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Relojería australiana

MELBOURNE -- Melbourne es una ciudad limpia, muy limpia. Y organizada. Muy organizada. Carros que respetan al peatón y que se detienen ante la señal en rojo del semáforo, tranvías urbanos que circulan la ciudad por todos sus puntos cardinales con una precisión de relojero, callecitas limpias y botes de basura esparcidos en cada esquina brindan una buena acogida al visitante.

Y como todo hijo de su papá es y hasta sale pintado, la logística y organización del Abierto de Australia no se podía quedar atrás: ¡es de una impecabilidad (perdón Borges) admirable! Guardias de seguridad amables, que saludan y sonríen y entienden que los protagonistas no son ellos; empleados del torneo dispuestos a colaborar en lo que sea posible; parlantes en la sala de prensa anunciando constantemente la hora exacta de las entrevistas con los jugadores y un sin fin de comodidades que están siempre a la orden del día para facilitar el trabajo periodístico.

Y para los fans masajes, limpiezas faciales, arreglos de cabello y juegos electrónicos gratis. Algo tienen que recibir a cambio por llenar de vida el evento y haber impuesto una nueva marca en asistencia en toda la historia de los Grand Slams: 63,557 espectadores ingresaron ayer durante todo el día, rompiendo la marca impuesta en este mismo torneo el año pasado, con 62,885.

Alguien me comentó que muchos australianos aún no regresan a la cotidianidad y que todavía andan celebrando las festividades de fin de año. Eso explica el ambiente en las tribunas. Ni que hablar cuando se les pone una cámara en frente: saltan, gritan, gesticulan y saludan. Sin prejuicio alguno dan rienda suelta a toda su espontaneidad.

Estuve en el partido que jugaron González y Cañas, que tuvo un colorido impresionante en las tribunas. Más o menos unos 100 chilenos alentaban sin parar a "Fena" y unos cuantos argentinos, intimidados, lograban apenas balbucir unos cuantos vivas por Willy Cañas. Y como es costumbre, los gritos futbolísticos retumbaban sin cesar. El "Chi-chi-chi-le-le-le, viva Chile" se escuchaba en todo Melbourne Park. Segundos después, un tímido y repentino "Wi-wi-wi-ly-ly-ly, vamos Willy" salió inesperadamente de un grupo de tres argentinos sentados apenas unas cuantas filas abajo de la gran masa chilena. Viéndose derrotados en número, lo ideal era el humor. Las carcajadas de ambos bandos no se hicieron esperar.

Ganó González y empezará a jugar contra jugadores sembrados. Viene primero el francés Richard Gasquet, preclasificado 24º, a quien el Bombardero de la Reina nunca ha enfrentado. Pero mientras el chileno ha pasado difíciles escollos (Hewitt y Cañas), el francés no se ha visto aún con un rival que haga temblar, y además tuvo muchas dificultades para vencer al argentino Diego Junqueira, número 76 del mundo. Eso juega en favor de González, quien de vencer al galo se enfrentará seguramente a Rafa Nadal, quien viene con un ritmo demoledor, habiendo ganado todos los sets jugados y concedido sólo 11 games de 36.

Nadie daba un peso por Gisela Dulko frente a la número 2 del mundo, la estadounidense Serena Williams y para sorpresa de todos estuvo la bonaerense a seis set points de forzar a un tercer set. No pudo Dulko mantener la tranquilidad y al final permitió que la Williams le quebrara el servicio en un game definitvo que registró 12 deuces. En entrevista con ESPN tras el partido, admitió Dulko que había pasado una mala noche por culpa de una fiebre que la aquejaba.

Así pues se van desvaneciendo poco a poco las esperanzas latinoamericanas en el torneo, justo 30 años después de que Guillermo Vilas, último hispanohablante en ganar aquí, lo lograra. De 16 latinoamericanos que comenzaron, solo quedan dos. González y Del Potro son las últimas cartas