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El Capitán de todo el béisbol

Propuesta para filólogos y demás estudiosos de la lengua: a la palabra LÍDER podrían añadirle una nueva acepción: "Dícese de Derek Jeter, campocorto titular de los New York Yankees desde 1996 y capitán del equipo desde el 2003".

Cuando caiga el último out del juego en Fenway Park el domingo 28 de septiembre, se pondrá fin a la carrera de uno de los peloteros más brillantes e intachables de toda la historia.

Quiso el destino que su partido final sea en casa de los archirrivales Medias Rojas de Boston y ya uno puede imaginar el homenaje que recibirá en tierras enemigas, la ovación que hará retumbar los cimientos del añejo estadio.

Porque Derek Jeter dejó a su paso por los diamantes la admiración no sólo de los fanáticos de la Gran Manzana, sino de los rivales a quienes tantas veces contribuyó a vencer, pues siempre lo hizo con clase, con elegancia, con respeto.

Pocos peloteros se entregaron tanto a este juego como Jeter, quien renunció, como dijo hace poco en una entrevista, a formar una familia para poder dedicarse por entero al béisbol.

Porque si bien es cierto que se convirtió en el soltero más codiciado de Nueva York, a quien se le atribuyen romances con varias de las mujeres más bellas del jet set, pocos saben que fue más esquivo que una anguila y pospuso los planes familiares por sus obligaciones laborales.

El Capitán dijo entonces que no se explicaba cómo sus compañeros podían concentrarse en el juego teniendo preocupaciones hogareñas que atender.

Y sí que se dedicó. En la era de los megacontratos a largo plazo, pocos beneficiarios no han caído en la tentación de la vagancia, al sentirse asegurados de por vida.

Uno de los poquísimos casos que honraron cada centavo que recibieron desde el primero hasta el último día es el de Derek Jeter.

El más comercializable de los peloteros de su generación, no se cuidaba el rostro como hubieran hecho muchos y era capaz de arriesgarlo todo y lanzarse contra las sillas del estadio para atrapar simples batazos de foul, cuando la mayoría de los mortales habrían desistido de perseguir la pelota.

Y encima de eso, echándose sobre sus hombros el peso de liderar a la franquicia deportiva más famosa del planeta, dando la cara en las crisis del equipo, siempre con la palabra o la frase precisas, sin perder la clase.

Cuando fue salpicado por alguna polémica, supo dar el paso al lado con elegancia, como cuando su entonces mejor amigo Alex Rodríguez cuestionó su liderazgo dentro de los Yankees y lo comparó con el que él ejercía en los Texas Rangers.

A pesar del golpe bajo, Jeter rehusó entrar en el careo. La vida se encargó, años después, de juntar a ambos peloteros en la novena neoyorquina y de demostrar quién era el líder.

Porque a lo largo de sus 20 temporadas en las Mayores, el muchacho que desde sus años de estudiante en la secundaria de Kalamazoo soñaba con ser el campocorto de los Yankees, siempre fue el hombre al que sus compañeros buscaban dentro del dugout cuando se complicaba el juego y hacía falta un batazo salvador.

Ah, y las postemporadas… Ahí Jeter se multiplicaba y su brillo deslumbraba más.

Para la posteridad nos legó aquella famosa jugada cuando corta un tiro desde el jardín derecho pasada la raya de foul de primera base y le bombea la pelota a Jorge Posada en el plato para sacar out a Jeremy Giambi por una diferencia milimétrica.

Fue la jugada que le dio el vuelco a la serie divisional entre los Atléticos de Oakland y los Yankees en el 2001.

Los Atléticos habían ganado los dos primeros juegos en Nueva York y con ventaja de 2-0 en la serie fueron a rematar en Oakland.

Los Yankees ganaban ese tercer partido de vida o muerte 1-0 en el séptimo inning, cuando se le complicaron las cosas a Mike Mussina después de dos outs cuando Terrence Long disparó batazo sobre la línea del jardín derecho que se metió en el ángulo, al final del terreno.

Shane Spencer erró el tiro al cortador y de pronto apareció de la nada Jeter, absolutamente fuera de su posición en un alarde de inteligencia beisbolera para tomar la pelota y pasarla a Posada, quien tocó a Giambi una fracción de segundo antes de que este pisara el home. Lo demás es historia.

Los Yankees ganaron ese y los dos juegos siguientes para eliminar a los Atléticos y tras derrotar en la fase siguiente a los Marineros de Seattle, avanzaron a la Serie Mundial.
Debido a los atentados terroristas del 11 de septiembre, ese año la Serie Mundial se adentró por primera vez en la historia en el mes de noviembre.

A las 00:03 del 1 de noviembre, con el juego igualado a tres carreras en el final del décimo, Jeter le botó la pelota a relevista coreano Byung-Hyun Kim, para dejar tendidos sobre el terreno a los Diamondbacks de Arizona. Nacía así el sobrenombre de Mr. Noviembre.

Y a todas estas cosas que marcaron su brillante carrera, súmenle las estadísticas, los cinco anillos de campeón en Series Mundiales, los más de 3,400 hits que lo colocan de sexto en la lista de todos los tiempos, los múltiples premios y reconocimientos, desde Novato del Año en 1996, hasta cinco Guantes de Oro e igual cantidad de Bates de Plata, Jugador Más Valioso en el Juego de Estrellas y la Serie Mundial del 2000.

Para rematar, la revista Fortune 500 lo incluyó recientemente en el lugar 11 de la lista de los 50 líderes más influyentes a nivel mundial, donde aparecen, entre otros, el Papa Francisco, la canciller alemana Angela Merkel, empresarios multimillonarios como Warren Buffet y Jeff Bezos y el cantante de la banda de rock U2 Bono.

Pero quizás quien mejor lo definió fue Bryce Harper, la joven estrella de los Nacionales de Washington, quien dijo que Derek Jeter no es sólo el Capitán de los Yankees, sino el Capitán de todo el béisbol.