Bruno Altieri 10y

Diario de las Finales NBA: 11 de junio

LA FOTO: El dueño de las miradas

EL ANÁLISIS: La belleza del juego

Por Bruno Altieri, enviado especial

MIAMI -- La belleza del juego sorprende, la mayoría de las veces, por su imprevisibilidad. Se exterioriza en un pase lacerante, en una volcada majestuosa, en un lanzamiento fuera de libreto.

La belleza del juego tiene, muchas veces, ejecutores principales. La dinámica de lo impensado, en las manos de las estrellas, encuentra su punto máximo de atracción. Es éxtasis nacido en el talento, sobredosis de adrenalina en el espíritu de mortales que transforman la piedra en oro, el aburrimiento en diversión.

La belleza del juego posee condiciones específicas. Reglas intrínsecas que jamás fueron escritas, pero que sin embargo todos conocemos. Es efímera, se entrega en pequeñas dosis y y no todos tienen la capacidad de encontrarla. Ni siquiera de comprenderla.

La belleza del juego es adictiva. Una vez que la hemos probado, queremos repetir la experiencia. La perseguimos, la buscamos, pero acostumbra a ser esquiva. Nos pasamos la vida esperándola y cuando se presenta no entendemos cómo puede haber sucedido tan rápido el desencuentro. Cruzamos la mirada y ya deja de pertenecernos; es una amante sin ataduras que entrega segundos de fantasía en un universo de mediocridad.

La frustración suele acompañar esta clase de procesos, pero nada importa: la vida, en todas sus formas, consiste en buscar por siempre la belleza del juego. Eso es lo que somos, lo que fuimos y lo que seremos.

Los Spurs, en el tercer juego de las Finales de la NBA, hicieron que lo efímero luzca perdurable. Rompieron con algunas leyes porque lograron que la belleza del juego se extendiese por un espacio de tiempo irreal de 24 minutos, en el que su nivel trascendió todo lo conocido hasta ahora. A través de un sistema carente de estrellas, con egos limitados y roles específicos, alcanzaron el estado de perfección absoluto.

La ejecución fue el recurso clave para desarrollar una primera mitad que será imposible de repetir. "En mis 19 años de carrera, es posible que nunca haya jugado en un equipo con un nivel tan alto en un espacio de tiempo tan prolongado", dijo Manu Ginóbili a ESPN en la atención a la prensa de San Antonio en el American Airlines Arena, el miércoles por la tarde.

En esa primera mitad, Kahwi Leonard tomó la lanza de la creación y empujó a sus compañeros. Pero no se trató de una producción individual, sino de una sorpresa seguida de otra en un básquetbol de conjunto envidiable. Gregg Popovich posee una fórmula que quizás morirá con él: ha hecho que la creatividad desmedida sea planificada. Sus jugadores realizan jugadas inverosímiles que, curiosamente, están dentro de un libreto. Es una forma misteriosa de unir los puntos para conquistar la obra maestra.

San Antonio logró, en un juego de Finales de NBA, que la belleza del juego sea contagiosa. Empezó con Leonard, siguió con Danny Green, llegó a Boris Diaw y se extendió a Patty Mills. Mientras haya un boleto más para la fiesta, todos son bienvenidos. Pase, pase, pase y anotación. Penetraciones intensas hacia el aro para anotar o encontrar un compañero abierto. Mezcla justa de velocidad y serenidad. Precisión quirúrgica en las decisiones. Movimiento preciso de los jugadores, con cortes, y de la pelota, con pases.

"No creo que volvamos a lanzar más del 70% en una primera mitad en lo que queda de nuestras vidas. Menos en un juego de Finales", dijo Gregg Popovich en conferencia de prensa.

La belleza del juego se paga con una vida de trabajo. Y ese precio, que parece a priori excesivo, nunca es suficiente. Detrás de la belleza del juego, no queda nada.

La serie de Finales de NBA podrá tomar el rumbo que sea a partir del cuarto juego, pero nadie podrá borrar jamás lo que hicieron los Spurs el martes en el American Airlines Arena: esa primera mitad fue la síntesis de la perfección de trabajo grupal, la utopía que alguna vez soñaron los creadores de este deporte. ¿Cómo explicar que un equipo logre imponerse de esta forma contradiciendo las leyes de una Liga que pone a las estrellas en primer lugar?

La belleza del juego excede los resultados. Es la conjunción del deporte con el arte y por fortuna no hay una única forma de conquistarla. Los caminos son diferentes. Si los Spurs lo hacen de una manera, el Heat puede hacerlo de otra. En definitiva, la belleza del juego no le pertenece a nadie.

O, mejor dicho, le pertenece a todos.

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