<
>

River de visitante y los temores del entrenador

BUENOS AIRES -- Eso de no ganar como visitante ya es una cuestión para revisar con mayor celo. A esta altura de la historia no se trata de un dato menor. Quizás en algunas presentaciones de River pudo atribuirse a la mala suerte, a esa bendita falta de puntería o a cuestiones arbitrales, pero lo cierto es que, en un porcentaje muy elevado, la cantidad de puntos que no ganó afuera de casa se debieron a falencias propias. Para decirlo de otra manera, a la forma que tuvo (y tiene) de encarar los partidos.

Parece mentira, pero cuando es visitante en cancha se observa a otro equipo. Menos lanzado, sin la audacia que se le pondera cuando se presenta en el Monumental, juega como imaginando que llevarse un punto no es un mal negocio. Y, en rigor de verdad, para las aspiraciones de ganar el título que tiene el Millo, no sumar de a tres en esas excursiones foráneas sí que es un pésimo negocio. De hecho, ante Estudiantes la igualdad no sólo le impidió llegar a la punta, sino que además hizo que perdiera una posición ante Colón y que virtualmente pueda ocurrir lo mismo a mano de Lanús, quien tiene un partido postergado con Tigre. Sin contar, por supuesto, que no pudo superar la línea de Estudiantes.

Hay un dato que refrenda lo expresado acerca de que es otro equipo, y es lo ocurrido antes de comenzar el encuentro. La semana pasada, ante Atlético Rafaela, se ponderó la decisión de Ramón Díaz de colocar a Augusto Solari desde el inicio con la idea de tener más presencia en ataque. Algo saludable y celebrado. Cuando se imagino lo que podría suceder en La Plata, ese pensamiento ni siquiera lo tuvo en mente. Fue Gabriel Mercado quien estuvo entre los once iniciales desde el primer momento. Puede parecer un detalle menor, pero ahí hay un mensaje subliminal hacia sus dirigidos, una idea de cuidarse la cual, justamente, la puso en práctica en otro estadio. Lejos de sospechar que, atacando, podría romper a una defensa cerrada y bien constituida, se cuidó más por lo que podría hacer su oponente. Ese es un punto de partida para comprender la historia.

Después viene lo otro, eso de que algunos futbolistas no tuvieron una tarde inspirada, de que Fernando Cavenaghi tiene el arco cerrado y, como todo goleador, cuando esto le sucede lo sencillo se le vuelve imposible. Hasta podríamos poner en la misma bolsa a un error arbitral. Pero esto tiene una misma génesis, y es que Ramón se imaginó un partido autocoartando a la inspiración de su equipo.

Llegará el tiempo del análisis, de la revisión interna, y quizás ahí el entrenador haga una lectura de que no es tan buen negocio no perder. Porque lo visual es una cosa y lo real es otra. Observar la tabla y ver a River ahí, a un punto de los líderes, impacta positivamente, pero la mitad del vaso vacío nos rumorea al oído de que podría estar primero, solito, sin depender de nadie. Fue repetido hasta el hartazgo que este torneo siempre brinda más posibilidades. Y es así. Pero a veces tomar las chances que el fixture otorga es mejor que esperar un guiño del azar. Entonces, como en más de una ocasión se destacó a la audacia de River en un torneo tan chato, hoy hay que decir que esta vez cayó en el temor general, y, casualidad o no, le volvió a suceder jugando como visitante.