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La controversia reina en el Mundial

Para llenar el vacío durante la cuenta regresiva al inicio del Mundial, las listas acerca de los mejores goles, equipos y jugadores de la historia de la competencia han pasado por todos los sitios habidos y por haber. Pero mientras la Copa del Mundo es un ámbito perfecto para momentos exquisitos y de belleza individual, el fútbol es un deporte que tiene sus dos caras: la buena y la mala. Los fiascos son tan festejados como las leyendas y como les diría cualquier fanático de larga data, el terrible dolor que se produce cuando las esperanzas de una nación son destrozadas en circunstancias siniestras dura más que la emoción por cualquier gol crucial, un pase sublime o una victoria ajustada.

La desgracia y la controversia han sido habituales invitados de cada Copa del Mundo desde el primer torneo. En 1930, el arquero de Uruguay salió en una gira estilo Calígula para liberar la tensión acumulada durante ocho semanas de entrenamiento. Y en 2006, la leyenda francesa Zinedine Zidane selló el final de su carrera con una escena digna de la lucha libre que no fue detectada por el árbitro principal, sino por el cuarto árbitro, justamente cuando la FIFA ha negado sistemáticamente el uso de las repeticiones instantáneas para tomar decisiones.

La controversia juega un rol santificado en la historia del campeonato. Para la FIFA, una audiencia de millones mirando el juego es importante, pero lograr que la audiencia hable del torneo es casi tan importante como que lo miren. La emoción que entrega la victoria hace que el corazón se saltee algún latido, pero la alegría pasa y puede ser olvidada. La mancha del escándalo o el ardor por haber sido robado y perjudicado permanece en la garganta como una espina de pescado que no puede ser deglutida por décadas. (Para chequear esta teoría en condiciones científcas, aguarde 20 años, vaya a un bar en Irlanda y levante su copa en un brindis público por Thierry Henry).

Aquí presentamos 10 de los momentos más controversiales en la historia de los Mundiales, cuyas heridas duelen todavía.

10. La batalla de la cerveza, 2006

La más prolongada discusión en la última Copa del Mundo no fue ni la "Batalla de Nuremberg" entre Portugal y Holanda -en la que un nervioso árbitro ruso, Valentin IVanov, sacó la insólita cantidad de 16 tarjetas amarillas y 4 rojas- ni la performance del referí inglés Gragham Poll, un infame y presumido oficial que le sacó tres tarjetas amarillas al croata Josip Simunic cuando dos debieron haber sido suficientes para mandarlo temprano a las duchas. La más caliente controversia ocurrió antes de que la bola siquiera fuera pateada, cuando los medios alemanes descubrieron que la firma americana Budweiser, Rey de las Cervezas -según el slogan-, se había garantizado el monopolio de ventas en los estadios del Mundial.

Bitburger, la valiente manufacturera de la cerveza local conocida como Bit, fue acosada para presentar una demanda mientras la prensa de casa encendía cada vez más las llamas del conflicto. Der Spiegel preguntaba "¿Qué es esta cerveza estadounidense? Una bebida fría de color ambar que te da dolor de cabeza sin emborracharte", furioso porque una bebida norteamericana fuera la única en venta en un país afamado justamente por su cerveza. Ante la presión local, Budweiser se vio forzada a retrodeceder, permitiendo a su rival local quedara disponible siempre y cuando la vendieran directamente de tirada, en vasos sin marca.

9. Tirarse es creer: Corea del Sur versus Italia y España, 2002

Que uno sea paranoico no quiere decir que no lo estén siguiendo. Cuando el anfitrión Corea del Sur eliminó a Italia del torneo de 2002, el entrenador del equipo azurro, Giovanni Trapattoni, acusó una conspiración en su contra. El árbitro, Byron Moreno de Ecuador, parecía haberse asegurado que los coreanos progresaran una ronda más en el Mundial, eliminando un gol perfectamente lícito de Italia y echando del campo en una decisión controversial a la estrella de aquel equipo, Francesco Totti, por tirarse para conseguir una falta a favor.

Los diarios españoles despreciaron los reclamos italianos, pero cuando fue la propia España la que cayó ante Corea, en la siguiente ronda, los medios ibéricos cambiaron su tonada con un titular de Marca gritando: "¡Italia tenía razón!". El árbitro Gamal Ghandour dejó sin validez dos goles lícitos del seleccionado europeo y sus jueces de línea -uno ugandés, el otro triniteño- juzgaban que un ataque español tras otro ocurrían con posiciones fuera de juego. Moreno regresó a Ecuador y fue recibido como un héroe, pero dejó el referato dentro del año siguiente tras recibir dos suspensiones domésticas por malas actuaciones como juez. Ghandour se retiró poco tiempo después de que los diarios españoles lo acusaran de aceptar un auto Hyundai como "regalo" de la Asociación Coreana de Fútbol.

8. El Dios caído: Maradona, 1986 y 1994

Inglaterra enfrentó a Argentina en el duelo del rencor, en los cuartos de final de 1986. Era la primera vez que ambos rivales chocaban tras pelear en una guerra real por las Islas Malvinas. La lógica dictaba que un árbitro con experiencia se hiciera cargo de la tarea. En cambio, el represente de Túnez Ali Bennaceur fue premiado con su primera participación mundialista. En el minuto 51, Maradona usó la "Mano de Dios" para golpear la pelota sobre el sorprendido arquero inglés Peter Shilton hasta dentro del arco. Todo el mundo vio el uso ilegal del puño, excepto el hombre que importaba. Bennaceur convalidó el gol y más tarde culpó de su error a un tratamiento contra los hemorroides que estaba aplicándose en aquel momento y que afectó su visión. Cuando le cuestionaron la legalidad de su gol, Maradona sugirió inocente y en forma bastante poética que había marcado ese tanto "un poco con la mano de Dios y otro poco con la cabeza de Maradona".

Apenas ocho años después, el argentino fue el villano del torneo, y lo mandaron a casa por doparse con efedrina. Tras anotar un gol en la primera ronda, lo festejó con tal desenfreno que una muestra de orina resultaba casi innecesaria. Tomando la cámara de televisión que estaba al costado del campo y presionando su gesto contra ella, Maradona fue -en palabras del diario inglés The Guardian- "televisado alrededor del mundo, sus rasgos contorsionados lo hacían ver como un lunático, volando en un cóctel de adrenalina y toda droga recreacional conocida por el hombre".

7. Lo que diga el jefe: Francia versus Kuwait, 1982

El fluido seleccionado francés deslumbró con su elegante y potente fútbol de ataque durante todo el torneo. Liderado por la creatividad ofensiva de "los tres mosqueteros" (Minchel Platini, Alain Giresse y Jean Tigana), fueron casi imparables en la ronda inicial. Y entonces se encontraron con Kuwait, que desarrolló una estrategia novedosa para evitar que anotaran. El Sheikh Fahad Al-Ahmad Al-Sabah, presidente de la Asociación de Fútbol de Kuwait, dejó su asiento y se lanzó al campo de juego, quitando a sus jugadores de una protesta ante un gol francés que -ellos aducían- había sido anotado después de que un jugador propio escuchara un silbato de las tribunas y dejara de jugar. El árbitro del encuentro, el ucraniano Miroslav Stupar, tomó una decisión salomónica y revirtió el fallo original, anulando el gol. Fue la única vez en la historia de la Copa del Mundo en que una decisión fue vetada por un miembro de la tribuna. Los franceses, igualmente, ganaron 4-1.

6. El arreglo teutón: Alemania Occidental versus Austria, 1982

La valiente Argelia arrancó su primera Copa del Mundo dando la gran sorpresa ante Alemania Occidental: lo venció 2-1. En aquel momento, los partidos de la fase de grupos no se jugaban al mismo tiempo, y los resultados subsecuentes determinaron que la formación alemana comenzara su partido frente a Austria con plena conciencia de que un 1-0 a favor permitiría a ambos equipos progresar en el torneo en perjuicio, justamente, de Argelia.

Los austríacos procedieron a ceder un gol dentro de los primeros 10 minutos y, de allí en adelante, no pasó nada. Todo quedó como se esperaba, y aunque el arreglo entre los equipos nunca fue provado, alcanza decir que la pelota rara vez salió de la zona de mitad de cancha por los siguientes 80 minutos.

Indignados, los simpatizantes argelinos mostraron con impotencia billetes desde la grada para sugerir que había un acuerdo entre los equipos en cancha. Un fanático alemán expresó su desagrado quemando su propia bandera. El hotel de Alemania fue asediado por sus propios hinchas, que montaron una protesta, pero el entrenador del equipo, Jupp Derwall, deshechó las críticas arguyendo que sus dirigidos querían "pasar de ronda, y no jugar al fútbol". El legado de este incidente fue el cambio de reglas para los siguientes torneos: los últimos dos partidos de cada grupo ahora se juegan en el mismo horario.

5. No llores por mí: Holanda versus Argentina, 1978

Argentina, los anfitriones, alcanzaron la final contra la creativa Holanda en circunstancias dudosas. Los argentinos necesitaban una victoria por cuatro goles para clasificar a la final y le hicieron seis, en un partido ante una escuadra peruana sospechosamente paralizada y -más tarde- acusada por rumores varios de haber recibido una buena paga para dejarse hacer los tantos.

Pocos partidos han sido jugados en una atmósfera más intimidatoria que esa final, que tuvo lugar en la furibunda Buenos Aires, en el Estadio Monunmental. El trofeo se levantó gracias a momentos de fútbol técnico y brillante, pero la "caballerosidad" de los anfitriones tambén tuvo un rol escencial en ese resultado final. Primero, el omnibus de los holandeses fue llevado por un circuito extendido hasta llegar al estadio. Después, lo holandeses se mantuvieron en el campo unos 10 minutos antes de que comenzara el juego, mientras sus rivales locales elegían mantenerse en los vestidores y dejaban a los naranjas frente a una guerra nerviosa con una turba de 70.000 fanáticos opuestos a ellos como única compañía.

Los argentinos finalmente emergieron desde el tunel, sólo para cuestionar la veracidad del yeso que cubría la mano del jugador holandés Rene van der Kerkhof, que había sido sancionado por la FIFA y advertido en partidos anteriores. Cuando ganó el juego mental, Argentina estaba lista para ganar el juego real, llevando luego el trofeo a la junta militar reinante entonces en el país.

4. Esposas: el escándalo del brazalete de Inglaterra en Bogotá, 1970

Inglaterra pudo haber estado defendiendo su título de campeón en México 1970, pero los ingleses era vehementemente rechazados en toda América Latina. El continente entero todavía alimentaba su furia de la última Copa del Mundo, que según se creía con bastante fuerza había estado arreglada. Los ingleses, para ofender más aún a sus anfitriones, habían viajado con un gran arsenal de comidas congeladas para evitar cualquier comida local y alguna venganza de Moctezuma asociada a ello.

En su camino al torneo, el plantel inglés paró en Bogotá, Colombia, y el capitán y talismán Bobby Mooe fue apresado por -supuestamente- robar un brazalete de esmeraldas. El resto del equipo continuó su viaje, pero el icónico defensor fue detenido en arresto domiciliario por cuatro días antes de ser liberado.

El equivalente moderno a este incidente sería que Wayne Rooney fuera encarcelado en el camino a Sudáfrica. La pérdida temporaria de Moore desarmó al equipo inglés, que perdió aún más el sueño gracias a la flotilla de automóviles mexicanos que gastaron todas sus horas nocturnas tocando la bocina alrededor del Hilton de Guadalajara, el hotel base del campamento inglés. Alemania Occidental tuvo su revancha por 1966 al eliminar al cansado equipo británico en los cuartos de final.

3. Reparaciones de guerra: Inglaterra versus Alemania Occidental, 1966

El fútbol realmente llegó a casa cuando la Copa del mundo se disputó por primera vez en Inglaterra, la nación que inventó el juego. El equipo local ganó su único campeonato, pero la legalidad de su triunfo siempre fue puesta a duda y su vencido, Alemania Federal, se convirtió en uno de los máximos rivales.

La final se disputó en el estadio de Wembley, en Londres. Los 93000 espectadores que llenaron las gradas estuvieron reforzados por otros 400 millones que sintonizaron por televisión este partido –el primero entre estos dos adversarios desde la guerra-. El juego estaba empatado 2-2 al final del tiempo regular. A los once minutos del suplementario, el delantero inglés Geoff Hurst convirtió el tercer gol del anfitrión. Sin embargo, la pelota no ingresó en el arco pese al dictamen del juez de línea soviético, Tofik Bakhramov, que convalidó el gol. Hay una historia apócrifa que cuenta que cuando Bakhramov estaba en su lecho de muerte, se le preguntó cómo estaba tan seguro de que era un gol y dio la respuesta de una sola palabra "Stalingrado", refiriéndose a la sangrienta batalla de la Segunda Guerra Mundial en el que murieron 750.000 soviéticos a manos de alemanes.

2. Los puños de la furia: Italia versus Chile, 1962

La reputación de los italianos por sus tácticas maquiavélicas se transformó en legendaria en la famosa "Batalla de Santiago", frente a Chile. Uno de los partidos más violentos en la historia de la Copa del Mundo, fue más una demostración de artes marciales que un partido de fútbol. La acción fue tan chocante que la BBC creyó conveniente agregar un prefacio a la transmisión del partido, que se pasó en diferido. Era la siguiente advertencia: "Buenas noches. El partido que usted está por ver es la exhibición más estúpida, horrorosa, desagradable y vergonzosa posiblemente en toda la historia del juego".

Pasaron apenas 12 segundos para que se sancionara la primera falta del encuentro, y 12 minutos para que el primer jugador fuera expulsado. Fue el mediocampista italiano Giorgio Ferrini, que se negó a dejar la cancha y tuvo que ser removido del campo a la fuerza por la policía. Tras intentar dirigir esos disturbios que duraron 90 minutos, el árbitro Ken Aston se inspiró para inventar las tarjetas amarillas y rojas, admitiendo: "No arbitré un partido de fútbol, actué como el juez en maniobras militares".

1. Camisas negras: Italia versus Francia, 1938

Con Europa al borde de la guerra, el equipo italiano de Mussolini, el campeón defensor, reveló su rol como talón del torneo. Sus partidos en Francia mostraban turbas bulliciosas de exiliados italianos anti-fascistas, hasta 10.000 personas pro juego, que llegaban para abuchear cada movimiento de su país. Estas protestas solo parecían servir para elevar el nivel de juego de Italia. Liderados por el astuto juego de Giuseppe Meazza, el equipo se paseó hacia su segundo caompeonato mundial consecutivo.

La controversia llegó en los cuartos de final, en el duelo ante los anfitriones. Como los dos equipos utilizaban camisetas azuls, le pidieron a Italia que llevara su casaca alternativa, tradicionalmente blanca. En su lugar, y bajo órdenes de Mussolini, el equipo llegó a la cancha con camisetas negras, la Maglia Nera, un símbolo de la temida y despreciada policía paramilitr fascista. Fue un gesto diseñado para provocar a los miles de franceses e italianos opositores que estaban en la grada. Como un adorno adicional, Il Duce ordenó a sus jugadores hacer el saludo fascista antes del pitazo inicial, hasta que los aullantes opositores se quedaran sin energía para insultarlos. El equipo se quedó con el título por los siguientes 12 años, en los que hasta la Copa del Mundo quedó truncada por el conflicto que consumió al continente.