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El Maracaná

Todo Río de Janerio vibrará en el Maracaná Getty Images

RIO DE JANEIRO -- Pasaron 64 años desde aquel 16 de julio de 1950 en el que se disputó el partido más impresionante de la historia del fútbol. El Maracanazo no es sólo un encuentro más, es un ícolo cultural, una reivindicación de los menos favorecidos, un manifiesto de que en este deporte, y en la vida, no hay nada imposible. Seis décadas y media después de la derrota más famosa de todos los tiempos, el estadio Mario Filho vuelve a recibir a la Copa del Mundo.

Ya no es el campo de juego más grande del planeta, pero sí el más reconocido. Es el hogar de la Selección más exitosa pero también el sitio de su caída más resonante. Es el estadio que recibió a la multitud más grande en los Mundiales y, aunque ya no luce como en 1950 y tampoco puede albergar a 200.000 mil espectadores, todavía genera respeto y admiración apenas uno lo ve.

Le debe su nombre con el que lo conocen todos al barrio donde fue edificado, que a su vez se llama Maracaná por un pájaron que allí mora. Después de la remodelación llevada a cabo para este campeonato, bajó su aforo a 80.000 espectadores. De todos modos, se mantiene como una de las canchas más grandes del continente y será la que reciba la primera final en esta tierra desde 1978.

Hoy, 23.345 días después de los goles de Alberto Schiaffino y Alcides Ghiggia, el estadio carioca vuelve a vestirse de Copa del Mundo. Argentina se sentirá local en un sitio donde siempre fue visitante. A horas del pitazo inicial ya hay miles de camisetas albicelestes en las cercanías y el máximo rival histórico de Brasil será el dueño de casa al menos por una vez en la vida. Un capricho del destino.

El estadio Mario Filho (es su nombre oficial, en homenaje a un reconocido periodista carioca) recibirá siete partidos de este Mundial, incluyendo la gran final del 13 de julio. Así, se convertirá en el segundo escenario en haber recibido dos definiciones. El Azteca es el otro. No hace falta hacer mucho esfuerzo para comprender que estas son las dos canchas más importantes del mundo.

Lo que sucedió en 1950 todo el mundo lo sabe. En Sudámerica es una leyenda que los niños conocen casi al mismo tiempo que el cuento de Caperucita. La Selección de Brasil era la super candidata, ya estaban preparados los festejos y no cabía otra posibilidad que el título para los anfitriones. El empate les alcanzaba contra Uruguay, un buen equipo pero muy inferior a los brasileños. El local arrancó ganando con un gol de Friaça. En ese momento se gestó la leyendo.

Obdulio Varela tomó la pelota que yacía entre las redes, caminó los 60 metros que separaban su arco del punto penal en silencio y les dijo a sus compañeros: "Los de afuera son de palo". Así, hizo posible la hazaña más grande de todos los tiempos y de paso creó una frase para la posteridad. Hoy, en ese mismo césped, Argentina quiere poner en marcha su sueño más grande: el de dar la vuelta olímpica en la casa de su clásico rival.

Pero el Maracaná no sólo es Mundial 50, también fue escenario de grandes partidos del campeonato brasileño y del "Condorazo", aquel bochornoso episodio en el que el arquero chileno Roberto Rojas fingió haber sido herido por una bengala. Eso le significó a la Selección de Chile una suspensión de cuatro años en torneos FIFA, lo que provocó una crisis muy grande en el fútbol de ese país.

El Maracaná es uno de esos sitios que tienen una energía particular, en los que uno puede sentir la historia en el aire. Hoy es un estadio ultra-moderno, como todos los de este Mundial, pero de todos modos en sus paredes viven los fantamas del pasado. Este domingo aquí se seguirá escribiendo historia mundialista y Brasil buscará dejar atrás definitivamente su derrota más dolorosa. Argentina, en cambio, intentará reescribir ese pasado de gloria (albi) celeste.