otros tenistas que, con su cabeza en la almohada, se imaginan levantando un trofeo de Grand Slam.

-¿Y cuál es ese sueño que aún no has cumplido? -fue la última pregunta para Marion, hace tres meses. Ella sonrió y respondió rápido.

-Ganar un Grand Slam. Ganar cualquiera de ellos. Pero si fuese Wimbledon... Wimbledon y el Abierto de Francia, porque es en mi país. Ése sería mi sueño más grande. Pero no importa lo que ocurra, si pasa o no, yo fui absolutamente bendecida durante mi carrera. Pude lograr mucho más de lo que siquiera hubiese soñado. No tengo nada que reprocharme. Desde ahora hasta la última pelota que pegue como tenista profesional, sé que puedo mirarme al espejo y decir que lo dejé todo cada día. Y al final eso es lo más importante.

Sí. Pero con el trofeo de campeona de Wimbedon bajo el brazo, es mucho mejor.