Alejandro Caravario 10y

Picardía holandesa

BUENOS AIRES -- Holanda es probablemente el mejor equipo del Mundial. Pero con eso no se hace nada. O no se hace todo, para decirlo con mayor precisión. Porque en cuartos, ante Costa Rica, aunque generó las condiciones para ganar holgadamente (pegó tres tiros en los postes entre sus constantes merodeos al gol), tuvo que penar ciento veinte minutos y hallar la luz de ventaja y el pase a la semifinal mediante la serie de penales.

Como el técnico de Holanda, Louis van Gaal, cree que su aporte aun en los ínfimos detalles es determinante para la suerte del equipo, no se privó de meter la mano en una instancia que parece acotada al duelo personal entre el que remata y el que intenta atajar.

Van Gaal es de esos entrenadores con perfil científico y afán protagónico. Quiero decir: aunque no lo exprese abiertamente (sí lo sugiere con bastante claridad), supone que un generoso porcentaje del mérito en los triunfos (no sé cómo evalúa las derrotas) se debe a sus disposiciones tácticas, que varían incluso en el curso del partido, y a su estudio minucioso de rivales y entorno.

No en vano sus colaboradores se la pasan escribiendo como taquígrafos durante el partido, acopiando información, imaginando variantes, engrosando un archivo que dará pie a la planificación durante la semana. Y alimentará el laboratorio que sostiene la eficacia holandesa.

Algo así, palabras más o menos, es la personalidad profesional que ha construido Van Gaal públicamente. Una mitología moderna que da cuenta de un ego en constante desarrollo y de un erudito del fútbol dispuesto a disputarles el escenario a los artistas de la pelota.

A la hora de patear (e intentar atajar) los penales, Van Gaal tomó la batuta y resolvió reemplazar al arquero titular Cillessen, que se fue con un malhumor comprensible, por un atleta para la ocasión, el robusto Tim Krul.

Aunque estaba frío y se había mantenido ajeno a los vaivenes del partido, Van Gaal lo mandó a la cancha. Todos imaginaron un legajo colmado de penales atajados (hasta los futbolistas costarricenses). Nada de eso. Había detenido sólo dos remates de veinte ejecutados.

La puesta en escena del DT de Holanda pudo parecer el toque quirúrgico de un tipo que se las sabe todas, que ha previsto hasta tal punto los avatares posibles de un juego que tiene reservado un jugador sólo para la definición por penales.

Pero creo que no fue más que picardía. ¿Qué habrán pensado los jugadores de Costa Rica al ver al arquero del Newcastle prepararse al borde de la cancha y comprobar que su adversario se había guardado un cambio por si necesitaban a Krul? Que se trataba de un monstruo invulnerable. Cualquiera habría pensado eso. Cualquiera se habría achicado.

Krul, otro pícaro y gran actor, estuvo a la altura de las circunstancias con sus gestos de provocación y desbordante confianza. Gran show.

Ganó Holanda y Krul atajó dos disparos. Podemos atribuirlo a la pericia del arquero de emergencia. Aunque todos sabemos que especializarse en penales es una aspiración desmedida. La ventaja del pateador es enorme. El arquero puede reducir esa brecha, pero lograr una técnica que equipare las chances de los contendientes es impensable. Sería como confiar en las martingalas para hacerse rico en el casino.

Ahora bien, nunca está de más correr al adversario con la vaina. Quizá la comedia del arquero experto desmoralizó a los de Costa Rica. Tiendo a pensar que no tenía otro fin el cambio de Van Gaal.

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