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El Capitán...

El béisbol se encuentra en horas nostálgicas. Está ocupándose en despedir a uno de los grandes beisbolistas de la época y quizá de todas las épocas. El shortstop de los Yanquis, Derek Jeter, dice adiós tras 20 años de carrera y más allá de los números, las estadísticas, los hechos contundentes, está su legado principal: un pelotero desde de los "spikes" y hasta la punta de la cabeza, un pelotero que no será medido en su porcentaje de bateo, sus jonrones, las veces que pisó el plato, que hizo una asistencia en el campo corto, un pelotero que promete ser medido por su carisma, su entrega, su limpieza su gran condición de caballero en el diamante. Cada momento de Jeter en las últimas dos décadas fue una conexión con las raíces del deporte, una esencia romántica del juego y del atleta.

LOS ANGELES -- He despertado al menos dos o tres veces en las últimas semanas con la misma pregunta: ¿Qué podría o qué debería decir la placa de Derek Jeter en el fondo del jardín izquierdo del Yankee Stadium? Y quizá sea lo menos importante, pero sin los números ni la contundencia de personajes como Ruth, Mantle, DiMaggio o Gehrig, el texto, en letras de oro, deberá ser exacto, contundente y altamente emotivo.

No bastarán las tres líneas, las 10 palabras, las 39 letras que luce hoy la estatua de Babe Ruth, a quien muchos consideran el más grande jugador de todos los tiempos: "Un gran beisbolista, un gran hombre, un gran estadounidense...".

Para él, para Derek Jeter, habrá que buscar el mensaje apropiado.

Podría hacerlo, pero no lo haré. No pretendo llenarles de cifras, de estadísticas, de hechos, de situaciones que ocurrieron durante las últimas dos décadas, donde él aparecía sonriente, donde el estadio lo aclamaba y donde el mayor de los mensajes pudieron haberse diluido en el .310 de porcentaje, los pocos o muchos jonrones que conectó y la cantidad de veces que pisó el plato. Él siempre fue más que esos números.

El béisbol parece estar sufriendo y a la vez suspirando por los últimos juegos, los últimos turnos al bate y las últimas exhibiciones defensivas que el número "2" de los Yanquis hará en los próximos días. Tras una carrera de 20 años, donde tuvo espacio para instalar su nombre entre los mejores jugadores de los Yanquis de la historia, Derek Jeter dirá adiós. Ganó 5 Series Mundiales, fue a 14 Juegos de Estrellas, ganó 5 bates de plata, fue el más valioso del "Clásico de Otoño" del 2000 y más allá de ciertos números, de alguna polémica extraída de las meticulosas estadísticas de algunos, se trata, sin duda, de uno de los mejores jugadores de la historia.

Pero más que un beisbolista, Derek Jeter fue siempre un pelotero.

La interpretación del término no debe ser muy confusa. Jeter fue una conexión auténtica con el pasado del juego, con sus raíces más profundas y con maneras para las cuales el deporte de hoy no parece tener espacio. Un atleta profesional en estos días sin escándalos, sin escarmientos públicos, sin actitudes exageradas, sin violencia, sin mentira, un pelotero que en muchos de sus números no representa un tema extraordinario ni propio de una fantasía, pero que en su simpleza, en el hecho de caminar con la cabeza erguida y de salir a hacer su trabajo todos los días, encontró el secreto más sagrado de la profesión: Jeter no es un beisbolista. Jeter no será recordado como el beisbolista perfecto. Jeter será recordado como el pelotero, como una pisca de romanticismo en un diamante, en un mundo, donde los deportistas profesionales eran medidos por la cantidad de sustancias prohibidas en la sangre, por la violencia familiar, por el engaño, por la cantidad de dólares que eran capaces de generar y por la nula capacidad de entender que habían sido elegidos --por el destino o por un ser mucho más poderoso que nosotros-- para ser los mensajeros de algo a través de un deporte.

Derek Jeter se va y con él quizá la última expresión de lo que un deportista debe significar en el campo de los sueños: respeto, entrega, humildad y triunfo.

Hoy, lamentablemente, se convirtió en una cuestión de tiempo. Y el tiempo se agota para él y el tiempo se extingue para nosotros.

Su placa, en el fondo del jardín izquierdo del Yankee Stadium, junto a la de Ruth, Mantle, Dimaggio, Gherig, Berra, dirá exactamente lo que tiene decir:

"Derek Jeter: más que un beisbolista, el pelotero, nuestro pelotero. El hombre que nos guió a los nuevos tiempos, el hombre que nos condujo a la 'tierra prometida', el hombre que nos conectó con nuestro pasado para asegurarnos un presente y un futuro. El hombre que tenía el numero '2 'en la franela pero que siempre fue nuestro numero '1' en el corazón.

A ti, Derek, nuestro capitán, nuestro pelotero, el pelotero...".


@Faitelson_ESPN