Archivo Revista El GráficoPrimera tapa de El Gráfico 30 de Mayo de 1919

BUENOS AIRES -- En estos días se cumplen 92 años de la aparición en Buenos Aires de la revista El Gráfico.

Curiosamente en su origen la publicación no fue concebida como una revista de deportes. Su fundador, el editor uruguayo Constancio C. Vigil, aspiraba a reflejar en sus páginas la actividad social y cultural de la metrópoli que en 1919 se encontraba en proceso de cambio después de los fastuosos festejos del centenario y empezaba a recibir la masiva inmigración europea que en poco tiempo transformaría las recoletas costumbres de la sociedad porteña.

Lo novedoso de la revista, su valor diferencial, residía en la decisión editorial de jerarquizar las imágenes por sobre los textos. Esa es la explicación y el sentido de su nombre: El (semanario) Gráfico.

En sus páginas se reflejaban con grandes fotografías acompañadas por epígrafes, acontecimientos variopintos que interesaban a las clases acomodadas. La primera edición del 30 de Mayo de 1919, lleva en su tapa una fotografía del desfile militar del 25 de Mayo frente a la Casa de Gobierno.

Durante sus tres primeros años de existencia la revista llevó en sus tapas mayoritariamente, retratos de actrices, bailarinas, señoras de sociedad, algunos políticos y militares de la época y hasta Carlitos Chaplin.

La primera portada de fútbol fue la de la edición número 5, del 26 de Julio de 1919, que reportaba un partido amistoso entre Argentina y Uruguay. Pero pasarían dos años y tres meses hasta que el Campeonato Sudamericano de 1921 volviera a poner al popular deporte en la primera plana de la publicación.

Archivo Revista El GráficoPrimera tapa de fútbol, publicada el 26 de Julio de 1919

Recién en 1922 El Gráfico adoptará el perfil que lo hará célebre en el mundo, limitando sus contenidos a las expresiones deportivas de la época. Vistas con ojos de hoy, sorprende la diversidad de disciplinas que ocupaban las tapas en esos tiempos fundacionales: Tenis, yacthing, golf, aviación deportiva, rugby, polo y automovilismo dan cuenta del perfil social del lector que sostenía la revista.

Poco a poco el fútbol va ganando presencia y hacia finales de la década coincidiendo con la profesionalización, se vuelve preponderante en las tapas y en una serie de láminas en colores que se publicaban en la retiración de contratapa.

En esos años, la revista aparecía los viernes, en su interior se ofrecía una cobertura de los partidos de la semana anterior y en la tapa, a manera de anticipo, una producción con futbolistas vestidos con los colores de los equipos que protagonizarían el mejor partido del fin de semana siguiente.

Estas portadas, coloreadas en el proceso de impresión, fueron determinantes en la construcción de la mitología y el folklore futbolero argentino. Por primera vez los futbolistas eran mostrados como celebridades en piezas gráficas de gran calidad y excelentes diseños. Hay una curiosa serie de tapas de 1933 en las que se utiliza el fotomontaje para editorializar situaciones coyunturales del campeonato en disputa.

El recurso da cuenta de los reflejos periodísticos de los editores de El Gráfico para ampliar su franja de lectores, atentos a la explosión del fútbol entre las clases populares.

Con el correr de los años ya en las décadas del cuarenta y cincuenta la tapa de El Gráfico se fue convirtiendo en un espacio consagratorio no solo para los futbolistas sino para los deportistas argentinos de todas las disciplinas.

Era frecuente encontrarse con ciclistas, boxeadores, pelotaris y hasta billaristas retratados en estudio y montados sobre un fondo en una técnica similar a la del back projecting del cine de la época.

Un análisis de ese período y de los posteriores será un tema interesante para un próximo encuentro en este blog.

Nos vemos.

Archivo Revista El GráficoTípica tapa de los primeros años de la revista
Archivo Revista El GráficoDiseño de vanguardia en una tapa de 1932

Archivo Revista El GráficoLos cracks de la época posando como artistas de cine

Archivo Revista El GráficoLas tapas que construyeron la mitología futbolera nacional

Archivo Revista El GráficoEl fotomontaje comenzó con la popularización de la revista

Archivo Revista El GráficoOtro pintoresco ejemplo del proto photoshop de los años 30

Golpes

FECHA
15/04
2011
por Fabián Mauri

BUENOS AIRES -- El universo del boxeo siempre resultó atractivo para los fotógrafos. Sus sórdidos ambientes, sus sacrificadas historias de vida, trascienden la búsqueda meramente deportiva y son una tentación para quien pretende documentar la realidad cámara en mano.

Diego Levy, fotógrafo argentino de larga trayectoria en medios de prensa, acaba de inaugurar Golpes, una exposición que aborda el trajinado tema del deporte de los puños desde una perspectiva honesta, original y contundente. Catorce austeros retratos en blanco y negro de ex boxeadores profesionales constituyen la muestra que se puede ver en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la ciudad de Buenos Aires.

Hace unos años, Levy se acercó a la Federación Argentina de Box buscando mejorar su estado físico. Se puso a las órdenes del entrenador Lorenzo Beneventanno, veterano gladiador en las grandes veladas del Luna Park de la década del '70. La cara curtida del maestro despertó el instinto fotográfico de Diego que un día llegó al gimnasio con su Hasselblad dispuesto a retratarlo. Ése fue el primer eslabón de la serie.

Más tarde, tras ardua búsqueda, desfilaron frente a su cámara ídolos olvidados, campeones del mundo y modestos semifondistas. Luis Federico Thomson, Cirilo Gil, Horacio Acavallo, Miguel Angel Castelini, Sergio Víctor Palma, entre otras glorias del box argentino, miraron profundamente a cámara y a las imágenes obtenidas, solo fue necesario agregarles un lacónico epígrafe que es casi un prontuario: Nombre, apellido y número de combates en los que estos deportistas fueron pagando en cuotas su existencia.

El autor eligió el formato cuadrado y realzó los viejos rostros tallados a trompadas, encuadrándolos frontalmente en un extremo primer plano. Los ojos tristes parecen apreciar la sensibilidad del artista que los interpela con su maquina fotográfica. Lucen relajados, transparentes. Aprecian, sin duda, a aquel que los rescata del olvido. Sin embargo no es la de Levy una mirada piadosa. Por el contrario, hay algo de exaltación, de elegía, de hacer justicia con el karma de estos hombres, que con espartana vocación y entrega enfrentaron a golpes su destino. Una fotografía, igual que un Jab a la mandíbula, se saca en una milésima de segundo y su marca queda impresa para siempre.

Diego LevySergio Victor Palma / 62 peleas
Diego LevyLuis Federico Thompson / 186 peleas
Diego LevyHoracio Acavallo / 83 peleas
Diego LevyRamón La Cruz / 236 peleas
Diego LevyJose Menno / 135 peleas

Diego Levy complementa su muestra de fotografías con este video que incluye testimonios de los retratados. Los invito a compartirlo.


BUENOS AIRES -- La bandera argentina es como la de todas las naciones, una representación perceptible de la noción de Patria. El número 10 en la espalda de una camiseta a bastones celestes y blancos, es un símbolo no tan grandilocuente pero igualmente reconocible, de una tradición y de una identidad (futbolera) nacional.

No está bueno confundir al deporte con la Patria. Esa manipulación, que con frecuencia fustigan algunos comunicadores, sólo es funcional a quienes pretenden mantener adormecidas las conciencias de los ciudadanos. Ahora bien, en la fotografía que nos ocupa en esta entrega, esos íconos patrióticos y futboleros no solo conviven sino que se potencian y se plasman en una composición que por su textura pictórica, su economía cromática y su capacidad de síntesis, trasciende el género de la fotografía meramente informativa. Podría ser el afiche de una película o la tapa de un libro de ilustradores figurativos.

Maximiliano Failla/AFPEl 10 y la bandera, una postal argentina

Sin embargo es una foto de prensa. Fue tomada por Maximiliano Failla de la agencia AFP, en la cobertura del regreso al país del seleccionado argentino de fútbol, tras la derrota frente a Alemania que significó su eliminación en el mundial de Sudáfrica.

Ese acontecimiento puntual, esa noticia, no está explícitamente constatada en la fotografía. Sin embargo la imagen de Failla es rica en interpretaciones. Es poética. Un movimiento centrípeto deja ver como detrás de un velo, como en una ensoñación, el pelo renegrido y el diez en la camiseta de una persona anónima de espaldas. (Hasta podría ser Diego, pero Diego va en el ómnibus gambeteando pensamientos.)

Es un anónimo hincha que quiso manifestar, a la vera de la autopista, su apoyo al entrenador argentino después de la derrota. Escuché hace poco que un autentico ídolo adquiere esa dimensión cuando, por ejemplo, marca un gol y el hincha en la tribuna o en la tele tiene la sensación de que es él mismo quien lo logra. Un poco la teoría discepoliana(*) de que es El Hincha la energía generadora y central del universo del fútbol.

Si aceptamos esta chapuceada manipulación de lo que en sicología se llama Proyección, de alguna manera es Diego, también, el protagonista de la foto. Es un Diego simbólico, en consecuencia pasible de convertirse en un estampado ideal para lucir en una remera, con esa carga emotiva, que puede ser leída como una declaración de principios de quien la viste, del mismo modo que Diego luce en su hombro un tatuaje del Che. Es decir que ese anónimo hincha de la foto podría llevar cerca de su corazón, su propia imagen convertida en símbolo. Sería una toma de conciencia de lo más interesante y en sintonía con los tiempos que corren.

Salvando enormes (siderales, de acuerdo) distancias, la imagen guarda la potencialidad de, por ejemplo, el famoso retrato del Che de Korda, incluyendo el riesgo de la banalización del mensaje, que es simple pero sincero: "Diego, estamos con vos, sobre todo en las malas, porque vos sos nosotros" Eso fue sin dudas, lo que sucedió el día en que la selección argentina regresó de Sudáfrica y mucha gente marchó a la ruta a recibirla.

La noticia que el reportero gráfico fue a cubrir y resolvió con inspiración y maestría.

(*) En referencia a Enrique Santos Discépolo, guionista, director y protagonista del film "El Hincha" Argentina Sono Film 1951. Se consigue en DVD. Joya imperdible.


BUENOS AIRES -- Una curiosidad es, sin dudas, que la foto mas representativa del primer partido de fútbol que se jugó en el mítico estadio de Wembley no corresponda a un gol; a una jugada o a la entrega de una copa, sino a una emblemática imagen de los incidentes que se produjeron en el campo de juego antes del comienzo de aquel match inaugural.

Junto a otras monumentales obras arquitectónicas, el estadio había sido construido para ser presentado en el marco de la Exposición Imperial Británica de 1924. De hecho, antes de ser universalmente célebre por el nombre del barrio en el que se emplazó, fue conocido como el Empire Stadium (Estadio Imperial). En 1923 ya estaba en condiciones para ser utilizado y la Federación Inglesa dispuso que se inaugurara con el partido final de la F.A.Cup entre el Bolton Wanderers y el West Ham United. Al natural atractivo que significaba para los apasionados aficionados ingleses la definición del certamen, se sumaba el hecho histórico de presenciar el primer match a disputarse en el nuevo coliseo. El clima primaveral y el fácil acceso en transporte público completaron el combo perfecto para que aquel 28 de abril una verdadera muchedumbre se acercara a Wembley.

Las puertas del estadio se abrieron a mediodía, tres horas antes de la patada inicial, fijada para las 15. Rápidamente el aforo de 125.000 espectadores se vio colmado, pero la afluencia de público no cesaba y comenzaron a colapsar los accesos. La policía intervino formando un cerco para impedir el ingreso, pero duró poco, la multitud desbordó las barreras y se abrió paso hacia las gradas, obligando a los que ya se encontraban allí a invadir el campo de juego. El partido estuvo a punto de suspenderse, los jugadores del Boltón no podían alcanzar la zona de vestuarios y el caos era total.

La inminente llegada al estadio del rey de Inglaterra, Jorge V, encargado de entregar el trofeo, obligó a la policía a recurrir a su división de montados para tratar de dispersar a la gente del terreno de juego.

Central Press/Getty ImagesEl aluvión humano y el caballo blanco

Un fotógrafo busco un punto elevado para tener una perspectiva adecuada de los incidentes que se venían desarrollando y fue así que inmortalizó a Billie, el caballo blanco que contrasta con la multitud de fanáticos con gorras y sombreros, intentando mantenerlos fuera de los límites de la cancha para que se pueda jugar el partido, que contra toda la tradición de puntualidad inglesa, comenzó con cuarenta y cinco minutos de demora.

Se calcula que 200.000 espectadores, presenciaron la final, ocupando hasta los bordes de las líneas de cal, a la vera del campo de juego. Ganó el Bolton por 2 a 0 con un gol a los dos minutos de David Jack y otro muy controvertido en el que los jugadores del West Ham protestaron porque el público devolvió una pelota que se iba afuera y el escocés Jack Smith, silbando bajito, siguió con la jugada y selló el marcador.

Pero el que quedó en la historia fue el animal montado por el policía George Scorey, que se convirtió en el símbolo de aquel primer partido jugado en Wembley, recordado como La Final del Caballo Blanco. En 2005 una encuesta dio ganador el nombre de White Horse Bridge para bautizar a un puente peatonal de acceso al reconstruido estadio de Wembley. De manera que Billie, aun hoy, casi noventa años después, sigue estando presente en las finales de copa.


BUENOS AIRES -- Según los manuales una chilena, una bicicleta o una chalaca es una maniobra en el fútbol que consiste en patear el balón alto, con el cuerpo paralelo al piso, de espaldas hacia donde se quiere impulsar la pelota, elevando las piernas hacia delante, en el aire y sin apoyarse en el suelo.

Se considera un lujo realizar esta jugada correctamente, más aún cuando se logra el cometido de convertir o evitar un gol. Nada ilustraría mejor esta académica definición que las imágenes de Wayne Rooney del Manchester United, marcando el tanto del triunfo en el clásico frente al Manchester City , en la fecha 27 de la Premier League.

Es tal la plasticidad del gesto técnico del delantero que entre dos fotografías de la misma escena, tomadas con distintos lentes y desde ángulos opuestos, se hace difícil elegir la mejor.

Andrew Yates/AFP/Getty Images
La imagen tomada por Andrew Yates de la agencia AFP/Getty con un teleobjetivo de 400 mm se concentra en el contraste entre la acción del delantero y la inacción de los defensores. Mientras Rooney, suspendido en el aire, acaba de impactar el balón con su pie derecho, dos defensores del City permanecen clavados en el piso, sin oponer resistencia al atacante en actitud ya resignada.

Las características del lente con que fue tomada la fotografía (su distancia focal, su profundidad de campo) destacan a los tres protagonistas perfectamente en foco sobre el fondo difuso de las tribunas del estadio.

Ningún otro elemento distrae la mirada del centro de atención. Mérito de los reflejos del fotógrafo ante la velocidad de la jugada, es la presencia de la pelota en el encuadre. El balón amarillo tensiona la equilibrada composición formando un triángulo casi perfecto con la punta del botín de Vincent Kompany a la izquierda y el talón de Micah Richards a la derecha.

La ubicación del fotógrafo es cercana al banderín del corner del lado derecho del ataque del United, desde donde partió el centro de Nani, lo que demuestra gran experiencia y conocimiento del juego del fotoperiodista, ya que no ve, sino por el rabillo del ojo, la trayectoria de la pelota hasta que la recibe Rooney, a quien ya tiene en la mira intuyendo que será el receptor del centro.

Es característico en las fotos del fútbol inglés un ángulo de toma muy bajo, a la altura de las rodillas de los jugadores, ya que los fotógrafos trabajan dentro de una especie de trinchera y los lentes quedan por ese motivo, casi al ras del césped. Este emplazamiento realza aún más la espectacularidad de la escena.

Jon Super/AP
La versión de Jon Super, de la agencia AP es menos impactante desde el punto de vista fotográfico, pero más rica en su valor periodístico. Tiene mejor información, es más documental. El fotógrafo utiliza un teleobjetivo corto, de 135 mm, cuya distancia focal es más parecida a la visión del ojo humano. Esta perspectiva más real permite apreciar en el ángulo inferior izquierdo de la foto, la línea del área chica, dándonos referencia precisa de la ubicación de Rooney en el campo y de la distancia que lo separa de los defensores, que en la imagen anterior parecían pegados al delantero.

La foto está sacada desde el segundo palo del arco del City, tomando como referencia el lugar desde donde partió el centro de Nani, lo que facilita la tarea del fotógrafo que puede ver todo el tiempo la trayectoria de la pelota, ya que viene hacía él.

La composición es un poco más sucia que la de la foto de AFP/Getty. El número 42 del City, Yaya Touré, que aparece detrás de Rooney interfiere un poco, si nos ponemos puristas, en la apreciación de la plasticidad de la maniobra. Pero el marco del Old Trafford, el juego de todas las miradas que confluyen en la pelota, y el gesto de impotencia de Vincent Kompany le aportan a la imagen una carga dramática muy futbolera.

Seguramente estas dos fotografías estarán entre las mejores del año de sus respectivas agencias. El golazo de Wayne Rooney, definiendo de chilena el clásico de Manchester en El Teatro de los Sueños ya está en la historia de las épicas hazañas del fútbol inglés. Disfrutémoslo una vez más. Nos vemos.


BUENOS AIRES -- Acceder a los valiosos archivos fotográficos de dos grandes agencias internacionales como Getty Images y Asociated Press, a este editor de fotografía le hace revivir el cosquilleo que de niño experimentaba al tomar por asalto un tarro de cartón de dulce de leche, en ausencia de adultos.

Entre aquellas memorables panzadas clandestinas en la cocina, una se destaca en el recuerdo por su banda de sonido: la transmisión por Radio Rivadavia del partido Inglaterra-Argentina, por cuartos de final del Mundial 1966.

Mientras yo le entraba sin parar al néctar, el relator se desesperaba ante la comedia de enredos protagonizada entre los ingleses, Rattín y el árbitro alemán, que terminó con la expulsión del capitán argentino, quien se marchó del campo dejando para la leyenda su patético numerito patriotero, la instauración de la tarjeta amarilla y el resbaladizo concepto de Campeón Moral.

De aquel mundial datan también las primeras imágenes futboleras del archivo virtual de mi memoria: el exótico Eusebio, La Pantera de Mozambique; Pelé, que duró poco en la lidia y salió herido; los robustos uruguayos mirando pasar a los aviones alemanes; el episodio de los postes elípticos, asociados al gol más polémico de la historia de los Mundiales, nada menos que en una final; y por supuesto los ingleses, con camiseta roja, comandados por Bobby Charlton levantando la copa en Wembley.

De ese momento supremo data la imagen que elegí para comenzar este blog.

Inglaterra
Getty ImagesLa foto en cuestión marca una primera y última vez: Inglaterra campeón del mundo

El registro de la imagen es casi pictórico. El formato apaisado y la panorámica perspectiva del gran angular de 28 mm dan un contexto imponente y detallado a los jugadores, que avanzan a paso de vencedores celebrando la conquista.

La foto recuerda aquellos épicos óleos de batallas del siglo XVII: sobre una monocromía de tonos fríos, las camisetas rojas y la amarilla de Gordon Banks se recortan en primer plano, dejando en claro quiénes son los protagonistas y quiénes los figurantes.

El color, contundente novedad de la época, es el característico de las diapositivas Ektacrhome de 64 ASA, que realzaban los tonos cálidos y funcionaban muy bien en condiciones de resolana, como las que presentaba el cielo de Londres al caer la tarde del 30 de julio de 1966.

Ektachrome
Así se veían las diapositivas Ektachrome

A diferencia de otras imágenes de festejos mundialistas, la foto es bastante limpia: sólo unos pocos reporteros y algunos particulares permanecen en el campo de juego, regado de trípodes y accesorios que recuerdan a las armas que quedaban inutilizadas en el campo de batalla después de la contienda.

Aprovechando estas condiciones ideales, el autor de la foto logró tener todo el tiempo el control del encuadre, sin necesidad de ganarse un lugar a codazos y empujones. Pudo plantarse de frente, a cinco o seis metros del grupo de jugadores, sin que ningún extraño interfiriese en la toma.

De hecho, nueve de los once flamantes campeones aparecen en trance de encolumnarse detrás de Bobby Charlton, símbolo del equipo y con rastros de la lucha en su uniforme, levantando la Jules Rimet. El arquero Gordon Banks se ha quitado los guantes y levanta los brazos. A su lado, Ray Wilson aprieta el puño y sonríe satisfecho, mientras que el capitán Bobby Moore, que recibió la copa en el palco de manos de la Reina, parece saludar a un conocido en la tribuna. No es un festejo eufórico, alocado: es flemático, de una alegría contenida, en sintonía con la ornamentación marcial del escudo de los tres leones.

La composición de la foto es sugestiva, dinámica, desordenadamente armónica; presenta varios puntos de atracción, pero todos confluyen hacia la derecha acompañando la línea del techo del estadio, que es el que marca el ritmo un poco circular de la imagen. Nadie mira al fotógrafo. Es de un alto valor documental.

Los inventores del fútbol jamás habían ganado un mundial y hasta hoy no han vuelto a hacerlo. Lo lograron en su casa, ganando una cinematográfica final a Alemania, que en el minuto 90 logró empatar y forzó el tiempo suplementario. Un disparo de Geoff Hurst que pegó en el travesaño y no transpuso la línea fue convalidado como gol y esto desmoronó a los alemanes. El propio Hurst marcaría mas tarde su tercer tanto y sellaría el 4-2 definitivo. Tras el pitazo final, imagino a los 50.000 espectadores entonando en las tribunas los versos de God Save The Queen, antes de asaltar los pubs del Swinging London.

Hablando de asaltar, tengo un dulce de leche en la heladera. Nos vemos.