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Dos ya no es casualidad

BUENOS AIRES -- Otra vez, al igual que sorprendió en el partido con Rosario Central, River cumplió con la teoría de las tres G. Esta vez, Mendoza fue el escenario del golear, ganar y gustar que protagonizó el equipo de Marcelo Gallardo.

Con solidez, autoridad, convicción y, por qué no, con la dosis de fortuna necesaria, River tuvo otra actuación sobresaliente. Godoy Cruz puede dar fe de que, con todos sus atributos, el Millo se convierte en un oponente temible.

Lo que queda claro es que en el River de hoy el sistema fue el que potenció a los nombres. No podemos olvidarnos de que, a priori, una de las falencias que se le marcaba era que el plantel no contaba con nombres de jerarquía. Sin ir más lejos, se cuestionaba a Carlos Sánchez, a Rodrigo Mora, entre otros, porque habían sido dados de baja en otra época y parecían nombres de rezago; sin embargo, ellos, al igual que muchos de sus compañeros, están teniendo un nivel superlativo. Mérito del entrenador, que supo convencerlos (a todos) de cuál es el camino que deben seguir.

Gallardo es un gran conocedor del mundo riverplatense y sabe cómo funciona el paladar de su gente. El sendero del ataque, de la reivindicación del estilo histórico, es un reaseguro aún en los momentos en que las cosas no salen. Y ahora, que tiene los planetas alineados a su favor, esa idea de juego que está poniendo en práctica no hace más que exacerbar el buen funcionamiento.

Muchos nos preguntábamos cómo iba a hacer el técnico que se hiciese cargo del equipo campeón y con un Ramón Díaz renunciante para soportar semejante carga. Gallardo contaba con la espalda que siempre tiene el ídolo, pero se sabe que la tolerancia del hincha suele tener como tope, con mayor o menor plazo, a los malos resultados. Y aquí es donde debe destacarse el plan de acción del Muñeco. Porque lo confeccionó con el corazón puesto en rojo y blanco. Esa vuelta a las raíces, en el discurso y también en la práctica, fue decisiva. Lo mismo que la participación que les está dando a los juveniles. Todo esto cautiva a la gente, la seduce. El público quiere ganar, es innegable, pero los caminos para alcanzar esas victorias, en el caso de River, también interesan.

De lo narrado surge la explicación de por qué hoy Gallardo vive una espléndida luna de miel con los hinchas. Para aquellos que pretendan bajar el nivel de elogios diciendo que esto recién empieza y que apenas ganó dos partidos, la respuesta es que resulta obvio ese pensamiento; sería una torpeza intentar esconder esa afirmación, pero desde esta columna siempre ponderamos las formas antes que los resultados, y el camino que prefirió encarar el Muñeco, desde el estilo, es el que llena a cualquier alma futbolera.