<
>

De atrás para adelante

Biglia y Demichelis, dos ingresos claves en Argentina EFE

SAO PAULO (Enviado especial) -- En la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010, España se coronó campeón del mundo tras ganar 1-0 todos los partidos de la fase de eliminación directa. Argentina llegó a la final de Brasil 2014 sin recibir goles en octavos de final, cuartos y semis. Según el resultado del partido del domingo en el Maracaná, esto puede ser una simple coincidencia o un patrón al que prestarle atención de cara al futuro.

Todo cambia según la óptica con la que se lo mire, pero lo único cierto es que en un Mundial es muy importante, trascendental, cuidar el propio arco. En un fútbol tan equilibrado, en el que las actuaciones colectivas muchas veces son las que hacen la diferencia, mantener el cero pasa a ser una de las prioridades. Es cuestión de gustos aceptar esto o no, pero negarlo sería una necedad absoluta.

El primero que lo entendió fue Alejandro Sabella. Desde su llegada a la Selección, intentó solucionar un problema que llevaba años: las graves dificultades en defensa. Argentina tenía el mejor ataque del mundo, pero una estructura defensiva que no daba la talla. Se habló de "manta corta" y de intentar resaltar las virtudes. El equipo se clasificó con tranquilidad al Mundial pero las dudas no disminuyeron. Llegó el debut en Brasil y la pobre actuación generó aún más preocupaciones.

Sin embargo, cuando casi nadie lo esperaba, Sabella encontró los nombres y el funcionamiento. La primera prueba de fuego fue contra Suiza. La Albiceleste mostró orden y concentración, pero sufrió por errores individuales, sobre todo de Federico Fernández y de Fernando Gago. Uno falló por la tensión y los nervios lógicos, el otro por evidentes deficiencias físicas y anímicas. El Seleccionado tuvo una actuación sólida, sin grandes problemas y consiguió el pasaje a cuartos.

En dicha instancia y ante Bélgica, nació el finalista. Sabella tuvo la inteligencia, la lucidez y la valentía para cambiar a dos de los futbolistas que fueron titulares durante casi todo su ciclo. Fernández y Gago dejaron su lugar para que ingresaran Martín Demichelis y Lucas Biglia. Sus apariciones fueron vitales para darle una solidez inesperada a Argentina, para que el equipo pareciera inexpugnable por momentos.

Contra Bélgica, cortaron el circuito ofensivo del rival antes de la gestación. Mascherano y Biglia taparon a Fellaini y no dejaron jugar a De Bruyne. Además, Hazard fue bloqueado por Basanta, quien reemplazó al suspendido Marcos Rojo con gran solidez. Fue un trabajo colectivo, de relevos y de confianza en el compañero. Corrieron todos en beneficio del conjunto y ese fue la gran virtud y principal razón de este éxito.

Demichelis aportó tranquiliad, solidez, aplomo y además potenció el trabajo de Ezequiel Garay en la zaga central. Por su parte, Lucas Biglia fue mucho más útil que su reemplazado, ya que además del pase seguro, le dio más aire al mediocampo y fue vital para ayudar a Mascherano en la recuperación. Frente a Holanda, el futbolista de Lazio fue quien más corrió en toda la cancha: más de quince kilómetros.

Dicen que los campeones se arman de atrás para adelante y que deben ir de menor a mayor en los torneos. Hasta ahora, Argentina cumple esas dos premisas. Hoy, lo primero que hace el equipo es pararse bien en la cancha, plantar la línea de cuatro y los dos mediocampistas centrales y a partir de esa estructura, edificar el funcionamiento. Zabaleta y Rojo sólo pasan al ataque cuando atrás hay superioridad numérica y Mascherano muchas veces se mete entre los centrales. En tanto, Biglia es la rueda de auxilio de todos, un hombre vital en esta idea.

A pesar de que la gran fortaleza de esta nueva estrategia argentina es la solidaridad y el trabajo colectivo, hay una individualidad que se destaca: Javier Mascherano. No sólo por lo hecho ayer, cuando fue líder espritual y futbolístico del equipo, sino por todo el Mundial. En los seis encuentros, el 14 se destacó por precisión e inteligencia. Es, quizás, el jugador más regular de todo el campeonato. Su figura es clave para juntar líneas, para ordenar, para potenciar a sus compañeros.

Otro rendimiento que debe ser mencionado es el de Ezequiel Garay. El zaguero rosarino casi no tuvo fallas en todo el certamen. Ganó en los mano a mano, en las pelotas detenidas a favor y en contra y siempre se mostró bien ubicado. Tuvo rapidez en los cruces y nunca quedó mal parado. Es el mejor marcador central del Mundial, junto a Mats Hummels.

En definitiva, esta solidez es mérito de Sabella y también de toda la Selección, porque no sólo se debe destacar el trabajo de los siete futbolistas defensivos, sino también de Ezequiel Lavezzi, Lionel Messi, Enzo Pérez, Angel Di María, Sergio Agüero, Gonzalo Higuaín y Rodrigo Palacio. Todos ellos, cuando jugaron, fueron solidarios con el conjunto. Retrocedieron, marcaron, cuidaron las espaldas de los compañeros y siempre ayudaron.

Argentina se armó de adelante para atrás, pero hoy juega de atrás para adelante. Eso es clave para una Selección que aspira a la gloria máxima. Porque si mantiene el nivel defensivo, no hay nada imposible. Arriba está Messi.