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Brasil, principio y fin del Jogo Bonito

AP

MÉXICO -- El día que el mundo visitó la tierra del Jogo Bonito, se dio cuenta de que esa forma de juego ya no estaba ahí. Dice Juan Villoro que en los últimos años los jugadores brasileños sólo practican el juego espectacular cuando posan para los comerciales de Nike. Así parece. En la cancha actual se planta un Eurobrasil que ha traicionado su pasado y su dibujo en el campo. Hace 44 años era la máxima representación del balón mundial con su título en México 70, donde anotó 19 goles en seis partidos y pintó una obra de arte en cada uno de ellos.

Era el paraíso prometido del futbol. Sus jugadores, con los pies llenos de samba, enamoraban al mundo y sumaban copas a sus vitrinas. Ahí se encuentran muchos de los nombres más prestigiosos del juego: Garrincha, Didí, Vavá, Zico, Rivelino y muchos otros magos, encabezados por Pelé.

Pero hace algunos mundiales la samba se mecanizó. El estilo de juego que enamoró a millones de románticos del balón es hoy una anécdota.

Para descubrir el final de la magia, primero debe descubrirse el origen, que se encuentra en las primeras escalas mundialistas de la Verdeamarelha. En 1930, Brasil viajó a su vecino Uruguay y quedó fuera después de dos partidos. Cuatro años después se embarcó a Italia y apenas desempacó las maletas ya estaba de vuelta a casa: Jugó un solo partido contra España y quedó eliminado. En 1938 el equipo brasileño se embarcó al Mundial de Francia y tuvo su primera actuación destacada de la historia, con dos afroamericanos como lo más brillante de su alineación: el delantero Leónidas da Silva y el defensa Domingos da Guia. El futbol con esencia mulata daba las primeras pinceladas al arte y ya llegaba a semifinales.

Gilberto Freyre, un investigador social brasileño, ya prefiguraba el Jogo Bonito: "Nuestro estilo de futbol parece contrastar con el europeo. Nuestros pases... nuestros trucos... están relacionados con el baile, con la capoeira y eso es lo que marca el estilo brasileño de futbol, que dulcifica el juego que inventaron los ingleses".

Poco después llegaron las grandes historias brasileñas. El desencanto de Maracaná fue una lagaña que tapó momentáneamente los ojos al mundo. El mejor futbol estaba por llegar. En 1958 un joven llamado Pelé jugó como nadie en un equipo que jugaba como ninguno. La hazaña se repitió en el 62 y fue llevada a su punto cumbre en el 70. El futbol era entonces la Alegria de Povo brasileño y el Jogo Bonito un rasgo de identidad. El Journal do Brasil se atrevía a comparar el juego de su selección con la conquista americana de la Luna.

Aquel momento climático era la cima del Everest; en consecuencia, sólo quedaba bajar. En 1974 y 78 Brasil sólo alcanzó las semifinales; en 82 y 86, los cuartos de final.

El Mundial del 90 fue un viaje aún más corto. El técnico Sebastiao Lazaroni paró en la cancha un equipo con mucho orden, pero con poco talento. Brasil fue eliminado por Argentina en Octavos de Final. Anotó cuatro goles en cuatro partidos. La magia empezaba a desvanecerse y los títulos estaban cada vez más lejos.

El país más exitoso del futbol mundial hacía examen de conciencia. No practicaba futbol de ensueño y tampoco tenía más títulos en su vitrina. Estados Unidos 94 se asomaba con la promesa de que América es para los americanos y que nunca hay mejor candidato para ratificar esos enunciados históricos que Brasil.

Nombraron director técnico a Carlos Alberto Parreira, quien marcó muy pronto la nueva visión de la cancha de la Verdeamarelha: "Jugaremos como el futbol moderno demanda. La magia y los sueños ya no existen en el futbol actual. Tenemos que combinar técnica y eficiencia". Así fue. A pesar de tener una alineación con nombres memorables, entre los que destacaban Romario y Bebeto, Brasil se coronó campeón en una de las finales más insípidas de la historia. El Tetracampeonarto llegó tras empatar 0-0 con Italia y después de una atinada serie de penales. La eficiencia se impuso. Brasil anotó 11 goles en siete partidos. Los diarios brasileños lo consignaban: Se había acabado el Futebol Arte y se abría paso el Futebol Força.

La confirmación del futbol eficiente se dio en 2002. Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho pusieron la magia para que Brasil se llevara el Pentacampeonato con un equipo cuya generalidad era el orden. El Scratch du Ouro confiaba pocas gotas al talento.

La conformación de sus últimos equipos sólo confirman que la magia y los sueños en la cancha ya se terminaron. Hace cuatro años Dunga convirtió la escuela de samba en una marcha militar y para esta cita Felipao volvió a dejar fuera de convocatoria a los pocos nombres afiliados al futbol espectáculo. Después de muchos mundiales, la defensa es la región más visible de la Verdeamarelha. Y el Jogo Bonito, un pasaje que debe consultarse en las enciclopedias del futbol.