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Los Marlins rompen la alcancía

Los contratos multianuales en Grandes Ligas no suelen rendir buenos dividendos. Derik Hamilton/Icon SMI

No se puede decir que el dueño de los Marlins de Miami haya ido, como dice el refrán, de lo sublime a lo ridículo. Ni siquiera de lo ridículo a lo sublime. Simplemente, de un tipo de ridiculez a otra.

Los 325 millones que Jeffrey Loria le daría a Giancarlo Stanton convertirían al poderoso toletero en dueño del contrato más voluminoso del mundo, no solo del béisbol, sino de cualquier deporte.

Olvídense ya de la clásica pregunta si Stanton o cualquier deportista merece un pacto semejante. Todos sabemos de sobra la respuesta, pero esas son las pautas que marcan estos tiempos disparatados.

El jardinero derecho de los Marlins tiene 25 años y en lo que a edad se refiere, su contrato tiene más lógica que los recibidos por Miguel Cabrera, Albert Pujols, Robinson Canó o Alex Rodríguez, que ya pasaban la treintena al momento de firmar y serán veteranos cuarentones para cuando acaben sus convenios.

Cuando terminen las 13 campañas pactadas, todavía tendrá 38, la edad actual de David Ortiz, quien sigue siendo uno de los bateadores más temidos de todo el béisbol.

Pero hasta ahí llega la lógica. Prince Fielder tendrá 36 años cuando expire su actual contrato de 214 millones por nueve campañas y apenas en su segundo tramo ya dio pérdida.

Igual pasa con Joey Votto, de mínimo aporte a los Rojos de Cincinnati en su tercer año de un convenio por 263 millones.

Los contratos a tan largo plazo son un disparate rotundo, aun cuando en los primeros años de esos pactos se recupere la inversión total tan sólo en ventas de gorras, camisetas y otra parafernalia relacionada con esos jugadores.
Al final, terminan llevándose regalados millones que no justifican con su accionar sobre el terreno.

Eso, en el mejor de los casos, que en los últimos años de contrato se produzca un declive lógico por la edad.

Hay situaciones peores, en los que los peloteros, al sentirse asegurados, dejan de entregarse al 100 por ciento, porque el béisbol ha pasado a un segundo plano y el respeto a los fanáticos a un lugar más bajo aún.

Solamente dos peloteros con megacontratos de diez años los han honrado desde el primero hasta el último día. Uno de ellos fue Derek Jeter, con 189 millones entre 2001 y 2010.

El otro fue Alex Rodríguez, sí, Alex Rodríguez, quien justificó cada centavo del contrato de 252 millones que le dieron los Vigilantes de Texas en el 2001.

El propio A-Rod fue la otra cara de la moneda cuando renovó con los Yankees por 275 millones, error garrafal del cual la franquicia neoyorquina no sabe cómo salir.

Ahora, vamos a aceptar que Stanton vale 325 millones y que va a tener un rendimiento alto y estable por los 162 partidos de cada una de las próximas 13 campañas.

El solo no puede llevar al equipo a la victoria. ¿Y los otros jugadores? ¿Tendrá Loria la voluntad real de armar una novena realmente competitiva en torno a Stanton o veremos la versión II de aquellos Marlins del 2012?

Fue el año del estreno del Marlins Park y el dueño tenía el compromiso moral con la comunidad miamense de armar un buen equipo, luego de que le regalaran un estadio de lujo.

Loria firmó a varios agentes libres que fracasaron estrepitosamente y un año después se deshizo de ellos y volvió a poner sobre el terreno un equipo de prometedores, pero verdes jugadores de Doble A.

En el caso de Stanton, no se trata del pelotero que hará recuperar la inversión en venta de mercadería, no sólo por falta de carisma, sino por el mercado de Miami, donde los Marlins, por muchas razones, no han logrado enamorar a toda la comunidad.