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A Kobe le sobró un año de contrato

LOS ÁNGELES - No era ni un secreto a voces. El que el gerente general de Los Angeles Lakers, Mitch Kuptchak, haya revelado la conversación que ha tenido con Kobe Bryant sobre su futuro no es más que la confirmación de la lógica. Aparentemente, la Mamba Negra se retirará cuando finalice la campaña que viene, justo en el momento en el que cumpla su último año de contrato con la franquicia en la que firmaría 19 temporadas como profesional en la NBA.

El silencio siempre ha imperado al respecto. Ni Kobe vaticinó qué sucedería cuando terminara su compromiso con el equipo en sus últimas comparecencias tras la intervención en el hombro; ni Byron Scott, que se ha convertido en su confidente durante esta temporada; ni el propio Kupchak hace un mes en la conferencia de prensa de despedida de la temporada. Nadie dijo nada hasta el momento, pero en la mente de todos residía esa lógica indestructible e imperante: Kobe colgará las botas.

Pues muy bien, parece que ya lo sabemos a ciencia cierta, aunque el jugador aún no ha confirmado ni desmentido nada. Entiéndase que no puedo esconder la admiración por Kobe como modelo de superación personal y obsesión por la victoria, por la capacidad que siempre ha tenido para tratar de ser el mejor y conseguir pulverizar registros. Todo ello envuelto en un aurea de compañerismo bastante peculiar, de un individualismo exacerbado con el que a fin de cuentas llegó a ayudar a los suyos. Cinco anillos le avalan y los piropos del mundo del básquetbol se quedan cortos. Le admiro por haberse acercado a la población hispana, por mejorar su español y utilizarlo en los momentos clave de la temporada pasada. Cuando logró erigirse como el tercer máximo anotador de la historia de la NBA en Minnesota ante un público que se puso en pie, también cuando se lesionó y tuvo que decir adiós a la temporada antes del Juego de las Estrellas.

Pero esa admiración no puede dejar de lado mi lógica, la que me dice que a pesar de su excelencia, a Kobe le ha sobrado un año de contrato, es decir, si el haber jugado durante la temporada anterior fue, a mi criterio, forzar la situación, lo de este año va todavía más allá. Aunque sus ansias le acompañen hasta el final de su carrera deportiva, el depósito se está vaciando a marchas forzadas. Tres lesiones graves desde 2013 a las puertas de los 37 años de edad y después de haber puesto su cuerpo al límite son una razón de mucho peso. Y no hubo lógica alguna cuando se le renovó por dos años y 48.5 millones de dólares mientras aún se estaba recuperando de la lesión en el talón de Aquiles. La que tendría que haber imperado fue la de una gerencia lagunera que quedó cegada por el brillante pasado de la Mamba Negra, pero que no pensó en las consecuencias de semejante operación.

Desde aquel momento han llegado cero jugadores del nivel que requiere unos Lakers que históricamente han tenido el listón muy alto. Desde la huida de Dwight Howard y el fracaso de Steve Nash, la gerencia no ha podido convencer a nadie ni económica ni deportivamente. Veremos qué sucede en la temporada que se acerca, la de un draft que debería acabar siendo histórico para los laguneros. Con Kobe entre algodones la situación es muy difícil. El escolta ha comentado en varias ocasiones que su deseo es el de pasar la antorcha del liderazgo a un jugador que sea capaz de sacar a la franquicia de la indiferencia. ¿Pero a quién? Su sueño es el de Russell Westbrook, pero no es agente libre este verano sino dentro de dos años. Hace falta mucho potencial para la regeneración que los Lakers desean.

En cualquier caso, lo cierto es que aunque Kobe hubiera finalizado su carrera al finalizar la presente campaña o aunque la termine cuando acabe su contrato, su situación ideal no es la de pasearse por los estadios de la NBA sabiéndose su retiro. Y ahí están sus ganas, ahí reside su competitividad. No quiere 82 partidos con aromas a despedida, sino la hostilidad de los fans y los rivales. Porque la condescendencia no es su estilo. Quizás ya sea demasiado tarde para eso, porque el secreto a voces, la lógica imperante ya ha sido revelada. Y no por él precisamente.