Alejandro Pérez 10y

Ginóbili, con la vigencia del talento

BUENOS AIRES -- Emanuel Ginóbili llegó a una nueva final de la NBA. La quinta en las doce temporadas que lleva en esta competencia. Y con esta conquista, más allá del valioso resultado deportivo que encierra, el argentino ratificó, sin proponérselo, que es el paradigma que debería perseguir todo deportista.

Es que Ginóbili presenta todos los requisitos que se exigen en el selecto grupo de los hombres que hacen historia en el deporte: exhibe calidad en su juego, alcanzó un protagonismo destacado en cada equipo que integró y ambas virtudes las sostuvo con una permanencia incombustible.

Contra la lógica, el paso del tiempo, implacable y cruel, no parece castigarlo como ha hecho con otros deportistas, aún a figuras de trayectorias más brillantes.

La categoría de su producción en cancha es lo primero que salta a la vista. Con casi 37 años, a los que llegará el 28 de julio, está firmando unos números en los actuales playoffs que generan envidia en deportistas en etapa de apogeo. El bahiense aporta promedios de 14,3 puntos (2,9 más que en la campaña pasada), 4,1 asistencias (en 2005, en su máximo nivel en la NBA, llegó a 4,2), 42% en tiros de campo (superior a lo marcado en 2007, cuando ganó su último título) y 38,3% en triples (lo mejor de los últimos seis años).

Es cierto que los 25 minutos de media que tiene en cancha son los más bajos de su carrera, pero al mismo tiempo de ser algo tan natural como previsible, ya que se encuentra en el tramo final de su carrera, hacen resaltar aún más su producción.

Desde su reconocida tarea de sexto hombre del equipo se las ingenia para sobresalir, teniendo siempre bajo control su ego con el valorable recurso de hacer, ni más ni menos, que lo que su equipo necesita.

A pesar de encolumnarse siempre detrás de los intereses grupales, virtud desconocida por muchos jugadores de la NBA, logra tener una gran injerencia en el equipo texano. Lo consigue anotando, tarea en la que se ubica como tercer mejor definidor detrás de Tony Parker y Tim Duncan. Además, en 13 de los 18 partidos de playoffs superó los 11 puntos, no siendo nunca parte del quinteto inicial.

¿Si sus 14,3 puntos son un buen aporte? Como referencia podemos tomar al mítico Wilt Chamberlain, que a la misma edad de Ginóbili, promedió 10,4 puntos en la postemporada. O el no menos genial Larry Bird, que con 35 años, alcanzó los 11,3 puntos de media en playoffs.

Al mismo tiempo Ginóbili también deja su impronta generando juego para otros.

Manu tiene la enorme virtud de haberse reconstruido a sí mismo. De haber mutado de aquel muchacho que promedió 18,9 puntos entre su tercera y su octava aparición en playoffs, a este otro, con menor derroche físico pero mucho más sabio, que asumió la responsabilidad de ordenar al equipo, de marcarle el ritmo, de hacerlo jugar en conjunto con generosidad y de llevarle el balón a donde le conviene a cada uno de sus compañeros, gracias a una lectura del juego maravillosa.

En los 18 partidos disputados en estos playoffs San Antonio con él en cancha, realizando una u otra tarea, tuvo una ventaja de 98 puntos sobre sus tres rivales.

Casi nunca el argentino pasa desapercibido en el juego de los Spurs. Se hace notar, sigue siendo influyente, como parte de ese confiable y rendidor terceto que compone con Duncan y Parker.

A una edad en la que muchos de sus colegas tienen roles mínimos o sus presencias son apenas testimoniales, su aporte sigue resultando imprescindible en la estructura de juego de su equipo, aun cuando transita el tramo final de su brillante trayectoria.

Para saber cuándo Ginóbili se convirtió en Ginóbili hay que retroceder 14 años (sí, 14 años atrás), cuando en la temporada 2000/2001 logró la triple corona en Italia, Liga, Copa y Euroliga), siendo elegido Jugador Más Valioso del torneo italiano y de la final de la competencia continental.

Desde allí se consolidó como una estrella de jerarquía internacional y, como el mismo reconoció, se hizo adicto a los triunfos y las grandes actuaciones. Y ya no se detuvo. Siguió acaparando títulos, en Europa o en América, con camisetas de clubes o de la selección argentina, y siempre, absolutamente siempre, los obtuvo con aportes destacables, que también le generaron distinciones personales.

Escribo 14 años de vigencia en el más alto nivel del básquetbol internacional y no lo puedo creer. Es que resulta infrecuente, no hay muchos registros de deportistas que hayan extendido sus carreras sin declinar ostensiblemente en sus aportes ni en los resultados durante tantos años. Es un privilegio de pocos, de elegidos.

En una competencia tan desgastante como la NBA, que carcome huesos y músculos de manera despiadada, Ginóbili conserva una capacidad física y atlética elogiable con casi 37 años, mediante entrenamientos rigurosos y dietas balanceadas, en otro argumento en el que sostiene su permanencia.

Pero lo llamativo, lo que merece resaltarse, es esa mezcla de calidad, protagonismo y continuidad que construyeron su camino deportivo. Atributos que resultan poco habituales. Juntos conforman el combo ideal para cualquier deportista pero no sobran muchos ejemplos entre los que lo consiguieron. Por eso Manu es un deportista extraordinario, único en Argentina.

El jugador que ya es leyenda de San Antonio Spurs, con la terquedad de los que no se ponen límites, sigue empeñado en sumar más títulos para su equipo. Esa obsesión lo impulsará en la serie ante Miami.

Y también querrá agrandar su propia historia. Una historia que ya es enormemente grande y que va camino a convertirse en un mito.

^ Al Inicio ^