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Ganar antes de jugar

RIO DE JANEIRO -- No pasé una buena noche. Me costó pegar un ojo. Aclaro que no tuvo que ver el ruido del bar brasileño, protagonista del texto anterior. Era otra cosa.

Sufrí los nervios del debut. Ansiedad. Incertidumbre. Y eso que no tenía que salir a jugar, ni responderle a una multitud en el Maracaná. Tenía que ver con trabajo, a otro nivel.

En esas pruebas que nos pone la vida de vez en cuando, la FIFA me rechazó la solicitud de entrada para Argentina vs. Bosnia y Herzegovina. Sí, a mí, que soy argentino y debería tener prioridad para el partido. Mis compañeros estaban aprobados. Yo no.

Hace un mes sabía de esta situación, pero confiaba en una resolución favorable. El sábado aproveché la visita al estadio, donde Sabella brindó la conferencia, para anotarme en la lista de espera.

El domingo llegamos a la cancha a las 14. Cinco horas antes del puntapié inicial. De más está decir que la espera se hizo larga, tediosa, angustiante. Todo por no tener el ticket.

En la recorrida por las inmediaciones del Maracaná, los hinchas argentinos me veían con la acreditación de prensa y me pedían entrar. Les expliqué que yo tampoco estaba seguro de poder ingresar.

Anunciaron la definición del asunto para las 17:30. La pasaron a las 18. Y comenzaron a leer los nombres a las 18:15. Un numeroso grupo de periodistas se agolpó frente al escritorio.

Afortunadamente, me nombraron en tercer lugar. Grité fuerte: "Yo". Se me dibujó una sonrisa en la cara. Los periodistas me palmearon, me felicitaron. Mostré mi credencial, me entregaron un ticket, le agradecí a todos y salí. Aliviado.

Al abandonar a ese grupo de desesperados colegas, se me ocurrió revisar. Fue duro al impacto al comprobar que en mis manos sólo tenía una zona mixta. No me habían dado el acceso al encuentro. Di media vuelta y regresé. Me hice notar y les expliqué la situación. Seguro se la habían olvidado ahí.

Al revisar la lista, un voluntario me respondió que en la "waiting list" yo sólo había pedido la zona mixta. Se lo refuté y me contestó que no había marcha atrás. Me volví loco. Salí corriendo rumbo al salón principal y me topé con un responsable de la FIFA. Le expliqué que era argentino, que me habían rechazado el ticket y que lo de la lista de espera fue un error de la persona que me atendió.

Con muy buena predisposición, me pidió que lo acompañe al centro de acreditaciones. Revisó el listado y me dijo lo que ya había escuchado y no quería volver a escuchar. Le rogué. Luché. Insistí. Finalmente, pronunció las palabras mágicas: "Vamos, dale una y chau". Le gané por cansancio.

Huí con ese bendito ticket. Apreté el puño e insulté varias veces al aire. No me relajé. Corrí hacia la tribuna de prensa. Faltaban 10 minutos para que empiece. Sufrí. Fue un parto. Pero por suerte, ya había ganado antes de jugar.