Alejandro Pérez 10y

Lo bueno y malo en Brasil

Este jueves dejamos atrás las primeras tres cuartas partes del Mundial y nos queda justamente la fracción más interesante. Ya es tiempo de hacer un balance, de desgranar lo más y lo menos, de sopesar con qué podemos quedarnos y qué debemos desechar.

Dos de las grandes sorpresas de la Copa del Mundo han llegado desde la Concacaf. México abandonó la crítica inestabilidad que lo llevó a ser clasificado por Estados Unidos, a tener una interminable sucesión de técnicos y tantas variantes tácticas como habitantes tiene el país.

Costa Rica por sus agallas en el grupo más difícil del torneo, donde era la Cenicienta y acabó clasificándose después del segundo partido.

El equipo de Miguel Herrera jugó ante Brasil como quizás ninguna selección vuelva a hacerlo en este Mundial y como ni el más calculador de los genios podía imaginarlo. Los ticos pueden soñar aún más en grande pues se enfrentarán a Grecia en Octavos, mientras que México se topará con una montaña naranja, complicada, pero superable.

La otra gran sorpresa llega desde el sur de nuestro continente. A pesar de los problemas físicos de Arturo Vidal y de la ausencia de defensas centrales naturales, los jugadores chilenos corrieron, marcaron, presionaron y acabaron mandando a casa por la puerta de atrás a la decadente selección española.

El destino les volvió a deparar, por tercer Mundial consecutivo, enfrentarse a Brasil en Octavos de Final, pero quizás la misma determinación que los llevó a despachar a España puede servirles para dar el paletazo en la propia casa del monstruo.

Uno por jugar con demasiados atacantes, otro por utilizar muy pocos, Inglaterra y España pagaron el precio de las malas artes de sus técnicos. Ni Roy Hodgson ni mucho menos Vicente del Bosque encontraron el sano equilibrio para que sus grandes jugadores compusieran una gran selección.

De Italia podemos decir otro tanto: Claudio Césare Prandelli consideró que un solitario Mario Balotelli era suficiente y aunque la expulsión de Marchisio le cambió el panorama en el último partido ante Uruguay, si no hubiera sido derrotado por Costa Rica quizás no estuvieran ya de vacaciones.

EL BALANCE INDIVIDUAL
En el plano individual, y aunque sus selecciones permanecen en competencia, dos jugadores han firmado, visiblemente, el rendimiento más pobre del torneo.

Sami Khedira demostró que aún no ha vuelto a coger completamente el ritmo después de su lesión de ligamentos y fue el responsable del desmoronamiento de Alemania frente a Ghana. Perdió pelotas, no se anticipó a las jugadas, dejó marcas libres y fue un pasillo de libre tránsito para los africanos.

Michael Bradley también ha dejado una huella negativa en el Mundial. Contra Portugal erró un gol cantado y entregó el balón que pudo haberle costado la eliminación a Estados Unidos en la fase de grupos. Su decisión de venir a la MLS en el pináculo de su carrera parece que ya le está pasando factura.

En un mismo barril podemos incluir a la defensa de España con Sergio Ramos y Gerard Piqué a la cabeza luego de la sucesión de horrores frente a Robben y van Persie. Casillas también tiene su gran dosis de culpabilidad, pues dos goles ante Holanda y Chile fueron provocados por sendas faltas garrafales del capitán español.
De Luis Suárez mejor ni hablar, pues no vale la pena apartarnos de los temas meramente futbolísticos.

Las notas lindas del Mundial las han interpretado el irreverente James Rodríguez, un Karim Benzema castigador e indescifrable, así como también un delantero repleto de recursos como Thomas Müller que ya acumula nueve goles en apenas un Mundial y medio.

Héctor Herrera nos ha hecho creer que se puede estar en dos lugares al mismo tiempo y Arjen Robben no para de sortear rivales cuando el balón cae en sus pies. No obstante la misión de todos ellos aún no acaba, pues sus equipos recién comienzan a sentir la presión sobre sus espaldas.

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