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'Un chin...', código de triunfo de Jiménez

LOS ÁNGELES.-- El destino le lanzó dos emboscadas. Ladinas ambas. Y las arpías estacionaron sus escobas, aguardando que el joven sucumbiera por joven, y el que futbolista sucumbiera por futbolista.

Pero la presa saltó airosa de las fauces de ambas trampas. Y salió ileso. Y en el acto de escapismo, Raúl Jiménez se fortaleció. Hoy se suma a los ecos de los festejos en la Fuente de Neptuno, que siguen vigentes con un Atlético de Madrid monarca de España.

Enrique Cerezo lo dijo bien en Raza Deportiva de ESPNDeportes Radio este lunes: "Llega al equipo campeón de España, para ayudar a volver a hacerlo campeón".

¿Y las dos insidiosas encerronas del destino?

Primero fue acusado de agarrar a golpes en el rostro, con un extintor, a una jovencita admiradora que se proclamó su novia y que mostraba moretones como su regalo de San Valentín. En ese momento, se le juzgó más por la camiseta que por el hecho. Vestía amarillo y había sangre. Los zopilotes bajamos al festín.

Colocado en la picota por el morbo popular, Jiménez debía sobrevivir al entorno que era, entonces, más poderoso que el escándalo mismo. La señorita ya había sanado, pero el jugador seguía en la crujía.

Le indultó que la presunta víctima eligiera una presuntuosa indemnización para guardar la anécdota en su diario de 'groupie', con sus 15 minutos de fama, y dos cataplasmas de barro para las heridas en el rostro. Mientras, la defensa estimaba que con la fuerza del futbolista y un objeto de más de 10 kilos de peso, difícilmente hubiera rescatado la dentadura la supuesta lesionada.

Y cuando el dinero es capaz de sobornar y aplacar la conciencia y el sentimiento de justicia, la legitimidad de esos cargos quedó en entredicho.

La segunda acechanza fue en la cancha. Más difícil, más concluyente, más exhibida, más públicamente irrefutable.

Con Chucho Benítez en plena bonanza futbolística, el América decide buscarle ese cómplice de ataque, ese secuaz letal que necesitaba. Y Narciso Mina llegaba como un yacimiento inagotable de goles: 59 en el futbol de Ecuador.

Mina llegaba probado de latitudes respetables. Jiménez asomaba. Y Miguel Herrera decide apadrinarlo y dejar en la banca a Mina y sus 4 millones de dólares envueltos en la fantasía de su explosividad con Independiente y Barcelona, obvio ambos de Ecuador.

Jiménez ganó la batalla. No sólo convenció a Herrera, sino incluso al mismo Benítez, quien entendió que el joven era un mejor escudero que su propio compatriota.

Y Raúl Jiménez terminó por asimilar lecciones peligrosas. Venció las tentaciones fuera de la cancha y entendió las obligaciones dentro de ella.

Hoy se sienta a la mesa del Atlético de Madrid. Hoy, su codicia de gol lo iguala, en oportunidades históricas, a dos mexicanos codiciosos de gol, como Hugo Sánchez y Luis García, seguramente con desenlaces distintos, pero, también, su futuro puede llegar a ser igualmente memorable.

¿Qué tiene de sobresaliente este jugador? Alguna vez este reportero le preguntaba si tenía idea de los kilómetros que recorría en la cancha, claramente durante la época de Miguel Herrera. "Ja, ja, ja. Un chin..., ja, ja", respondía.

'El Turco' Mohamed lo usa de manera diferente. Sus recorridos son más cortos en la cancha. Herrera lo urgía a resolver problemas en el trabajo de la zona de recuperación, y terminaba siendo un agregado en la marca, obligado después a regresos inmediatos al ataque.

Convertido en un todo terreno, al que sólo se le aplaude lamentablemente cuando marca goles, él explicaba al reportero en esa ocasión que "no voy a dejar de jugar de esa manera, aunque deba correr más y cuando sea necesario salir del área".

El mismo Enrique Cerezo explica la circunstancialidad de la persecución de Jiménez.

"Yo no lo conozco, pero mis entrenadores me dicen que es muy buen jugador, entonces, vamos, hay que contratarlo", y de esa manera avala cómo tras el 0-0 amistoso en el Estadio Azteca, el 'Cholo' Simeone saca un beneficio de un encuentro sin beneficios: "Hay que seguir a ese jugador", pidió el entrenador a su directiva.

Y enseguida se viene el momentum clímax del americanista. Y el Atlético de Madrid observa. Jiménez usa al Puebla como celestina para terminar por seducir a los Colchoneros: tres goles de distinta manufactura y una asistencia para el tanto de Oribe Peralta.

Pero en el Atlético de Madrid querían ver si no era esa una golondrina sin verano. Esperaron ante Tigres. Y Jiménez se puso el overol. Sudó como obrero. Y al 'Cholo' Simeone le gustan los jugadores con arcilla de artistas y con barro de obreros.

Por eso, al final, usando sus propias palabras, en esa misma entrevista, Raúl Jiménez entiende que para cumplir ilusiones y anhelos en España, aún deberá conjugar en la cancha los verbos más valiosos del futbol: correr, marcar, anotar y asistir, bajo esa óptica que le inculcó y adiestró 'El Piojo', en esa cantidad inmedible a la que ya está acostumbrado: "un chin..." de todo eso.