LOS ÁNGELES Kobe Bryant parece haber bebido de la fuente de la eterna juventud. El jugador de Los Angeles Lakers continúa en la flor de la vida con 34 años recién cumplidos, y es que, como el buen vino, el paso del tiempo pasa para bien.

¿Recuerdan las 34 primaveras de jugadores antológicos de la talla de Larry Bird, Kareem Abdul-Jabbar o el mismísimo Michael Jordan? Todos ellos seguían brillando en sus treinta y medios cumplidos. El primero registró 19,4 puntos y 7,2 asistencias de media por temporada con dicha edad; Abdul-Jabbar, 23,9 puntos y 8,7 rebotes cuando los Lakers se hicieron con el anillo en 1980 además de ser MVP de la liga; Jordan hizo lo propio con 28,7 puntos; 5,8 rebotes y 3,5 asistencias por encuentro, que ayudaron a que Chicago Bulls lograra otro título en 1997.

Bryant continúa siendo la piedra angular de uno de los proyectos más ilusionantes que ha vivido en sus años de oro y púrpura. Muchas son las cualidades que le erigen como el líder eterno de la franquicia, muchos los partidos memorables y recuerdos que han construido su carrera a base de éxitos. Por eso nos metemos en la cabeza de Bryant y navegamos en su pasado para rescatar algunos momentos que la estrella del basket no olvidará jamás.

Sus primeros recuerdos en la NBA son los de aquella noche en la que Charlotte Hornets le eligió en la treceava posición del draft de 1996. Bryant nunca jugó bajo las órdenes del coach Dave Cowens y 15 días después fue traspasado a los Lakers. Tenía 17 años de edad y en su debut en el quinteto titular (ante Dallas) logró 12 puntos, dos asistencias, tres rebotes y otros dos robos de balón. El Bryant adolescente apuntaba maneras y su candidatura al estrellato se gestó una temporada más tarde, cuando tuvo un espléndido cara a cara con Michael Jordan.

El jugador de Chicago Bulls contaba precisamente con la edad que Bryant atesora en la actualidad y no pudo más que presenciar los 33 puntos que anotó un joven que se hacía hombre a marchas forzadas. A pesar de ello, se demostró que la veteranía es un grado y Jordan logró la victoria para su equipo con 36 puntos anotados. Aquel mismo año, hizo las delicias de los amantes de las clavadas al hacerse con la primera plaza del Slum Dank con una puntuación de 49,0. Su descaro pasó a mayores en jugadas aisladas como la legendaria clavada ante Ben Wallace o la de 2002 sobre Todd MacCulloch; ese mismo año se proclamó MVP en el All Star. Por aquel entonces ya acumulaba tres anillos de campeón de la NBA (2000, 2001 y 2002) y el escolta todavía tenía mucho que decir.

La maquinaria Bryant estaba engrasada y lista para abrirse un hueco en la historia. Algún día contará a sus nietos que fue capaz de anotar 12 triples en un partido ante Seattle SuperSonics en 2003 superando a Dennis Scott, que con nueve, atesoraba el récord; que no vaciló lo más mínimo en sus ansias anotadoras (en febrero de 2003 logró finalizar nueve citas sin bajar de los 40 puntos), y que fue capaz de agarrar el testigo de uno de los jugadores más grandes que han pasado por la NBA.

Si hay un momento clave que reside en la memoria de Bryant, ése es cuando destronó a Jordan. Con 55 puntos en la victoria de los Lakers ante Washington Wizzards en la campaña 2003, Bryant mostró su poderío ante un Jordan que daba sus últimos coletazos como profesional y que llegó a las 23 unidades. El ex de los Bulls trató incluso de evitar cubrir a su rival y en aquel momento se firmó sobre la duela un cambio generacional grabado no sólo en la memoria de los protagonistas, sino en el ideario colectivo de todos los aficionados.

Tenaz e incapaz de ponerse límites, Bryant fue capaz de ridiculizar a rivales y compañeros en 2004. Él solo se bastó para endosarle 62 puntos a Dallas Mavericks, y es que durante tres cuartos, el marcador fue claro: Kobe, 62; Mavs, 61. Sobran las palabras y los titulares. Lo cierto es que aquella marca fue tan solo un aperitivo para el rey de la subversión. En 2006 tocó la cima luego de anotar 81 puntos ante Toronto Raptors. Abusivo y antológico, pero aún quedaba más. En su rebeldía anotadora, en 2007 se erigió como el único jugador junto a Wilt Chamberlain capaz de anotar 50 o más puntos en cuatro citas al hilo. Y así, paso a paso, punto a punto, llegó a convertirse en 2010 en el máximo anotador de la historia de los Lakers. Casi nada.

Dos años antes, en 2008, aterrizó en Los Ángeles su gran amigo Gasol. Juntos se hicieron con el anillo en 2009 y 2010, con un Bryant más que consagrado dispuesto a contagiar al español. Su amistad estaba supeditada también a sus enfrentamientos con sus respectivas selecciones. En los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, Bryant se enfundó la presea de oro tras derrotar a la España de Gasol en la final, lo mismo que este verano en Londres, donde se pudo ver una imagen para la historia con Bryant consolado a su compañero de equipo.

Hay tanto de qué rascar entre los últimos logros internacionales y domésticos... ¿Recuerdan el Juego 1 de aquella final entre Lakers y Orlando Magic en 2009? Seguro que Bryant sí. Llegó a los 40 puntos, ocho asistencias e igual número de rebotes. ¿Y aquella final del Oeste ante Phoenix Suns? Cómo iban a olvidar las neuronas de 'Black Mamba' aquel juego en el que jugó con un dedo dañado y una rodilla a punto de ser intervenida. A pesar de ello, llegó a los 37 puntos.

Kobe Bryant cumplió años este jueves, y envuelto en logros colectivos y personales, su futuro augura más éxitos. La campaña de los Lakers promete y en su cabeza todavía queda espacio para seguir llenándola de recuerdos inolvidables. Quién sabe si empatará o mejorará la marca de seis anillos lograda por Jordan, si será capaz de llegar a los Juegos Olímpicos de Sao Paulo, o cuántos MVP le quedan por conseguir y All Star por jugar. En su mano está el sacar provecho de un plantel de lujo formado por rivales antaño como Steve Nash o Dwight Howard y su amigo del alma, Gasol. Suya es la tarea de seguir siendo un líder dentro y fuera de la cancha, de salvaguardar esa voz que nunca calla para elogiar, criticar y hasta vacilar, esa muñeca capaz de anotar sobre la bocina y no temblar en los momentos decisivos, esa creatividad que le hace inventar en un mundo del baloncesto donde ya casi todo está hecho.

Porque Bryant es único e inigualable, que cumpla muchos más.