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Encienden la antorcha, encienden la ilusión

BRISTOL-- La mitología griega venera el fuego como un elemento sagrado. Prometeo se lo robó a los dioses y estos crearon a Pandora con todas sus virtudes y le entregaron una caja de regalos para llevar a Prometeo. En ella estaban todas las desgracias. Prometeo abrió la caja, era el castigo de Zeus. Pero en el acto, Prometeo había revelado los secretos de sabiduría y conocimiento guardados por el fuego. Los griegos mantenían una llama eterna ardiendo en sus principales templos, los protegía de cualquier desgracia. Los Juegos de la antigua Grecia se iluminaban con el fuego y el símbolo se convirtió en tradición de los Juegos modernos a partir de 1936.

La maquinaria de propaganda Nazi propuso al Comité Olímpico Internacional la realización de un relevo que arrancara en Olimpia, en las ruinas en las que trabajaba el arqueólogo alemán Hans Schleif, miembro de la SS. De Grecia a Berlín, pasando por cinco países y documentado por reportes de la radio oficial del régimen de Hitler durante once días de recorrido. El relevo también sirvió de herramienta de propaganda en 1984. El boicot soviético a los Juegos de Los Ángeles fue anunciado el día en el que la llama olímpica se paseaba por la 5ª Avenida de Manhattan. Los organizadores contemplaban el abismo de los Juegos tras la negativa de la URSS & Co. El relevo rescató a los Juegos sirviendo como agente de difusión del evento. También como centro de recolección de fondos. Fueron 15,000 kilómetros y cada corredor pagó 3,000 dólares por kilómetro recorrido.

El fuego lo enciende una actriz, seleccionada entre cientos de miembros de la comunidad teatral de Grecia. El honor de encender el fuego de los Juegos de Rio le corresponde a Karina Lehou. Engalanada en una toga blanca y acompañada por un grupo de sacerdotisas, Lehou enciende la antorcha con el reflejo de los rayos solares en un espejo cóncavo. La antorcha encendida pasa luego a Eleftherios Petrounias, gimnasta griego y campeón del mundo en anillas en 2015. Luego, Giovane Gavio, dos veces medalla de oro en voleibol para Brasil, será el encargado de sacar la antorcha del antiguo estadio de Olimpia para que recorra Grecia. El 3 de mayo llegará a Brasilia.

El clima que la reciba no será el mejor. La llama llega a un país ardiendo. Si el relevo de la antorcha ha servido para promover el mensaje olímpico por el país organizador, Brasil necesita del relevo tanto como cualquier otro. Quizás más. Dilma Rousseff ha dividido al país y su proceso de separación de su cargo concentra la atención. El relevo puede ser, como lo ha sido antes también, foco de atracción para protestas políticas. También lo fue en su camino hacia Atenas y Pekín, por lo que el COI suspendió su realización fuera del país sede. Brasil es muy grande, 83 ciudades y 20,000 kilómetros cubiertos por el relevo, solo superado por el recorrido en China en el 2008. Tres meses y mucha obligación para el fuego sagrado. Prometeo lo robó, pero en su recorrido por las tierras brasileñas puede encontrarse con una caja de Pandora.