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América para los americanos

Luis Suárez terminó siendo una de las máximas figuras de la Copa América para el campeón Uruguay Getty Images

SAN DIEGO -- Se la bebió hasta el último sorbo, y merecidamente, Uruguay llega para instalarse en la historia de la Copa América, con su claro e inobjetable triunfo frente a una selección de Paraguay que navegó en la medianía, con un futbol medroso que debería quedar proscrito de toda competencia.

Y así como el trayecto de los paraguayos hacia la final se realizaba por los vericuetos de la mediocridad de un futbol amarrete, aunque con recursos avalados por la normatividad del deporte, el peregrinaje de ésta edición 2011 de la Copa América, también se conducía por las zonas grises del futbol.

Las estrellas tampoco brillaron, como su fama lo anticipaba, en el invernal firmamento argentino.

Queríamos ver a Messi y terminó luciéndose Luis Suárez. Se esperaba la consagración de Neymar y la rompió el costarricense Joel Campbell.

Por lo que corresponde a los goles, aparecieron a plenitud tan sólo en los dos duelos finales del torneo.

En cuanto a la sede, con el último aliento, con la última gota de gasolina, Argentina ha cumplido como anfitrión de la Copa América 2011.

Se vieron algunos estadios dignos del primer mundo, lo mismo que algunas canchas de juego en deplorables condiciones, aunque ni ese hecho real y palpable, justifica lo infame de Brasil en la ejecución de los penales, para la definición frente a Paraguay.

También se debe señalar la forma en que prensa, afición y casi todo el ámbito del balompié argentino, se desentendieron de su copa, apenas la Albiceleste quedaba fuera de la competencia, algo que se entiende, aunque no deja de ser llamativo.

El debate sobre la permanencia del "Checho" Batista como seleccionador, su posible sucesor, el torneo local, el tema de River Plate relegado a la segunda, alguna frase soltada por Diego, tomaron rápidamente precedencia por sobre la copita a la que los huéspedes le daban sorbos.

En cuanto al formato de la antigua competencia, la discusión sigue abierta, en torno a los invitados.

Esta Copa América evidenció que ni México, ni Costa Rica, ni cualquier otro invitado concacafero, pueden llegar a la fiesta de la Conmebol, vestidos de nacos y no como lo exige la etiqueta: de smoking.

No se pueden presentar equipos con planteles tijereteados, a donde van los mejores del mundo, así sea para medrar con su futbol.

Porque, la realidad es que algo le falta a esa magna competencia, partiendo de la base de que los dirigentes de la Conmebol han recurrido desde hace buen tiempo a la presencia de selecciones invitadas.

Puede ser porque el número de participantes miembros, diez, resulta inadecuado, un tanto flaco, para efectos de un calendario de competencia y del número de partidos para nutrir el apetito de la televisión y de los anunciantes.

Puede ser por el tema del influjo de los dólares, de los ratings para televisión, de las necesidades de complacer a los patrocinadores, el flujo de aficionados de otras latitudes o la simple necesidad de ampliar los horizontes del evento a un mundo globalizado.

Por el motivo que sea, pero pareciera que el torneo requiere de otros protagonistas, más allá de Venezuela, que fuera la cenicienta en las rondas finales de la cita más reciente, del resurgimiento de Perú, de las bondades de Chile o la efectividad uruguaya.

Es que en la película, casi siempre, son dos los galanes: Brasil y Argentina y apenas alguno de ellos, o ambos, como fue el caso de la edición 2011, quedan fuera de la trama, el desenlace del guión pierde fuerza.

Y a propósito de cambios, de crecimiento y de nuevos horizontes, parece que en el Cono Sur toma fuerza la idea de una Copa América en México, que luego de 18 años de aparecer como invitado, a veces incómodo, pretende ser anfitrión.

Una vez roto el cascarón territorial y de empezar la tendencia hacia el norte, no se puede descartar a Estados Unidos para entrar al juego de la alternancia, en la celebración de un torneo que haga honor al nombre y vaya por todo el continente.

También se ha escuchado el número 16, como el ideal para el total de participantes y para ello se buscarían a los mejores seis de la Concacaf, mediante una eliminatoria.

El formato ofrecería a los diez representativos sudamericanos; dos del norte, o sea, México y Estados Unidos; dos de Centroamérica, Costa Rica y Honduras; uno del Caribe, Jamaica y el sexto contendiente podría salir de una repesca con un finalista de cada región, por ejemplo: Canadá, Trinidad y Tobago y El Salvador.

Sería una forma de estimular el crecimiento del futbol de una región, la del norte, Centroamérica y el Caribe, que sigue navegando en el tercermundismo balompédico, abriéndoles la puerta para un roce permanente con los grandes del Sur.

Podría ser el amanecer o el tubo de ensayo de una integración aún más ambiciosa que lleve a la Conmebol y a la Concacaf a la realización de una sola competencia continental y hasta de una eliminatoria mundialista integral.

Formando un solo frente, de cara a las demás confederaciones que integran la FIFA, todo el futbol de América puede representar una fuerza política, con más de 50 votos, que tendrán que hacerse sentir en la toma de decisiones, codo con codo, ante europeos, africanos y asiáticos.

Así, el Sueño Bolivariano podría cumplirse en el rectángulo del futbol, porque una alianza Conmebol-Concacaf, unificaría a toda América en la exigencia ante la FIFA para obtener hasta 10 pasajes para cada Copa Mundial.

Así quedaría establecido un tope para los menos poderosos de lo que actualmente se conoce como la Concacaf: la superación como la única ruta posible hacia el campeonato mundial, pues se verían obligados desplazar a uno de los diez favoritos del Cono Sur.

Eso sí que resultaría estimulante para los menores, mientras los de arriba tendrán la obligación de confirmar su favoritismo, en 8 grupos de 7 equipos, con cabezas de serie, donde clasifican en directo los ganadores, mientras los segundos lugares disputan otra ronda, para sumar otros dos clasificados.

Pero, bueno, esto parece más que un Sueño Bolivariano, un sueño guajiro.

La palabra la tienen quienes mandan o mangonean nuestro futbol.