Leonardo Ayala 10y

Tres momentos de Gastón Gaudio en Roland Garros 2004

BUENOS AIRES -- Un inicio de torneo complicado. Una premonición. Y un festejo sin familia. Tres momentos de Gastón Gaudio en Roland Garros 2004. El final, el más recordado: la Copa de los Mosqueteros en sus manos tras vencer a Guillermo Coria en un increíble duelo definido en cinco sets. El comienzo, similar: victoria ante un compatriota, yendo desde atrás y en un parcial decisivo. No obstante, el sueño había comenzado mucho antes, luego de haber compartido un torneo con el que dos semanas después fuera el campeón en París. Y una difícil decisión para el domingo final, pero las cábalas no se rompen. Tres postales a una década de su gran consagración.

Sorteo del cuadro principal. Rival para el debut, Guillermo Cañas. Un conocedor de muchos de sus secretos por su andar contemporáneo desde chicos por las canchas argentinas, a nivel metropolitano y nacional. Apenas un año los distanciaba en edad. Gaudio había mostrado su potencial en clay dos temporadas antes, con sus títulos en Barcelona y Munich, pero sus despedidas en primera ronda en Roma (ante Irakli Labadze) y Hamburgo (ante Roger Federer) sembraron la incógnita en la previa de Roland Garros. Además esas dos derrotas lo sacaron del Top 32 y lo llevaron a perder el beneficio de la preclasificación en París. Un debut en un Grand Slam ante un jugador tan aguerrido no era lo ideal. Sin embargo le vino bien. El pupilo de Franco Davin se prendió en la lucha, forzó un quinto set y sumó confianza para el siguiente día, dado que la falta de luz natural los obligó a posponer el desenlace por unas horas. En la reanudación, 6-2. El primer capítulo estaba escrito.

El segundo paso, también intenso. Comenzó abajo ante Jiri Novak, 14° cabeza de serie. Tuvo reacción y se puso 2-1 al mando en sets. El checo se recuperó y llevó el duelo a una manga decisiva. Dos partidos consecutivos en cinco sets, algo que solo había vivido en 2001 pero en distintos torneos, en Roland Garros y Wimbledon. Es más, el triunfo ante Cañas apenas había sido el segundo en el 5°. Era otro Gaudio, con sus mañas y talento, pero con mayor fortaleza mental. Sus charlas con el psicólogo, con el fin de disfrutar más las cosas y no frustrarse en el medio de los partidos, daba su fruto en el momento preciso. 6-3 y pase a tercera ronda. Diez sets jugados y la confianza bien arriba. A seguir soñando.

"La primera vez que Gustavo Kuerten ganó Roland Garros yo estaba en un Challenger en Brasil. Y no podía entender cómo el tipo que ganaba en París había estado jugando con nosotros la semana anterior. A partir de ese día pensé que todo era posible", resalta un texto en el sitio de ATP publicado hace unos días en conmemoración de los diez años del título. Obviamente, la frase pertenece a Gaudio. Y la mención obedece al torneo de Curitiba de 1997, en el que él, con ranking 322°, había caído en primera ronda ante Razvan Sabau. Unos días después, el brasileño, por entonces 69° de la ATP, derrotaba al rumano, en tres sets, en la final.

Los nombres, cada vez más importantes, continuaron pasando. Tomas Enqvist, Igor Andreev (que venía de sacar a Juan Carlos Ferrero) y Lleyton Hewitt para llegar a cuartos de final por primera vez en un Grand Slam. El siguiente reto: Nalbandian o Kuerten, justamente el que lo había inspirado siete años antes. "Ellos son los Galácticos del Real Madrid; yo soy el Valencia". No estuvo Zinedine Zidane. Tampoco Ronaldo, Figo ni David Beckham. Pase en sets corridos ante su compatriota. Y otro desafío ante un argentino: Guillermo Coria. Los últimos tres triunfos, ante Top 12. El torneo soñado, una realidad para Gaudio. Victoria en la cancha central y el habitual saludo con el grupo de trabajo liderado por Davin y con Fernando Aguirre desde la preparación física. ¿Familiares? Llamativo. Una duda que disiparía minutos después en la premiación.

Tras recibir el trofeo de manos de Guillermo Vilas, el otro campeón argentino en la rama masculina, 27 años antes, Gaudio no pudo contener la emoción y soltó entre lágrimas: "Mami, Papi, los amo". Una frase para el recuerdo, sin dudas. "No vinieron por cábala, pero están acá, en mi corazón. Los amo a todos. A mi familia, mi novia, a todos", completó, aún con la voz quebrada. No era para menos. No era el momento para quebrar una cábala.

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