Carlos Irusta 10y

Maravilla en privado

NUEVA YORK -- El hotel está cerca de la Quinta Avenida y a una cuadra del Central Park. A eso de las siete y media de la tarde, quien más quien menos, tiene que apurar el paso, puesto que es más fácil llegar caminando que en bus o en taxi, si la distancia no es demasiado grande. Apuramos el paso, porque teníamos que estar, a las ocho de la noche, para asistir al entrenamiento privado de Sergio Maravilla Martínez.

Un mail, enviado por Miguel De Pablos –su amigo y también socio y ejecutivo de los emprendimientos de Maravilla y su empresa- nos había hecho llegar la invitación. Solamente para periodistas argentinos y –por favor- ninguna cámara de video.
En la bicicleta mecánica y en la cinta luego, Maravilla hizo lo suyo en el gimnasio, ubicado en el subsuelo. Eran un poco más de las ocho de la noche y el lugar resultaba chico: éramos 17 personas –todos periodistas, salvo algún amigo invitado-.

Había que sumar, claro, a Pablo Sarmiento, el entrenador de Sergio, a la doctora Raquel Bordons, quien lo acompaña siempre, al doctor Roger Anderson y, por supuesto, al propio De Pablos. Fue el quien nos hizo pasar a una sala espejada y amplia: "Todos a un costado, para que Sergio pueda trabajar, y, por favor, ni videos y apenas una charla informal cuando todo haya terminado".

Finalmente apareció Sergio y entre las 20,45 y las 21,30, realizó 14 asaltos a todo ritmo: primero, mucha sombra y soltura –se fue quitando la ropa, puesto que empezó con un buzo completo y luego quedó en camiseta y luego también se la quitó-. Tras casi media hora de movimientos con su sombra, comenzó un trabajo de manoplas, con Pablo Sarmiento, insistiendo en algunas combinaciones de golpes, lanzando mucho el jab de derecha, pivoteando con su pierna derecha adelantada.

De la rodilla, claro, se habló más como una broma que como otra cosa, puesto que ya el tema ha pasado a ser un tema demasiado repetido. Aunque, viéndolo entrenar, moverse, trabajar en la bicicleta y desplazarse a los costados, todo da la sensación de que está, sino perfecto, en muy buena condición.

No hubo diálogos ni bromas durante el trabajo, salvo algún cambio de palabras con Sarmiento en cuanto al lanzamiento de golpes, o comentarios sobre las combinaciones de los mismos.

Cuando terminó de hacer la sesión de manoplas, y tras un trabajo de soltura, Martínez se acostó en el piso de madera y la doctora Raquel le efectuó un largo trabajo de elongación.

Luego vino la informal charla, y quedaron algunas frases...
"Ya Cotto y yo estamos hechos y no creo que haya grandes sorpresas de estilos. Él es estructurado –y lo digo en el buen sentido de la palabra- y mecanizado, va siempre al frente y yo me muevo en forma distinta. Ya nos conocemos..."
"Creo que haber visto su pelea con Austin Trout me sirvió de mucho. Por supuesto que lo estudié, como él me estudió a mí".
"No hay nada que condicione mi futuro y no hay nada, en este momento, que pueda distraerme de la pelea del sábado, que es el compromiso que tengo ahora".
"Voy a llegar a la noche con unos 6 kilos más (72,574 es el límite de la división de los medianos) o sea que tendré más fuerza, pero sin perder la velocidad".
"En esta pelea, como en todas, lo que define y diferencia es la mentalidad de cada uno… y el corazón, no se olviden del corazón; es fundamental".
"Sé que habrá muchos puertorriqueños, pero eso no me interesa demasiado, somos dos profesionales y todo lo que esté alrededor deja de importar cuando uno está en pelea".
"Gracias a todos por venir, muchísimas gracias".

Se despidió de cada uno con un abrazo, un beso y un comentario particular para cada uno. Mientras se produjo el diálogo –que no duró más de quince minutos- bebió abundante agua y en ningún momento dejó de mirar a los ojos a su interlocutor (solamente asistió, fuera del grupo argentino, una periodista mexicana, Erika Montoya, quien grabó una breve entrevista en video).

Y luego, acompañado de su grupo, se fue hasta su habitación, planeando el breve trabajo de mantenimiento del viernes, previo al pesaje –que se anuncia para las tres de la tarde en el Madison- para llegar en peso justo en el momento justo. Se fue con una sonrisa y, cuando se cerró la puerta del ascensor, nos dejó la imagen que ahí adentro iba un hombre que sabe lo que quiere y como lo quiere. Y que está dispuesto a conseguirlo.

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