<
>

Götze dio el goce supremo

Getty Images

RÍO DE JANEIRO.-- El que a yerro mata, con yerros muere. Y Argentina hizo del perdón su propia condena. Hizo de su titubeo homicida, su apología del suicidio.

Y al minuto 113, el que llegó de la banca, el bombardero de lujo, Mario Götze, pone un bellísimo epitafio sobre la tumba albiceleste. Recibe con el pecho, solo, en el área, en la misma contorsión libera el instinto asesino: su remate es impecable, para respetar la estética completa del acto, cruzando a la izquierda de 'Chiquito' Romero.

Y Götze le da el goce supremo a Alemania.

En la igualdad de ambiciones, en la desigualdad de propuestas, y en la igualdad de gallardía, con la desigualdad de conceptos futbolísticos, Alemania se corona campeón del mundo. Bajando del cielo abierto de Brasil, la cuarta estrella del universo de los monarcas del futbol.

Juego intenso. Con crestas y valles, pero intenso, de ardorosa pelea, y de franco combate, en un magnífico Maracaná, que se resignaba con una lágrima furtiva a ceder su Templo Mayor, uno de los templos mayores del futbol, a que dos intrusos, se despedazaran entre sí, por el reinado de cuatro años, ante 74 mil 738 aficionados.

¿Lionel Messi? Tuvo tres ofrendas benditas para sublimarse como el héroe de la noche, del Mundial, de la vida ansiosa de Argentina por volver a ser campeón. Pero en las tres, claras, especialmente para un hombre de sus virtudes y genialidades, terminó demostrando que sigue en su año sabático, aún con la camiseta de su país.

Es oficial. No hay espacio para él en el recinto sagrado de Pelé y Maradona, pero como otros, como muchos, como tantos, siempre podrá arrimar oro, mirra e incienso.

LA LLAMA DEL DESPERDICIO

Sin respiro en la cancha. Sin respirar en la tribuna. Un primer tiempo en que la adrenalina argentina y la escuela alemana colisionaban ante la ansiedad y el nervio compartido.

En una Final de una Copa del Mundo, los errores son las madrastras de los fracasos. Alemania cometió el primero: entregó la pelota a Higuaín en condiciones inmejorables de gol, en el mano a mano con Neuer. Posición de homicidio. El argentino se asustó ante la gloria. Y la echó fuera.

Después tendría otra. Acertaría, pero en fuera de lugar, cuando Messi le había marcado la jugada con una templanza de misionero.

Sabido es: Alemania sobrevive a los infartos. Está hecha a prueba de colapsos nerviosos. Es más, parece que se los traga crudos para nutrirse de rabia. Tratando mejor la pelota, hurgando atajos, buscando caminos, sufría en el bosque argentino, apostado en su último tercio.

La posesión era germana. Setenta por ciento de regodeo con la pelota en la primera mitad, en claro dominio sobre Argentina, pero la doble represa albiceleste montaba garitas insalvables. La pelota brincaba en alemán por toda la cancha obligando a una persecución desesperada de los albicelestes.

La mejor opción de fusilamiento de los Panzers frustrados, la tuvo Höwedes. La estrelló en el poste, cuando era una especie de artificio de circo, acertarle al vertical, cuando la defensa había llegado tarde a custodiarlo y a 'Chiquito' Romero, se le agrandaron los ojos por el disparo a mansalva.

Pese a ejercer ese absolutismo con el balón, Alemania había entendido el mensaje. El ermitaño estaba listo para hacer de la jornada su jornada. Las tres jugadas en poder de Messi, las limpió con pulcritud a compañeros, pero el diálogo está roto entre el vértigo de uno y la dislexia de los otros.

Ese 0-0 ya era costoso. Para ambos. Porque Higuaín se fue al descanso con la amargura de la culpabilidad, y Höwedes recibía un extrañamiento de hombros por parte de Lahm, hasta entonces, llave de tuercas en su cancha y ganzúa en el portón argentino.

EL TODO POR EL TODO
Sabella elige bajo la elección de Messi. Lavezzi al banco y Agüero a la cancha. Menos sacrificio y kilometraje, pero más esperanza de gol. Y ocurre pronto. Porque Messi recibe entre un resquicio alemán.

Pero desencanta el que tuvo el encanto del gol. Leo, con el perfil perfecto, cruza demasiado a la izquierda de Neuer, pero el nuevo mapa de ataque funciona, porque además, Argentina anticipa en todos los rebotes, y Alemania sufre.

El árbitro Nicola Rizzoli había ejercido la mediocridad casi desapercibida, con errores menores. Su prueba de fuego vino de manera dantesca. Higuaín a fondo por un balón rebotón, y Neuer sale a despejar por todo lo alto, chocando con el argentino.

Rizzolli elige salvar el pellejo. Sancionar a Alemania hubiera sido sentencia de muerte: penalti y expulsión de Neuer. Se le hizo espagueti el reglamento.

Y el reloj se tragó el protagonismo. Emboscadas de Argentina. Y en respuesta, acoso alemán. Pero, los asesinos en serie que acribillaron a Brasil, perdían la seriedad esta vez en el área, y hasta hubo tiempo para la comedia, cuando un espontáneo retiró su diagonal exhibicionista en la cancha, antes de ser atrapado, sometido, maniatado y sacado como novillo sin trapío, y sin derecho a arrastre lento.

Ese 0-0 era una chocolate amargo de suspenso. Y ambos equipos debían tragarlo en tiempos extras.

PALACIO... DE NAIPES
En los latigazos educados, Argentina estrella uno en la espalda de Alemania. Palacios llega franco, con ventaja, con Neuer a medio camino. Para un egresado de potrero como él, era divertirse con la chambonada displicente para anotar. Pero yerra.

Los síntomas de agotamiento aparecen. Los riesgos de errores crecen. El ataque argentino parece entero. El fondo recorre menos. Alemania hace el gasto. El 0-0 parece más un estigma que una conclusión.

Pero al 113, se rompe el dique argentino, en el momento del descuido inesperado. Y entonces, en el ballet homicida, aparece Götze, con ese desliz de gracia de asesino ninja, como dirigido por Ang Lee: 1-0.

Y Argentina sabía que estaba muerta, porque sí, porque el que a yerros mata, como fue en esta Copa del Mundo, a yerros, por sus yerros, muere.