ESPN Los Angeles
Gonzalo Aguirregomezcorta 10y

La asunción de Kobe Bryant

La tesitura no es sencilla para Kobe Bryant. Por primera vez en su carrera, el jugador de Los Angeles Lakers deberá dejar de lado muchas de las virtudes que le han convertido en uno de los jugadores más determinantes de la historia de la NBA. Las recientes palabras del nuevo entrenador, Byron Scott, en las que aseguró que dosificará los esfuerzos de la Mamba Negra tanto en las prácticas como durante la temporada suponen una clara declaración de intenciones.

El Coach del Año en 2008 aseguró hace unos días no sólo que limitará sus minutos de juego, sino que veremos partidos en los que Bryant esté vestido de calle y haga las veces de asistente. La lógica impera en el argumento de Scott; sin embargo, la asunción de esta idea por parte del jugador está en el aire. La libertad de acción siempre fue la bandera de Kobe y está por ver cómo le sienta dejarla a medio alzar.

Garra, afán de protagonismo y autosuficiencia han sido algunas de las virtudes que han ayudado a que la calidad de Bryant ganara enteros. Durante años, él ha sido el único que ha controlado sus minutos de juego, su rol dentro del equipo e incluso las jugadas que había que realizar para que la bola terminara en sus manos antes de pasar por el aro en última instancia. La fórmula funcionó a la perfección durante los años de gloria del jugador y los Lakers, y aunque hubo roces con coaches de la talla de Phil Jackson, las aguas siempre llegaron a su cauce para que el torrente de su juego siguiera su curso.

En la era Jackson, Bryant se encontraba en la flor de su carrera deportiva y su extrema participación estaba justificada -39.3 minutos de juego desde 1999 a 2004 y 38.2 minutos desde 2005 a 2011. La Mamba Negra estaba en la franja de sus 21 a 33 años de edad y logró una media de 27.6 puntos por juego entre las dos etapas de Jackson.

Mike Brown también estuvo obligado a amoldarse al buque insignia de los Lakers por antonomasia durante la última década y media. Sin rechistar, sin ni siquiera plantearse la opción de decir 'no' en alguna ocasión. No le faltó razón con un Kobe fuera de serie que participó 36.2 minutos desde 2011 a 2012 en los que aportó 26.6 ppj. Sin embargo, el riesgo de su alta participación ya estaba latente cuando alcanzó los 34 años de edad. En aquel momento surgió la necesidad de dosificar sus minutos. Los dolores en la rodilla y el tobillo eran cada vez más frecuentes. El peso de su carrera pasaba factura y formó parte de un innovador proceso de enriquecimiento de las plaquetas en Alemania.

D'ANTONI ACELERÓ EL PROCESO

Entonces Mike D'Antoni apareció en escena y tuvo opción de calmar las ansias de un Kobe que ya llegó a los 35 años de edad. Durante la primera campaña del italo-estadounidense en el banquillo, Kobe jugó un total de 38.6 minutos por partido (27.3 ppj). Coach y pupilo se dejaron llevar por una de las etapas más efectivas de la Mamba en los últimos años. El uno exigió ser ingobernable y el otro tragó para evitar confrontar a su jugador franquicia. El resultado fue nefasto con una rotura en el tendón de Aquiles que derivó en un mar de dudas sobre el futuro del jugador. Cuando regresó el año pasado, la mala suerte -y lógica imperativa- volvió a hacer acto de presencia. Seis juegos después de su retorno, Kobe se fracturó la rodilla tras estar sobre la duela una media de 29.5 minutos por juego (13.8 ppj). ¿Exagerada participación? ¿Regreso demasiado poco dosificado? D'Antoni tampoco fue capaz de frenar las ansias de Bryant, que volvió al dique seco.

Todo indica que por primera vez en su dilatada carrera, Bryant contará con un coach que imponga su ley -relativa- y haga que prime la coherencia sobre las pasiones competitivas. Dos lesiones de envergadura que en muchos casos han llegado a adelantar las retiradas de deportistas (véase el caso de Chauncey Billups), 36 años de edad que han hecho que Kobe pase la mitad de su exigencia jugando al básquetbol y un contrato millonario -48.5 millones de dólares por dos años- efectivo con o sin el jugador en condiciones salubres obligan a sacar el máximo provecho de una pieza que aún podría tener mucho que aportar.

El beneficio de las dudas es obvio. Dudas por tratarse de Kobe, el letal Kobe; dudas por cómo se comportará su físico en un equipo que todavía girará en torno a él. Y en el horizonte, una asunción obligada. De su nuevo rol, de otra manera de jugar al básquetbol más comedida y limitada; de otro modo de ver las cosas.

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