Carlos Bianchi 10y

Una final en la que imperará la cautela

BUENOS AIRES -- La imagen de dos semifinales tan distintas, y sobre todo, de la manera en que ganaron los dos finalistas, puede ser engañosa. Sería un error imaginarse la final a partir de la manera en que Alemania demolió a Brasil por un lado, y la paridad que Argentina solamente pudo romper en los penales ante Holanda por el otro.

Será que uno tiende a evocar los hechos más cercanos en el tiempo, y por eso muchos quedan impresionados por la demostración germana, a la vez que suponiendo que Argentina no tendrá respuestas ante semejante avalancha ofensiva. Pero ese ejercicio es pura ficción, y como tal, solamente uno de muchísimos, tal vez de millones de escenarios posibles, sin mayor probabilidad de ocurrir.

Jugar el partido antes de jugarlo, como decimos en este deporte, es un error común de los futbolistas, que entonces se desgastan antes de tiempo; pero también es una equivocación en la que incurren los analistas, cuando está claro que cada choque es distinto, y que comparar a Alemania con Holanda o a Brasil con Argentina para tratar de inferir un resultado es una pérdida de tiempo.

Tiene un poco más de sentido pensar a ambos equipos no solamente en función de sus fortalezas y debilidades, sino también de qué herramientas tienen para neutralizar los planes del otro. Y avanzando en esa dirección, si se quisiera trazar alguna similitud, tiene mucho más sentido aventurar que el partido decisivo, si acaso se parece a alguna de las semifinales, tiene muchas más chances de suceder en las líneas de la segunda que de la primera.

¿Por qué? Porque los dos tienen muy claro lo que le conviene a cada uno. Y en ese sentido, salvo que el partido se abra temprano por algún imprevisto (un gol, una tarjeta, una lesión), los dos saben que arriesgar demasiado es el camino más directo a quedarse con las manos vacías.

Es cierto que Alemania tiene una enorme vocación ofensiva, y que a veces parece que sus jugadores han sido programados para buscar el camino directo al arco, con una eficiencia casi inhumana. Pero tampoco son suicidas. Saben muy bien que Argentina tiene jugadores rápidos, desequilibrantes en el mano a mano, y que cuanto más espacio tengan, más chances tendrán de ganar esas pequeñas batallas.

Argentina, por su parte, dio cátedra de cómo jugar los partidos de la fase de eliminación directa, perfeccionando su andar con el correr de los partidos. De los sofocones que pasó en primera fase e incluso ante Suiza, pasó a anular casi por completo tanto a Bélgica como a Holanda. El entrenador encontró con sus cambios un equilibrio que le había faltado en los partidos anteriores, aunque eso le haya significado menor producción ofensiva.

Como decíamos al analizar las semifinales, Argentina no deja de tener a Messi, un jugador que puede cambiar el rumbo de cualquier partido en cualquier momento. Algunos de los rivales de Argentina consiguieron anularlo más que otros, pero siempre tuvo momentos en los que fue sencillamente imparable. En esta etapa final esos momentos fueron más esporádicos, pero eso es mérito de los que estuvieron enfrente.

Alemania no será la excepción: sabe que no puede dejarle circulación libre a Messi en la zona que queda a espaldas de los mediocampistas ofensivos y de frente a la defensa. Seguramente el doble pivote que se forma entre Khedira y Schweinsteiger esté mucho más preocupado por la contención que por desprenderse en apoyo de los atacantes.

Fue llamativo ver cómo se intercambiaban los roles. A Khedira, que en general es quien más cerca juega de su línea de fondo, se lo vio soltarse y pisar el área contraria como nunca, participando en las jugadas de varios toques en el área durante la ráfaga que sentenció a Brasil, incluyendo un gol propio. Schweinsteiger, en cambio, que suele atormentar a cualquier rival con sus corridas y su vocación de llegar a posición de gol, como bien puede atestiguar Argentina versión 2010, luce mucho más contenido, cerca de su última línea.

Puede tener que ver con la manera en que llegaron a Brasil. Khedira se rompió los ligamentos hace meses y terminó su recuperación justo antes del gran evento, con lo cual se lo nota fresco, mientras que Schweinsteiger penó toda la temporada con lesiones que no le permitieron llegar en su mejor forma. De cualquier manera, que los dos puedan cumplir ambos roles es parte de la fortaleza de Alemania.

Atrás Alemania es firme pero no le sobra nada. Y sobre todo, le falta velocidad, excepto por Lahm, quien volvió a ocupar su lugar natural marcando punta. Saber que llevan las de perder en un mano a mano con Messi, Lavezzi o eventualmente Di María hará que los alemanes tomen más precauciones.

Del lado de Argentina, tendrá que trabajar tal como lo hizo en los últimos tres partidos para encontrar los espacios: con inteligencia, con paciencia, buscando los pases entre líneas. Tendrá que hacer mucho mérito para generarse sus oportunidades, un motivo más para no exponerse atrás, sabiendo que remontar una desventaja será misión complicada, con el riesgo extra de exponerse a que la rematen de contra. Una vez más, las lecciones de 2010 deberían estar más que aprendidas.

Alemania es fuerte en el juego aéreo y así anotó varios de sus goles, pero no anticipo que tenga una clara ventaja por sobre Argentina, que tiene hombres de estatura y de buen salto, tanto defensivo como ofensivo.

Da toda la sensación de que ambos tendrán a los mismos protagonistas que en la semana. Ozil parece tener una pequeña ventaja para seguir de titular por sobre Gotze, mientras que el regreso de Di María parece muy improbable, por el estado físico del de Real Madrid y porque implicaría volver a desbalancear a un equipo que luce muy sólido tal como está.

No esperen, entonces, un partido abierto ni repleto de goles como el que se vio en Belo Horizonte. Prepárense mejor para un duelo táctico de altísimo nivel como el que se pudo presenciar en Sao Paulo. Y como vengo diciendo desde que empezó la Copa: por su enorme calidad ofensiva, pero también por lo que me dice mi corazón, ojalá que gane Argentina.

Felicidades.

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