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La final soñada; el rival no deseado

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BUENOS AIRES -- Desde chico había pegado la cabeza con la almohada una y mil veces pensando en estar en este lugar. Cualquiera contaría ovejas. Él no. Pensaba en la Copa de los Mosqueteros. Un año antes había acariciado la gloria, pero sorpresivamente el holandés Martín Verkerk había frustrado un último paso en las semis. Esta vez estaba todo dado. Sólido paso de rondas y la ilusión de estar en la final de Roland Garros se convertía en realidad. Era el gran favorito. Sin embargo, algo inesperado: el rival no deseado.

Primer chispazo. 2001. Viña del Mar los puso frente a frente en la lucha por el título en un escenario inédito para Guillermo Coria. Su primera final. Gaudio, en tanto, ya había estado en la definición de Stuttgart, pero sin suerte. El Mago, tras un comienzo adverso, se quedó con el triunfo por 7-5 en el tercer set. El festejo se pasó de los límites. Y hubo venganza, a la manera del Gato, unos días después en los cuartos de final de Buenos Aires: victoria, sonrisa irónica y un bailecito que quedará en el recuerdo como una de las postales del certamen. La relación no venía bien de antes; y se acentuó con ese ida y vuelta.

Coria manda en París. 6-0, 6-3 y 4-3. Lo tenía en sus manos. Estaba todo preparado, con Guillermo Vilas esperando para entregar el trofeo a 27 años de su conquista. No obstante, la situación lo superó. Los nervios y la presión le empezaron a jugar en contra. Calambres, dolores, malas sensaciones. Cedió los siguientes tres games y perdió el eje por completo. Siguió cayendo. Con poca movilidad, apenas pudo adueñarse de un parcial en el cuarto set. Un escenario impensado minutos atrás. La final de Roland Garros 2004, al quinto set.

Segundo chispazo. 2003. Hamburgo, dos años después, los volvía a poner red mediante. Coria tenía el control del encuentro, pero comenzó con molestias. Un calambre, más específicamente. ¿Presagiando lo que iba a suceder meses después en Roland Garros? Quizá. Pero hubo gran diferencia en ese duelo de semifinales. Tras ceder el segundo set, los problemas físicos desaparecieron en el desenlace: 6-0 para el santafesino. Gaudio lo acusó de fingir la lesión y en el vestuario estuvieron cerca de irse a los golpes de puño.

Atrás habían quedado las señas a su banco. Sus gestos de no poder seguir en cancha, ante la firme mirada de su coach Fabián Blengino, eran cosas del pasado. La atención médica surgió efecto. Sólo él sabe si funcionó realmente o fue un placebo. Lo cierto, en el quinto set en París tuvo reacción. Coria se metió en la pelea en un juego plagado de nervios y de quiebres de servicio. Tuvo sus ocasiones. Tal vez aún sueñe con esas dos pelotas que falló y que podrían haber cambiado la historia. Primero, un revés. Segundo match point: derecha afuera. Y el choque cambió de dueño. Gaudio tomó el control desde el 6-6 y lo encaminó hacia el logro más grande de su carrera.

"Era un especie de clásico", le dijo Gastón a ESPN en Roland Garros, este viernes, a diez años de su consagración. "Coria era imbatible sobre polvo de ladrillo. Estas situaciones externas al juego creo que me ayudaron más a mí que a él", reconoció.

El golpe de París impactó en el andar de Coria. No volvió a ser el mismo, más allá de que un año después batallara durante más de cinco horas ante un joven Rafael Nadal en la final de Roma. La transición estaba en camino. Su momento, aún siendo N°4 del mundo y con solo 23 años, había pasado. Por lo menos por su cabeza. "En 2005 empecé a sentir cada vez menos la competencia. Mi pasión no era la misma y era imposible hacer las cosas bien cuando se está así. En este deporte tenés que estar al 100 por ciento", señalaba, años después, en el día de su retiro.

La siguiente temporada cerró con registro negativo, con solo 11 victorias (44 menos que 2005), problemas con su servicio y una difícil lesión en la espalda. Más situaciones adversas. Los acontecimientos empezaban a marcar su destino. En 2007, con jóvenes 25 años, apenas jugó dos partidos en Challenger. En 2008, un par de victorias en diez partidos en el circuito grande. Y en el 2009, tras caer ante el israelí Harel Levy en su único partido, dijo adiós en el puesto 679°. Su tenis ya se había marchado años antes, en París.

"Ya pasaron 10 años de la final. Algunas veces no se pueden cumplir con las metas y los sueños que tenemos desde chiquitos, pero lo importante es mirar para atrás y saber que diste todo lo que podías en ese momento. Eso te deja tranquilo sin nada que reprocharte. Por eso no lo recuerdo como algo feo sino con orgullo de haberlo intentado y aprendido de los errores", escribió Coria este 6 de junio de 2014 en el Facebook de su academia de tenis, su proyecto actual.