El super campeón

ABU DHABI -- El argentino Lionel Messi, el mejor jugador del mundo, le dio el triunfo al Barcelona en la final del Mundial de Clubes al marcar con el pecho, en el minuto 110, el gol de la victoria (2-1) del conjunto catalán sobre Estudiantes de La Plata.

Tenía que ser él, Messi, quien estaba llamado a dar la estocada en el partido que debía decidir el campeón del mundo. Un gol suyo, con el pecho, con el escudo, en el minuto 110 rompió la igualdad del Estudiantes-Barça, para dar al equipo azulgrana un trofeo que se le resistía.

Como en Wembley, cuando el Barça se proclamó campeón de Europa en 1992, el conjunto azulgrana se adentró peligrosamente en el suplementario, de donde volvió a salir campeón. Esta vez ante un auténtico Estudiantes, ya ganador en 1968, y que estuvo a punto de obtener el segundo trofeo intercontinental. Pero se le escapó por un minuto, después de que Pedro Rodríguez, en el 89, empatase el partido.

El equipo de Pep Guardiola lo intentó hasta el último suspiro y tuvo oportunidades de empatar en más de una ocasión, y a punto estuvo de esfumarse el sexto título del año (Liga, Copa del Rey, Liga de Campeones y las Supercopas de Europa y España), de no ser primer por el pequeño Pedro y después por el 'crack' de los 'crakcs', Lionel Messi.

Estudiantes se apuntó en la libreta de deberes que el Barcelona flaqueaba en los balones largos y altos, y lo probó a las primeras de cambio para tantear al adversario, que aún sabiendo que por aquí adolece de intensidad parece no haber tomado nota de cómo resolver los males que le atacan.

Cada vez que el balón caía bajo el control de la medular argentina, Enzo Pérez y Mauro Boselli se disponían a recibir en largo para dar el primer susto. Piqué y Puyol, en el eje de la defensa azulgrana, debieron ajustar mucho sus movimientos para controlar este tipo de acciones.

Sin embargo, por donde pudo llegar el gol argentino fue en un pase raso en el que Verón habilitó a Pérez, quien no tuvo el punto de velocidad para llegar antes que Vícor Valdés, que abortó con una salida certera el que podría haber sido el primer tanto del partido.

El Barcelona no estaba cómodo. Igual que contra el Atlante mexicano, los de Pep Guardiola tenían problemas en todas las líneas, ya que el centro del campo, ni tenía espacios ni recibía con comodidad. Messi se movió a la zona ancha para añadir mimbres con los que asociarse con Xavi y Busquets, y abandonó la banda derecha para Alves, que atacó en algunas acciones pero en solitario.

La primera oportunidad de los barcelonistas se trenzó en el minuto 8, pero la internada de Xavi careció de convencimiento por parte del catalán para fusilar a Albil, y prefirió el pase cruzado que no encontró rematador.

La pelota quedó atrapada en el centro del campo durante una larga fase del partido, en la que apenas una acción decidida puso el balón en el área de alguno de los dos equipos, hasta llegado el minuto 26 en el que Verón resolvió con un disparo cruzado tras un córner.

Seis minutos después se produjo una acción crítica en el área de Estudiantes, cuando Albil tocó la pierna de Xavi y lo derribó, cuando éste intentaba regatearlo, mientras que el colegiado señaló saque de arco.

Estudiantes no le perdió el pulso al partido ni tampoco olvidó la idea con la que podía dar un golpe letal al Barcelona; el balón largo a Boselli o Pérez, y que cayese una segunda acción a uno de estos para iniciar un ataque desde la frontal.

No debió esperar mucho el Estudiantes para abrir el tanteador con un centro, cuando Mauro Boselli se coló entre Puyol y Abidal para meter la cabeza y enviar el balón al fondo de las mallas (1-0), a pesar de la estirada de Valdés.

Era un marcador razonable dadas las oportunidades que se habían generado en el choque y por el tono del conjunto argentino, que sin complicaciones en defensa y en el nutrido centro del campo mantenía a raya a su rival, el cual seguía con las constantes vitales decaídas y con algunos jugadores, como el francés Henry, inoperante y sin garra para luchar por los balones.

En el segundo tiempo, Guardiola volvió a echar mano del banco sin más dilaciones y puso al siempre combativo Pedro Rodríguez en el campo en lugar de Keita, con el fin de fijar las bandas con dos jugadores, y que Ibra y Messi entrasen desde atrás, sin ubicar a un jugador como delantero centro.

A los dos minutos, un robo de balón acabó con una acción directa de Messi a Ibrahimovic, quien no se lo pensó dos veces tras un buen control pero en su fuerte disparo no colocó la pelota entre los tres palos. Ibra, nuevamente en el minuto 7 de este segundo tiempo, se marcó una jugada de potencia pero se topó con una precisa salida de Albil que llegó a tiempo para despejar el balón.

El Barcelona empujaba y, con su juego de combinación o a través de acciones de coraje, como una de Ibra, intentó igualar el tanteador, pero la acción del sueco no encontró a un Pedro que no esperaba el error en la salida de Albil. O cuando Pedro, en el 70, realizó una gran jugada personal sin recompensa.

El acoso del Barcelona empezó a ser mayúsculo y entonces sí que Estudiantes se replanteó el partido y su sentido del mismo. No le importó dar unos pasos atrás, tapar todos los huecos, presionar y morder a los rivales que debían crear, y dejar sólo en punta a Mauro Boselli para cazar alguna, hasta que fue sustituido por Maxi Núñez.

En los últimos minutos, Estudiantes se vio completamente desbordado hasta que llegó el gol de Pedro Rodríguez (1-1), que envió de cabeza por encima del meta, provocando el delirio en el campo en el minuto 89.

El partido llegó a la prórroga y en ella aparecía un Barça algo más entero frente a un Estudiantes aturdido por el gol encajado y bastante fatigado. Messi, en la primera que pudo encarar, dejó sentando a más de un rival pero su disparo no encontró la meta, como en una de Ibra en el 101.

No fue hasta el segundo cuarto de hora cuando el Barça puso la directa y de un centro preciso de Alves, Lionel Messi puso el pecho para acompañar la pelota al fondo de las mallas y establecer el 1-2 y, en definitiva, propiciar que el Barça lograse por primera vez el Mundial de Clubes y provocar las lágrimas en el rostro de Josep Guardiola, el creador del 'Barça de las Seis Copas'.