<
>

Las manos y el corazón

SAN PABLO (Enviado especial) -- "Hoy te convertís en héroe". La frase premonitoria no podía salir de otra boca que no fuera la de Javier Mascherano.

El capitán sin cinta se acercó a Sergio Romero antes de la definición por penales. Lo abrazó y le dio la fuerza necesaria en ese momento cumbre. Le hizo inflar el pecho. Lo llenó de confianza.

El arquero se arrojó a su izquierda y le tapó a Vlaar el primer remate de la serie. Luego eligió su derecha para adivinar la intención de Sneijder en el tercero. Maxi le puso la rúbrica al 4-2 y selló el pasaje a la final del Mundial.

Aunque sin tantas llegadas naranjas, los 120 minutos terminaron siendo un suplicio. Un parto. Se sufrió hasta último momento. Como en cada presentación del equipo de Sabella en esta Copa. Afortunadamente para Argentina, siempre llegó el desahogo final.

Lo de Mascherano no sólo fue una arenga. Volvió a dar una exhibición de esfuerzo, de amor a la camiseta. Dejó la piel en cada pelota, como cuando evitó que el tiro agónico de Robben llegara hasta el arco.

Chiquito se hizo gigante y festejó con una remera dedicada a su esposa y sus hijas. Cumplió al pie de la letra lo que le dijo Mascherano.

Todavía dura el cosquilleo. Los argentinos tardaron en irse del Arena Corinthians. El "vamos a Río la p... que lo p..." fue el hit de la noche. Entre la incredulidad y la emoción, ya llegará el momento de caer en la cuenta de que Argentina vuelve a una final después de 24 años.

"Hoy te convertís en héroe". La frase, ya antológica, marca con qué ganó Argentina. Tal vez faltó fútbol. Esta vez se ganó con el corazón de Mascherano y las manos de Romero.