Tri sale de honduras para encarar a Honduras

EAST RUTHERFORD (Rafael Ramos Villagrana) -- Un México transformado recupera los valores principales de un seleccionado de futbol: goles, victoria y funcionamiento. 4-1 sobre un Costa de Marfil, irresponsable, cierto, pero oponente al fin y al cabo.

Ante 35,671 testigos en el MetLife, México salió del estado de coma en que se encontraba en este 2013, aunque lo hace en un juego amistoso, intrascendente y sin peso ni influencia, por sí solo, en el drama particular que vive en el Hexagonal Final de la Concacaf.

Chepo de la Torre se atrevió. Lo forzaron en ese aquelarre en el bunker lujoso de Justino Compeán, pero lo sustancioso es que ante los rejones, los reclamos y las advertencias, reaccionó.

No fue ni complicado ni doloroso, por el contrario. Les quitó grilletes a unos y les soltó las riendas a otros. Y la transición fue fascinante por momentos.

El Tri jugó sin presiones, sin angustias, sin histerias, y de repente encontró que los orfebres del buen futbol se comunicaron sutilmente con calificaciones notables para un implacable Oribe Peralta, abastecido por el tesón de Chaco Giménez, Fernando Arce, Giovani y Ángel Reyna.

Fue tan sutil y armonioso como dejar que jugadores con talento aprovecharan, muy cierto, las facilidades defensivas de Costa de Marfil, pero antes, recientemente, en el pasado inmediato, no había siquiera sentido común para ello.

¿Alcanza para vencer a Honduras en el Estadio Azteca el 6 de septiembre? Al menos alcanza para que los catrachos sepan que la víctima indefensa que parecía ya el Tri en su cancha, ha dejado de serlo.

Ojo: en medio de todas las consideraciones del rendimiento del Tri en la primera mitad, no debe olvidarse el entorno, especialmente un adversario con poderío físico, pero sin convicción mental. Un amistoso accidental de poca semilla y cosecha en la cancha, especialmente cuando reposa de inicio a Drogba, Kalou, Gervinho, Zoro y a Diarrasouba.

Porque incluso no puede olvidarse la manufactura de los dos primeros tantos: un autogol y un error defensivo retrasando el balón lento y al centro, aunque ambos son originados por el acoso mexicano, una obsesión u hostigamiento que antes no aparecía.

DEL BLANCO Y NEGRO, AL VERDE...

México empezó a crear ilusiones y borrar dudas desde la papeleta de alineaciones. Lo confirmaría en la cancha, al paso de los minutos y con el peso y los pasos de los elegidos.

De repente, por primera vez, bajo el mando del Chepo de la Torre, México era capaz de agobiar con cinco o seis jugadores merodeando el área. Incluso, con todo y el tono suicida, hasta Gerardo Torrado quería sacar juventud de su pasado.

Un México distinto en muchos sentidos. Chaco Giménez, Fernando Arce y Ángel Reyna encontraron el sentido común de artesanos con la pelota. Y el encuentro de ellos con Oribe Peralta y Giovani dos Santos se dio con la naturalidad de una ansiedad de diálogo entre iguales.

Fluidez, control, comunión, comunicación, entrega el dominio a México, y en la perseverancia se generan los goles, el primero cuando Boka pretendiendo echar el balón afuera termina embocando en su meta el 1-0 (10'), que endosaba al Tri esa tranquilidad analgésica y urgente en tiempos de crisis.

El 2-0 (27') es otra torpeza defensiva de los Elefantes. Gosso es perturbado por Chaco Giménez en la desesperación por recuperar el balón. El marfileño fomenta el suicidio. Retrasa el centro y débilmente. Oribe Peralta anticipa, empeina y firma el 2-0.

Con el destino afilado rozándole el pescuezo, Costa de Marfil reacciona, pero más con goles que con futbol, y México mantiene la serenidad y la pelota. Pero en esa violencia desmedida, el silbante canadiense David Gantar perdona una roja por embestida sobre Gio y una amarilla sobre el Chaco por faltas arteras.

El 3-0 llega en el alargue del primer tiempo, y llega como un acto de justicia para limpiar ese marcador percudido por las equivocaciones en defensa de los africanos.

Y en ese 3-0, a destacar que Chaco Giménez gesta la jugada por derecha, la telepatía con Giovani, y a subrayar que nuevamente es Oribe Peralta el que pone el autógrafo en el acta notariada de un Tri distinto radicalmente en los primeros 45 minutos.

EL CAMBIO CON LOS CAMBIOS...

Los Elefantes montan uno de sus colmillos. Ingresa Didier Drogba en el segundo tiempo. Marca diferencia. Futbolista de otros firmamentos.

México empieza a dosificar y a pagar por los movimientos: entran tres Damián Álvarez, Torres Nilo y Jesús Zavala.

En las transiciones, también predomina una mayor insistencia en la marca por parte de Costa de Marfil y un desentendimiento en la marca de México, perdiendo la capacidad para recuperar la pelota en zona menos incómoda.

Y mientras México ve correctamente anulado un cuarto gol, ve correctamente marcado un penalti que acorta diferencias, tras un penalti de Gerardo Torrado con un infortunado manazo al balón, y que al minuto 61 le permite a Drogba acortar el marcador.

Y en el aluvión de cambios, los equipos fueron perdiendo coherencia, armonía, solvencia y ritmo. El 3-1 prevalecía como autentificación, como certificación, de un primer tiempo que atenúa la angustia para un entrenador que aún sigue emplazado a ganar cuatro de seis puntos, hasta que al 90, Ángel Reyna pone el matasellos al marcador con el 4-1, y le pone una cereza a su propio pastel en un gratísimo reencuentro con la selección.

Al final, como victoria en amistoso, puede minimizarse, pero sobrevive el objetivo mayúsculo de lo exigido al Chepo: una selección distinta, con personalidad, sin docilidad ni sometimientos.