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Caixinha juega a mártir de árbitros y América

LOS ÁNGELES -- Difama, injuria, calumnia, deshonra, que algo quedará. Era el ejercicio de vida de Lucrecia Borgia. Y funciona.

Hasta las mentiras, mientras más morbosas y venenosas, terminan por dejar estigmas eternos. Lucrecia no sólo preparaba cicuta bebible, también verbal.

En México somos más ramplones. Decimos: "mata un perro y te dirán mataperros".

Y la frase de la Lucrecia de todos, sin la deliciosa y concupiscente promiscuidad con que ella envolvía, encaja perfectamente con la arremetida de Caixinha contra el América, que encuentra como primera víctima al 'Turco' Mohamed, quien detrás de sus lentes de 500 dólares, dice "no lo voy a saludar (de mano) porque nos ha faltado al respeto".

Caixinha elige un partido importante, tal vez no clave, pero si útil y oportuno, para publicar un manifiesto en el que acusa al arbitraje mexicano de ser condescendiente, cómplice y padrino de que el América se ostente como líder general del torneo.

En las tres primeras fechas, no es nuevo, fueron evidentes las equivocaciones que terminaron por bendecir a las Águilas.

Ojo, hay que ser precisos. Los deslices arbitrales ante León, Xolos y Puebla son puntuales, pero también hay que recapacitar sobre el paupérrimo --y cada vez más decadente--, nivel del arbitraje mexicano.

Es decir, la historia lo demuestra bajo el prisma degradante de los jueces en México:

1.- Son tan malos, unos, los árbitros mexicanos, que se puede entender tanta torpeza.

2.- Son tan perversos, otros, los árbitros mexicanos, que se puede sospechar de tanta supuesta torpeza.

Queda claro, y eso lo saben Caixinha y Mohamed: el arbitraje mexicano es tan lamentable, que perpetra estulticias cada semana, pero, y también ambos lo saben, es tan pernicioso que se puede sospechar de sus decisiones.

Nadie, absolutamente nadie, excepto el cómplice Decio de María, puede meter las manos al fuego por los árbitros ni para garantizar ni avalar su calidad o su pureza.

Al contrario, es más factible que una congregación de heridos y víctimas de los jueces juramente sin resabios, que se debe dudar de la calidad laboral y moral de los silbantes.

¿Qué intenta Caixinha? Una serie de jugadas maquiavélica y deliciosamente maestras.

1.- Le ha calentado la cabeza al América, tal vez pretendiendo que sus jugadores se salgan de su esquema conservador, atrincherado, para tratar de vengarse de las acusaciones.

2.- Le ha calentado la cabeza a su afición, consiguiendo sin duda, la sublevación absoluta los 90 minutos en contra de las Águilas.

3.- Le ha calentado la cabeza al mundillo futbolístico, que centrará su atención en este partido, con una obsesión especial y enfermiza, primero en el árbitro, después en el América y al final en Santos.

4.- Según los reportes, Caixinha ha hecho trabajo especial para este encuentro. Quiere toda la atención, convertirse en el muñequito del pastel para que, de funcionar todo el preparativo táctico, se lleve los honores de hacer tropezar al líder general.

5.- Claro: ha puesto al juez Santander contra la pared porque deberá ser estrictamente preciso en sus decisiones, y ha colocado en la tesitura extrema que si se equivoca a favor de Santos fue culpa de Caixinha y si yerra a favor de América, será un castigo teledirigido contra el técnico portugués.

6.- Por supuesto, pone en entredicho al Hijo Pródigo, ese que fue hijo prodigio de Santos, Oribe Peralta. Ahora, súbitamente, por mensaje puntual del portugués, El Hermoso se ha cambiado de bando y es parte de los rufianes que osarán ultrajar el Territorio Santos Modelo.

7.- Y cómo no: Caixinha se inmola, se ofrece como mártir, al convertirse en el Quijote con facha de forcado, que desafía los Molinos del Sistema, la corrupción, las sospechas y la villanía de la FMF, la Liga MX y Televisa, como amo y señor del futbol mexicano y de El Nido.

¿Es leal al procedimiento de Caixinha? No es elegante, pero tampoco es una felonía. No es pulcro, pero tampoco desencaja en un medio donde se hacen cosas aún más graves. Y no miente, en un escenario histórico en que las equivocaciones arbitrales llevan flores al altar americanista.

Pero, más allá de la embestida del portugués, lo que hay que agradecer, entre su acusación hecha dictamen contra el arbitraje y la indignación del americanismo, es que se viene un platillo deliciosamente aderezado de morbo la noche de este viernes.

Y de eso, ante lo inocuo e inofensivo, al final de las denuncias de Caixinha sólo queda, cínicamente, agradecérselo. Que empiece el circo.