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Urgen cambios en el Juego de Estrellas

Salvo por la oportunidad de ver reunida en un mismo lugar a la crema y nata del béisbol, los Juegos de las Estrellas se han convertido en algo aburrido, con el único incentivo de determinar dónde comenzará la Serie Mundial tres meses después.

En el 2013 las mayores expectativas rondaban en torno a la última participación del panameño Mariano Rivera y en esta ocasión el clímax del encuentro fue el homenaje a Derek Jeter, quien se retira al concluir la temporada.

Pero no todos los años dicen adiós leyendas como Mariano y el Capitán, así que al parecer, estamos condenados a seguir viendo partidos sosos, donde el constante cambio de jugadores, por aquello de que todos quieren y deben jugar, desluce el espectáculo.

Encima de esto, las lesiones continúan apareciendo como nunca antes en las Grandes Ligas, lo cual provoca lamentables ausencias y sustituciones por jugadores que no siempre merecen el verdadero calificativo de estrellas.

De hecho, lo mejor de las festividades en torno al clásico de mitad de temporada acontece un día antes del partido, con la competencia de cuadrangulares, en la que incluso, no van todos los que deberían.

Bien valdría la pena incorporar al Derby de Jonrones otras pruebas de habilidades, como las carreras de home a primera, la vuelta al cuadro, los tiros al plato desde los jardines o los disparos de los catchers a la intermedia.

Aunque el duelo entre los rompecercas siga siendo el plato fuerte entre las pruebas de habilidades, las otras añadirían lustre a las festividades, tal como ocurre en la NBA, donde junto a la competencia de las clavadas hay otras como la de los disparos de tres puntos.

Pero volviendo al Juego de las Estrellas en sí, quizás sea hora de cambiar el método de elección de los titulares por votación popular y la obligatoriedad de que cada equipo tenga al menos un representante.

Cuando son los fanáticos quienes deciden quienes van y quienes no, tienen ventaja aquellos peloteros que militan en franquicias de grandes mercados, aunque no siempre su rendimiento sea merecedor del honor de estar en el clásico.

Asimismo, se producen dolorosas omisiones con muchos que atraviesan quizás los mejores momentos de sus carreras y que tal vez nunca tengan la oportunidad de lucirse en el choque estelar.

Por sólo citar un ejemplo, el antesalista de los Marlins de Miami, Casey McGehee, tiene mejores números que Aramis Ramírez, de los Cerveceros de Milwaukee, quien recibió el favor de los votantes e inició en la tercera base del equipo de la Liga Nacional.

No obstante, McGehee debió conformarse con ver la fiesta por televisión.

A lo mejor ha llegado el momento de cambiar de formato y en vez de enfrentar a las estrellas de ambos circuitos, sería más atractivo un duelo entre peloteros de Estados Unidos contra un equipo del resto del mundo, como ocurre con el partido de las futuras estrellas.

A mí particularmente no me gusta por razones que se salen de lo deportivo y me resultan perniciosas para la armonía del béisbol, pero quién sabe si ahí estaría la salvación de un evento que amenaza con matarnos de aburrimiento.