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River tiene que recuperar la memoria

El equipo de Gallardo no pudo ganar ante el conjunto brasileño en el Monumental Télam

BUENOS AIRES -- La fase de grupos de la Copa Libertadores tiene un solo secreto para clasificarse sin pasar sobresaltos: ganar de local. Consiguiendo esos nueve puntos, más algún otro cuando se sale de casa, casi se garantiza quedar entre los dieciséis que disputarán los octavos de final.

Obviamente que esto es sólo teoría. Nada es definitivo. La prueba de que no hay verdades inquebrantables la dio River el año pasado, que con una sola victoria en la primera parte del certamen se clasificó igual y luego terminó consagrándose campeón.

Pero claro, después de aquella estresante experiencia el Millonario no tiene el deseo de repetirla. Este año había arrancado con el pie derecho obteniendo una contundente victoria en Venezuela, lo cual parecía ser un augurio de que esta vez no iba a padecer tanto, pero sin embargo el jueves no pudo con San Pablo, de local.

Esto no es que complica su clasificación, pero de alguna manera se choca contra la máxima copera que mencionamos en el comienzo, esa que sugiere ser implacables en su estadio.

Más allá de lo que representa el marcador en sí mismo, hay otras cosas que preocupan más al cuerpo técnico. La primera de ellas es la falta de pericia que está teniendo para finalizar las opciones que genera. Aunque tampoco son tantas, con un porcentaje mayor de eficacia sufriría en una menor medida.

También deberá revisar el cuerpo técnico eso de las veces que el rival llega a posiciones de gol. El San Pablo actual está muy lejos de ser aquel equipo-cuco que, históricamente, asustaba en el continente. Así y todo, con la mezquindad y limitaciones a cuestas, le anotó un gol y podría haber marcado más de haber estado más fino en la definición.

Todos temas que Gallardo seguramente tiene apuntados y que intentará solucionar en el corto plazo.

Un tema aparte es el estado del campo de juego. El propio entrenador se quejó en conferencia de prensa de cómo se encontraba el césped del Monumental. Para un equipo como River, que pretende jugar con pelota al piso y haciéndola circular, un terreno desparejo es el peor enemigo. Lo curioso es que ese enemigo está en su propia casa.

Sabiendo como lo perturban estas cuestiones al entrenador, no debería extrañar a nadie que se produzca una convulsión interna por este punto. Que no es un detalle menor.

Luego, hay que decir que desde lo futbolístico River continúa adoleciendo de confiabilidad. Es un equipo muy inestable dentro de un mismo partido. Fluctúa entre momentos muy buenos y otros pasajes en los cuales realmente se ve dominado. Estas caras tan diversas y recurrentes son las que no le permiten encontrar su identidad.

Es cierto también lo narrado se consigue de la mano de una estructura base que pueda colocarse en cancha en la mayoría de los partidos, algo que a Gallardo, por la sucesión de lesiones, le fue imposible poner en práctica.

En definitiva, vicisitudes de un fútbol donde cada día estos imponderables tienen más ingerencia. Mirando para adelante, y siempre hablando de la Libertadores, River tendrá que ir mejorando al andar. El calendario apretado no le posibilita tener tiempos para trabajar demasiado.

El próximo escollo será la altura de La Paz, donde se verá las caras ante un The Strongest que sorprendió en el arranque del grupo. Ese, a priori, no parece ser un escenario apto para utopías. Aunque suene mezquino, un empate en semejantes condiciones adversas no se avizora como un resultado para despreciar.

Pero claro, con los márgenes ya acotados, después, en la recta final, no podrá flaquear. En ese cierre post Bolivia tendrá dos choques en su casa, y ahí definirá la fase. Por eso hacerse fuerte en el Monumental será clave. Gallardo, y este plantel, saben bien de esta historia. Sólo tendrán que recuperar la memoria.