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Para River, es momento de creer en River

BUENOS AIRES -- El campeonato se ha mostrado indulgente con todos aquellos equipos (la mayoría) que anduvieron solidarizados con la irregularidad. Ese camino que se vio atosigado por tanto tránsito, se encuentra recorriendo los últimos metros de su traza y ahora llegó en momento en el cual no se puede flaquear. Aquel que tenga aspiraciones de quedarse con el título deberá, inexorablemente, salirse de la mediocridad al menos por tres fechas. Uno de los candidatos es River, que ha tenido un muy buen torneo como local, pero que ni siquiera se asemejó a esa producción jugando afuera de su casa. Con dos jornadas en el Monumental (Racing y Quilmes) y una intermedia en La Paternal ante el descendido Argentinos, se presenta como uno de los candidatos más serios a poder dar la tan ansiada vuelta olímpica.

Es cierto que los partidos siempre hay que jugarlos y que en nuestro fútbol aquel adagio que indica que "todos los rivales son complicados", excede el calificativo de una frase histórica, pero efectuando un análisis de lo sucedido y cotejándolo con lo que se avecina, los indicadores para el Millo son más que positivos. Ya no depende de sí mismo, y no es un dato menor. Siempre tendrá que observar de reojo lo que sucede con Gimnasia, pero si el Lobo le llegase a dejar un resquicio, está en condiciones de aprovecharlo.

Eso sí, con las cartas ya echadas y a la hora de buscar explicaciones, la racha tan floja como visitante es la que hoy lo lleva a padecer y no a disfrutar. Existieron errores que fueron determinantes. Porque hasta ahora, en sus excursiones por estadios foráneos, nunca se vio a un River tan audaz ni lanzado como el que se observa en el Monumental. ¿Cuál es el motivo? Problemas de planteo, por sobre todas las cosas. Aquí es cuando el excesivo celo táctico conspira contra la voluntad.

Cada vez que tuvo que salir de su casa, puso la lupa más sobre las bondades del rival que en las propias. Y así, con esa autolimitación, los resultados que cosechó fueron apenas mediocres. El último compromiso en Bahía Blanca es una muestra clara de lo narrado. Ante la ausencia de Teo Gutiérrez, Ramón Díaz optó por resignar profundidad y tener algo más de manejo, por eso puso a Jonathan Fabbro y dejó afuera al Keko Villalva. Para enfrentar a Racing como local, el entrenador modificó el planteo y se volcó por el vértigo del diminuto delantero. Entonces, nada es casual. Las cosas se dan de una manera por decisiones erróneas. Después se podrá hablar sobre acciones puntuales, pelotas que no entraron, impericia a la hora de definir o equivocaciones de los árbitro, pero la génesis de toda esta historia está en sobreestimar a los oponentes.

Esto deberá quedar a un lado en la tres jornadas restantes para sumar los nueve puntos que quedan y aguardar que el resto de los que puja por el título no lo haga. Se acabó el tiempo de la especulación, de jugar al ajedrez en lugar de jugar al fútbol, ahora es un todo o nada, un golpe por golpe, y en este contexto River tiene con qué pelear y, como argumento extra, puede decir que a priori todos los oponentes son ganables, aunque después tengamos que escuchar la cantinela de que nuestro fútbol es el más parejo del mundo...