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América festeja... con el ceño fruncido

LOS ÁNGELES -- Vuelve a ganar. Esta vez sin golear y sin gustar. Al América eso le consuela, pero no le basta. O al menos, no debería bastarle.

2-1 sobre Pachuca. Aunque sus delanteros no encuentran el gol en 360 minutos y los aficionados no encuentran ese escalofrío excitante para ir al Estadio.

Y América gana con el ceño fruncido. A pesar del golazo de Miguel Layún y del festival de renglones torcidos de sus delanteros en su intento por definir.

La sensación es más amarga cuando Pachuca decide apostar por matar o morir, y Mohamed demuestra que el apodo de Turco le queda grande como inspiración guerrera: reculó y eligió jugadores de marca al decidir despojarse de anhelos de victoria.

"La victoria por mi sangre y la derrota con mi sangre" es la arenga turca en la guerra. Pero, al Turco Mohamed, seguramente, tan solo leerla le debe meter miedo, escalofríos.

Este Turco que no reacciona como turco, reacciona con miedo grande y trata al América como equipo chico. Cuando llega el gol salvador de Miguel Layún eran momentos en que Pachuca metía estremecimientos al cuadro bajo de las Águilas, producto de haber entregado ambición y renunciado a la victoria digna.

Cierto, los números cobijan cualquier discurso del cuerpo técnico en El Nido. Líder general, mejor goleo, a cinco puntos de asegurar su pase a la Liguilla y, además, siempre se puede descolgar del tendedero de emergencia que las victorias son producto de un colectivo y que todos luchan sin importar quién anote.

Pero para un equipo que sumó seis refuerzos este año, con más de 25 millones de dólares gastados, 10 de ellos sólo en Oribe Peralta, la afición y la misma directiva seguramente esperaban más que un equipo que elige a veces el espíritu ratonero.

El 'Hermoso' Peralta sigue siendo un jugador que desquita cada centavo en la lucha, la guerra y el esfuerzo. Cierto, su contrato no lo dice específicamente, pero el sentido común sí, él está para hacer goles.

Pero se reitera así la falta de socios y no de ociosos al ataque. Oribe no tiene a un Carlos Darwin Quintero.

Y a cambio, Rubens Sambueza, inestable, encuentra siempre un muro que no puede romper y que lo separa de Oribe.

Y Michael Arroyo sigue jugando para el mejor club de la liga del egoísmo, el Michael Arroyo FC. Puja mucho, intenta más, muestra sus dotes, pero al final su aporte no se traduce en las urgencias de balones de gol del equipo y él mismo, por precipitación obsesiva de gloria, desperdicia varias en condiciones inmejorables.

Pachuca, por momentos, fue el mejor cómplice del América. Timorato, distraído, pobretón de espíritu en la primera mitad, se dedicó a evitar su muerte, más que a jugar futbol.

La segunda mitad, tras darse cuenta de que estaban en condición de encarar de poder a poder, los Tuzos fueron por más, superando incluso el autogol de Daniel Arreola, que llegó a hacer más ignominioso el nulo rendimiento del ataque americanista. Una traición salvaba a El Nido.

Después, cuando se demostró a sí mismo que podía, entonces, Pachuca supo y quiso, pero sólo Nahualpán pudo embocar una de las numerosas que tuvieron.

Y el subcampeón parece arrastrar el síndrome del campeón. Pachuca, como León, pierde los partidos por negligencia y los gana cuando entra con espíritu de arrepentimiento.

América pues, su afición, su directiva, gana con el ceño fruncido, en espera de que alguien le muestre a Mohamed un lema sabio y gallardo, como para que le llamen Turco dignamente: "La victoria por mi sangre y la derrota con mi sangre".