Justin ForsettAP PhotoEl corredor Justin Forsett busca construir sobre su gran temporada del 2014 con los Baltimore Ravens.
MÉXICO -- La visita de los Baltimore Ravens a los Denver Broncos supone un choque entre dos franquicias que han hecho apariciones recientes en el Super Bowl por parte de la AFC. Aquí hay tres puntos a observar para este encuentro:

Se busca el segundo acto. Justin Forsett fue una de las sorpresas más agradables de la pasada temporada en Baltimore. El corredor que había pasado toda su carrera de NFL como reserva situacional aprovechó la salida de Ray Rice del equipo tras su escándalo, para convertirse en el corredor primordial de los Ravens. Sin embargo, uno de los mayores cuestionamientos que enfrenta Baltimore es ver si Forsett puede repetir ese desempeño, una vez que los rivales se hayan sacudido esa sorpresa y empiecen a prepararse específicamente para su juego. No será lo mismo para Forsett encontrarse a defensivas con planes de juego diseñados en su contra.

En pos de la sincronía. El nuevo entrenador en jefe de los Broncos, Gary Kubiak, instaló un sistema de bloqueos por zona parecido al que hace muchos años rindió excelentes resultados en Denver. A la postre, este nuevo sistema le costó el empleo a Montee Ball, un corredor que no sirve para esta clase de esquema terrestre. C.J. Anderson es un corredor que trabaja fuerte y cuyas características se ajustan a lo que busca Kubiak, pero siendo honestos, no es nada espectacular. Denver apuesta a que el esquema es más importante que el talento individual y la primera prueba para el regreso de este sistema será ente los Ravens, un equipo que tiene jugadores interesantes en su línea defensiva frontal.

¿Quién regresa al juego grande? Los Ravens conquistaron el Super Bowl XLVII ante los San Francisco 49ers en el Superdome, y al año siguiente, los Broncos sucumbieron ante los Seattle Seahawks en Metlife Stadium. Ambos equipos conservan suficiente talento para volver al súper domingo, pero ninguno de ellos está considerado actualmente como el candidato más serio para representar a la AFC en el Super Bowl, en Levi's Stadium. Hoy empieza el camino para que ambos intenten demostrar que todavía deben ser tomados en cuenta entre los favoritos para llevarse el Lombardi.

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MÉXICO -- La primera impresión podría ser que a los Minnesota Vikings les tembló la mano.

Después de desactivar a Adrian Peterson un encuentro, el de la Semana 2 ante los New England Patriots, los propietarios de la franquicia han anunciado que el corredor estelar se reintegra al trabajo con el club y que jugará el encuentro de la Semana 3.

"La decisión de hoy se tomó después de mucho pensamiento, discusión y consideración. Como quedó en evidencia por nuestra decisión de desactivar a Adrian del encuentro de ayer, claramente se trata de un tema muy importante", expusieron Zygi Wilf y Mark Wilf, en un comunicado donde manifestaron que Peterson regresaba al club.

Adrian Peterson
Getty ImagesTras ser desactivado por un juego, Peterson vuelve a los Vikes

El argumento de que a Peterson se le debe un proceso judicial justo antes de decidir sobre una posible medida disciplinaria por parte de la franquicia que lo emplea es trillado, pero admisible. Lo que preocupa es la falta de congruencia con que se actúa. Y lo peor de todo es que no es un mal que afecta solamente a los Vikings.

Si Minny iba a esperar a que Peterson tuviera "su día en la corte", entonces para qué desactivarlo ante New England. ¿Qué ha cambiado del viernes a hoy en el asunto por el cual el corredor enfrenta cargos por lesionar a un menor, su hijo de cuatro años de edad?

En el proceso no ha cambiado nada, pero los hermanos Wilf saben que en la corte de la opinión pública, el tiempo puede significar todo. Después de la generalizada reacción negativa que recibieron los Baltimore Ravens y la propia NFL por su manejo dudoso del incidente de Ray Rice, y las presión pública que se vertió sobre los Carolina Panthers y San Francsico 49ers para actuar en los casos de Greg Hardy y Ray McDonald, respectivamente, los propietarios de los Vikes tomaron una salida fácil. Prescindir de Peterson por un juego, solamente un juego, es señal de que esperan que el público pierda interés en el asunto y que la reacción negativa en su contra se minimice cuando el corredor regrese.

Reitero --porque no hay que perder esto de vista-- que nada ha cambiado en cuanto al proceso legal que enfrenta Peterson desde el viernes pasado cuando se tomó la decisión de desactivarlo, hasta hoy lunes cuando se optó por su reincorporación al equipo. Es importante señalarlo porque el argumento de que el club desea esperar a que se desahogue el proceso legal en contra de su corredor estelar también carece de mucho sustento histórico.

En octubre del 2011, el esquinero Chris Cook --quien ahora juega para los 49ers-- era un jugador de segundo año para los Vikings, reclutado el año previo en la segunda ronda del draft. En ese momento, su entonces novia lo acusó de intento de estrangulación, y a Cook se le levantaron cargos que, de haber sido encontrado culpable, hubieran acarreado una pena máxima de hasta tres años de prisión. Inmediatamente, los Vikings emitieron un comunicado anunciado la suspensión indefinida, sin paga, para Cook. Eventualmente, el club reviró y reintegró a Cook a la plantilla, acuñando nuevamente la frase de que "esperarían hasta que se resolviera el proceso legal", pero la franquicia pidió al jugador mantenerse alejado de las instalaciones y las actividades del equipo durante ese tiempo.

Cinco meses más tarde, Cook fue absuelto de todos los cargos, después de perderse 10 encuentros de la campaña del 2011. La NFL resolvió no castigar a Cook bajo la política de conducta personal.

¿Por qué --esgrimiendo el mismo argumento de la falta de un debido proceso-- a Cook no se le permitió participar en las actividades del equipo, mientras que a Peterson sí? Es sencillo. La incongruencia deriva del hecho de que Cook no es un jugador de élite en su posición, no es un futuro miembro del Salón de la Fama que domingo a domingo puede cambiar la dirección de los encuentros a favor de los Vikings.

La Familia Rooney es una de las más veneradas en los círculos de la NFL, al grado de que el comisionado Roger Goodell pidió a Art Rooney II, y a John Mara de los New York Giants, vigilar la investigación independiente que hará el ex director del FBI, Robert Mueller, acerca del manejo de la liga del asunto Rice. Pero los propietarios de los Pittsburgh Steelers no están libres del mismo pecado cometido por los hermanos Wilf.

El 20 de marzo del 2008, los Steelers cortaron al receptor abierto Cedrick Wilson, después de que fuera acusado por asalto a su entonces ex novia en un bar. Fue una medida que se adoptó de inmediato por el equipo. El gran problema es que 11 días antes, James Harrison recibió impunidad por la misma falta. A Harrison se le levantaron cargos por asalto a su novia en su casa. De acuerdo al reporte policial, Harrison habría derribado una puerta, roto el teléfono celular de la chica cuando ella intentaba marcar al 911, y después la habría abofeteado.

James Harrison
Getty ImagesHarrison esquivó una sanción grave en el 2008, en Pittsburgh

Dan Rooney, el patriarca de la familia, intentó justificar el proceder ambiguo de su organización, diciendo a reporteros en su momento, de acuerdo a un reporte del Pittsburgh Post-Gazzette, "Sé que existen muchas dudas sobre el por qué cortamos a Wilson y retuvimos a Harrison. Las circunstancias que conozco de los incidentes, son completamente diferentes. De hecho, cuando digo que no condonamos estas cosas, no lo hacemos, pero debemos observar las circunstancias que están involucradas con otros jugadores y cosas así, por lo que no son todas iguales. Lo que Jimmy Harrison estaba haciendo y como ocurrió el incidente, lo que intentaba hacer realmente lo valía. Estaba intentando hacer algo que es bueno, deseaba llevar a su hijo a ser bautizado donde vivía y cosas así. Ella dijo que no lo quería hacer".

¿Así que golpear a una mujer por motivos religiosos se perdona, Sr. Rooney?

Lo que sigue de la historia lo conocemos todos. En esa misma campaña del 2008, Harrison logró 16 capturas, una intercepción, tres pases desviados, siete balones sueltos forzados y un safety, para ganarse la designación como Jugador Defensivo del Año, antes de devolver una intercepción 100 yardas justo antes del entretiempo del Super Bowl XLIII para coronar una campaña de ensueño y la obtención del sexto Trofeo Lombardi para Pittsburgh.

Y pensar, si tan sólo Wilson hubiera sido mejor jugador, hubiera podido disfrutar de todo eso junto a Harrison...

Eventualmente, los cargos en contra de Harrison fueron desechados, después de que la víctima se negara a cooperar con las autoridades en el caso y el ex apoyador se sometiera voluntariamente a un programa de asesoramiento sobre violencia doméstica, un camino similar al que tomó Rice para evitar el juicio, pero sin video.

Sin embargo, el problema real radica en la incongruencia con que actúa la NFL y sus franquicias de un caso a otro, dependiendo en buena medida del nivel de talento del jugador.

Regresando a la línea con la que abrimos esta entrada de blog, diré que no, a los Vikings no les tembló la mano. Simplemente hay una serie de normas para unos jugadores y otra serie de normas para otros jugadores.

Para una liga que procura medir hasta la última pulgada cuando se trata de conseguir un primer intento, está claro que en la National Football League no se mide con la misma vara a todos los jugadores.

De acuerdo a un estudio de hace dos años, citado hace una semana por el San Diego Union-Tribune, 21 de 32 equipos de la NFL tenían entre sus filas a jugadores que habían enfrentado cargos por violencia doméstica o abuso sexual. Según un segundo estudio citado en la misma nota del diario, pero de este mismo año, se señala que desde el año 2000 a la fecha, 83 jugadores de entre 25 y 29 años habían sido acusados de violencia doméstica.

Son números alarmantes, no quepa la menor duda, pero el problema de violencia doméstica no es exclusivo de la NFL. Se trata de un mal que permea todos los estratos de la sociedad, y que debe combatirse desde varios frentes.

Lo que sí es un problema exclusivo de la NFL, es el modo en la liga --y sus 32 franquicias-- deciden lidiar con estos incidentes. Los casos de Peterson y Harrison, en contraste con los casos de sus compañeros Cook y Wilson, son la muestra perfecta de ello.

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MÉXICO -- Hace poco más de dos meses y medio, escribí una entrada para este blog titulada "Traspié de Goodell con el asunto Rice". En ella critiqué la postura de la NFL y de su comisionado, Roger Goodell, por emitir un castigo demasiado liviano a Ray Rice en conexión al incidente de violencia doméstica en contra de su ahora esposa, Janay Palmer.

El asunto se recrudeció el día de ayer, cuando el sitio TMZ.com dio a conocer el video --cuya existencia anticipamos en aquella pieza-- del interior del elevador en el Casino de Atlantic City donde ocurrió el incidente.

En el seno de los Baltimore Ravens, los que toman las decisiones se reunieron de inmediato: el propietario Steve Bisciotti, el presidente Dick Bass, el gerente general Ozzie Newsome, y el entrenador en jefe John Harbaugh. La franquicia tomó la decisión de cortar al corredor de inmediato, respaldada por una suspensión indefinida que llegaría cortesía de Goodell y la liga, momentos más tarde.

Aplausos para todos por actuar con mano dura, ¿no es así? No precisamente.

Antes de empezar a repartir palmadas en la espalda, hay que hacernos varias preguntas importantes.

La primera tiene que ver con el argumento de los Ravens y la NFL, confirmado el día de hoy por Harbaugh y el portavoz de la NFL, Greg Aiello, respectivamente, de que el video que salió hoy a la luz no había sido visto con anterioridad por ninguna de las dos entidades.

¿Hemos de creer que la NFL, un negocio de cerca de 10 mil millones de dólares anuales, no pudo haber conseguido un video durante su investigación original sobre el incidente, que TMZ.com sí pudo conseguir? Entonces me da la impresión de que lo buscaron sin muchas ganas de hallarlo.

John Harbaugh
Getty ImagesLa lentitud con que actuaron los Ravens es indignante

La segunda tiene que ver con la desesperante pasividad con que actuó, hasta hoy, la franquicia. Previamente, Harbaugh respaldó públicamente a su jugador, ofreciendo declaraciones trilladas estilo "Ray ha hecho todo lo que hemos pedido", "Seguiremos adelante como organización", etc. Más allá del cambio repentino de dirección en la actitud del club --sin duda movidos por la fuerte reacción adversa que estalló en contra del jugador en redes sociales-- hay que preguntarse, ¿por qué no hizo nada el equipo en primera instancia?

La explicación de Harbaugh ante reporteros durante la tarde de ayer, en su usual conferencia de prensa de los lunes: "[El video] es algo que vimos por primera vez hoy, todos nosotros. Cambió las cosas, por supuesto. Hizo las cosas un poquito distintas".

¿Un poquito?

Y ya que tocamos el tema, vale la pena hacer un paréntesis para mencionar el tema de las redes sociales. En la opinión del ex compañero de Rice, Le'Ron McClain, las redes sociales destruyeron el día de ayer la vida de un hombre y de su familia.

Con todo respeto Sr. McClain, está usted equivocado. La vida de ese hombre quedó arruinada desde el momento en que decidió golpear a una mujer, a su mujer, y el impacto que recayó sobre su familia es un resultado directo --si bien no inmediato-- de ello. Por esa acción, y no por la opinión de los demás, es que Rice es una ruina de hombre.

McClain borró su publicación de Twitter, eventualmente.

Quizás sea cierto que gracias a la reacción que se originó en los medios tradicionales y en medios sociales se haya desencadenado una serie de eventos ayer que incluyeron una sanción más seria para Rice. Sin embargo, el único que golpeó a Palmer --literalmente hablando-- fue Rice. Las risibles medidas iniciales de la liga, y la inexistente reacción del club, fueron golpes en sentido figurado a la dignidad de esa mujer.

Uno de los puntos más penosos de todo el asunto es que, probablemente, si TMZ.com ni ningún otro medio publica el video, Rice se queda con el castigo original. Eso debe preocupar seriamente.

Pasando a la cinta en sí, hay varias cuestiones pendientes, también.

Para empezar, diré que no hace falta verlo más de una vez para sentir náuseas. Recordando el primer video que se hizo público --grabado desde el exterior del elevador cuando Rice saca a Palmer a rastras--, pienso que era relativamente sencillo imaginar lo que veríamos en el video del interior, en caso de que saliera a la luz, como aconteció ayer. Si ya todos teníamos una cierta idea de lo que sucedió en el interior, ¿qué mueve a la liga a reemplazar una suspensión de dos partidos a una indefinida? ¿Qué mueve a la franquicia a cortar un jugador, después de haberse cruzado de brazos por tanto tiempo? O como bien preguntó mi colega de ESPN, Louis Riddick, al aire: "¿Qué esperaban ver en este video?".

Volviendo a la declaración de Harbaugh, ver el video no debió haber cambiado nada; el club y la liga debieron haber actuado de otra manera desde el principio.

Otra cuestión que me parece aberrante es la calma con que actúa Rice después de dejar inconsciente a Palmer. Tras el puñetazo que le propina al rostro, y el aparente golpe que ella se da con el barandal del interior del elevador mientras cae, queda totalmente inmóvil sobre el suelo, mientras Rice la contempla con tranquilidad. No hay sorpresa, no hay alarma en su actitud. Eso resulta completamente aberrante.

Baltimore Ravens
AP PhotoAyer, el equipo retiró pancartas en apoyo a Rice

Me gustaría saber qué piensan ahora las decenas de fanáticos que recibieron con porras y aplausos a Rice durante el arranque del pasado campamento de entrenamiento del equipo. Ojalá ellos, como la liga, hayan cambiado de opinión acerca del incidente.

Finalmente, mi también colega en ESPN, J.A. Adande, eleva la siguiente pregunta: "Si Rice no fue enviado a prisión después de este video, ¿cómo deben recibir justicia las mujeres maltratadas que no cuentan con un video?". Los pormenores del proceso legal --que acabó rápidamente sin juicio para Rice-- no son tema de este blog, pero la interrogante ahí queda.

Las declaraciones de Goodell de la semana pasada, en el sentido de que la NFL elevaría las sanciones a incidentes de violencia doméstica --seis juegos para la primera ocasión y veto de por vida de la liga para a primera reincidencia-- suenan huecas cuando consideramos que los San Francisco 49ers, dirigidos por Jim Harbaugh, hermano de John, alinearon a Ray McDonald en el juego de apertura de temporada el pasado domingo. McDonald está siendo investigado por violencia doméstica, tras un arresto de la semana pasada. Los Niners también han dicho que su liniero defensivo jugaría la siguiente semana, con todo y el escándalo Rice tomando por asalto las primeras planas deportivas, y Goodell anunció que dejaría correr el proceso legal antes de decidir si el asunto amerita sanción.

Así que la mano dura no es tan dura, y tampoco es muy veloz.

Entiendo que no hay motivos para suponer a priori que McDonald es culpable, pero lo menos que puede hacer la liga y el club --ya sea en conjunto o en forma separada-- es ordenar una investigación independiente del hecho.

Greg Hardy participó en la victoria de los Carolina Panthers ante los Tampa Bay Buccaneers de la Semana 1, pese a que fue hallado culpable por dos cargos de violencia en contra de su ex prometida durante el receso de temporada reciente. Pero eso sí, no se le vaya a ocurrir volverse a pintar la cara como "The Kraken", porque las multas de la NFL arribarán de manera expedita a sancionar "violaciones a la política del uniforme". Su caso legal está en proceso de apelación.

La NFL tuvo la oportunidad de convertirse en figura líder para la cruzada contra la violencia de género. La dejó pasar en el caso Rice, y en múltiples casos similares. No actuó a tiempo, y bochornosamente se vio obligada a aumentarle peso a una sanción inicial que se antojaba simbólica, gracias a la presión pública.

No, no es momento de repartir felicitaciones ni ofrecer palmadas en la espalda a nadie.

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Ray Rice, Janay PalmerGetty ImagesEl castigo se queda muy corto respecto al tamaño de la ofensa en el asunto Ray Rice-Janay Palmer.

MÉXICO -- Finalmente cayó el peso de la justicia sobre el corredor de los Baltimore Ravens, Ray Rice, después de que la NFL anunciara de manera oficial su castigo por violar la política de conducta personal de la liga.

La sorpresa que nos llevamos fue que, al menos en este caso, el peso de la justicia fuera tan liviano.

Rice será suspendido dos encuentros, y perderá el cheque de juego de un tercer juego, además de que deberá cubrir una multa por 58,000 dólares después de haber golpeado a Janay Palmer, su entonces prometida --y ahora esposa--, en el elevador de un casino/hotel de Atlantic City el pasado 15 de febrero.

En total, no jugar dos encuentros y perder la cantidad de 763,882 dólares --la suma entre el dinero que dejará de percibir por tres cheques de partido más la multa-- sabe a muy poco por un incidente que conlleva una grave repercusión social. Rice es uno de los jugadores más populares de la liga, y el video que filtró en su momento TMZ del corredor sacando a rastras a su esposa --presumiblemente inconsciente-- del elevador es escandaloso.

El comisionado de la NFL, Roger Goodell, ha enfatizado constantemente desde que asumiera el cargo en el 1° de septiembre del 2006, la protección de la imagen de la liga, de la integridad del escudo. Goodell ha impuesto castigos severos a un puñado de jugadores por todo tipo de ofensas.

Sin embargo, cuando un episodio de violencia doméstica, que además quedó grabado en video --existen imágenes de lo que sucedió dentro del elevador que no han sido divulgadas-- recibe lo que se percibe como apenas un leve manazo, empezamos a sentir el tipo de incongruencias que minan la autoridad de Goodell, ponen en duda la legitimidad de su causa y manchan ese mismo escudo de la NFL que tanto habla de proteger.

¿Cómo explicar que Mike Priefer se perderá más partidos para los Minnesota Vikings, que Rice para los Ravens?

Los Vikings --no la NFL-- suspendieron por tres encuentros a Priefer, su entrenador de equipos especiales, después de ordenar una investigación exhaustiva por las acusaciones del ex pateador de despeje del equipo, Chris Kluwe, en el sentido de que Priefer usó insultos homofóbicos en el vestidor.

Aclaro que no me parece excesiva la sanción para Priefer. Pienso que el equipo dio una excelente lección de cómo se deben manejar los problemas dentro de la franquicia, actuando con severidad antes de esperar a que la liga actuara, y creo que el castigo es adecuado.

Simplemente creo que el castigo a Rice, comparándolo con lo de Priefer, debió haber sido mucho más extenso.

Eso sin mencionar el asunto de Terrelle Pryor, que si miramos hacia atrás, parece ridículo en comparación. Goodell suspendió cinco encuentros al mariscal de campo por su papel en el escándalo de Ohio State por el cual varios jugadores, incluyendo a Pryor, intercambiaron jerseys y otros objetos de memorabilia a cambio de beneficios impropios, como dinero y tatuajes. Goodell sancionó a un jugador por algo que hizo cuando no pertenecía a la NFL, y cuyo castigo habitual no pasa de perder la elegibilidad colegial, además de las sanciones que se impusieron al programa de los Buckeyes.

La suspensión del receptor abierto estelar de los Cleveland Browns, Josh Gordon, no ha sido anunciada oficialmente, pero fuentes de la liga han reportado que se perdería toda la temporada del 2014 tras haber arrojado su tercer positivo en pruebas de control. De acuerdo al propio jugador, la última prueba fallida fue por mariguana.

La percepción aquí --y sólo hay que darse una vuelta por redes sociales para tener una idea-- es que fumar demasiada mariguana es equivalente a golpear a ocho mujeres, según la NFL.

Desde luego, la percepción no siempre corresponde a la realidad, pero a veces la supera en importancia. Con cada acto reincidente, la NFL impone penas más severas. Cuando un jugador es suspendido cuatro encuentros significa que ya ha arrojado dos pruebas positivos (ya sea por drogas recreativas o por sustancias prohibidas, como podrían ser esteroides), y después de la primera, usualmente el jugador únicamente ingresa a un programa de asesoría, además de que queda sujeto a pruebas al azar por parte de la NFL. Una suspensión de un año es prueba de que el jugador ha fallado tres pruebas de control.

En el caso de la política de conducta personal, conforme se van acumulando los incidentes, también crecen las sanciones. Si Rice volviera a verse involucrado en una disputa de violencia doméstica, con toda certeza, el castigo no sería de únicamente dos partidos de suspensión.

Sin embargo, hay que reiterar que la percepción es en ocasiones más importante que la realidad, y la percepción aquí es que la NFL es más permisiva con la violencia de género que con incidentes de insultos verbales o el consumo de drogas recreativas.

El mensaje que manda Goodell con un castigo tan leve mancha el mismo escudo que está tan empecinado en proteger, según sus propias palabras.

Desde luego, los Ravens no están exentos de culpa. La conferencia de prensa que se llevó a cabo el pasado mes de mayo fue una broma de mal gusto. Rice se presentó ante los medios pidiendo disculpas al equipo por el incidente, sentado al lado de Palmer, quien a su vez pidió disculpas por su "rol en el incidente". En ningún momento, Rice le pidió disculpas a su ahora esposa.

Lo peligroso de todo el asunto es que de algún modo se empieza a coquetear con la aberrante noción de que, de algún modo, las mujeres tienen cierto grado de culpa cuando son víctimas de este tipo de maltratos.

Inclusive las palabras de John Harbaugh, entrenador en jefe de los Ravens, parecen tomar el asunto a la ligera.

"No es un gran problema", dijo Harbaugh después de que se diera a conocer la suspensión de su corredor, hablando sobre no contar con él por dos partidos. "Es simplemente parte del proceso... Respaldo a Ray, es un gran tipo. Lo ha hecho todo correcto desde entonces".

No hay nada de malo en respaldar a tu jugador cuando atraviesa una situación difícil, pero un enunciado delineando que tanto él en lo personal, así como el equipo al que representa, desaprueban toda clase de violencia a las mujeres hubiera sido adecuado. Eso sin mencionar que de haberse tratado del cuarto corredor en el orden de plantilla, y no el estelar, ya hubiera sido cortado.

La liga se ha metido en una situación delicada ante la corte de la opinión pública. Claramente, la sanción parece quedar muy pequeña con respecto a la ofensa en un caso en el que, de haber sido sentenciado, Rice pudo haber ido a prisión de tres a cinco años.

Y las cosas podrían empeorar para Goodell.

El apoyador Daryl Washington de los Arizona Cardinals ha sido suspendido por la totalidad de la campaña del 2014 tras arrojar positivo por tercera ocasión por uso de sustancias prohibidas. Sin embargo, también fue arrestado en mayo del año pasado y enfrenta cargos por asalto agravado en contra de la madre de su hija, a quien habría empujado a dos manos causando una fractura en su clavícula. En mayo de este año, Washington se declaró culpable en el incidente y enfrenta un año de libertad probatoria. La NFL todavía no anuncia un castigo para Washington por esta violación de la política de conducta personal, pero Goodell se halla entre la espada y la pared.

Si el castigo para Washington es similar al de Rice, el comisionado estará reforzando la idea de que para la liga los incidentes de violencia de género no son asunto grave. Si es un castigo significativamente mayor, entonces será objeto de acusaciones en el sentido de que no se mide a todos los jugadores con la misma vara.

El momento no podría ser peor para Goodell, justo después de elogiar a Adam Silver por el modo en que su homólogo de la NBA actuó con severidad y prontitud en el asunto de Donald Sterling.

¿Qué hacer, qué hacer?

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