Martín Bater 10y

La Final a miles de kilómetros de casa

MIAMI -- Lágrimas y desazón de cientos de argentinos, euforia y alegría de un puñado de alemanes. No, esa no fue solamente la postal de las calles y los bares de Buenos Aires y de Río de Janeiro, también lo fue en el restaurante Novecento de Miami, donde más de 700 almas se juntaron para ver la Final, el final, de un Mundial y de una historia dramática.

Al finalizar el partido, los abrazos de varios no eran para festejar, eran para intentar conciliar lo que ocurrió al minuto 113, cuando Götze le clavó una estaca a los corazones que se quedaron derramados por las calles del Sur de la Florida.

La otra cara de la tarde eran los alemanes, unos 10 o 15 en total, que brindaban por el tetracampeonato y gritaban "¡Deutschland, Deutschland!" para quienes quisieran escucharlos.

"¡Me siento genial!, nosotros nos lo merecemos, fuimos el mejor equipo", dijo David Steel, un alemán proveniente de Berlín que festejó a miles de kilómetros de su hogar, el mismo hogar donde había visto a Alemania campeona por última vez a los ocho años, en 1990.

Los argentinos llevan el fútbol en la sangre, y ellos derramaban lágrimas como los jugadores. La mayoría de ellos no quería hablar tras el partido, pero aquellos que sí lo hicieron reflejaron su orgullo por una selección que llegó a la quinta Final de su historia.

Ariel Keselman, un mendocino de 40 años que estaba de vacaciones en Miami, quizás resumió los sentimientos de sus compatriotas mejor que nadie.

"Tenía muchas expectativas por lo que había demostrado el equipo, las ganas. Tengo mucha amargura por el gol, pero después estoy contento por el equipo que tenemos. ¿Vos sabés lo difícil que es llegar a la Final de un Mundial? A esto no llega cualquiera, y eso demostró que Argentina tiene huevos", dijo Keselman, quien destacó a Javier Mascherano como emblema albiceleste.

LA PREVIA DE UNA FINAL ESPERADA

Faltaba una hora y media para que comenzara el partido pero todo estaba dado para que arrancara una tarde memorable. "Como Ali", aquel viejo hit de Los Piojos, sonaba por los altoparlantes y daba la pauta de que Novocento era la casa lejos de casa para los argentinos que se congregaban y que jugaban de locales en Miami.

Por supuesto que un lugar así contaba con sus personajes peculiares, personajes como Melina Toffalo, la autoproclamada reina argentina de Miami, ciudad en la que vive desde 1999.

"Me autocoroné reina de Argentina, hay que poner un poco de onda", dijo Toffalo, quien luego abdicó a su trono tras fallar en su pronóstico de que Argentina saldría campeona del mundo.

Predicciones no faltaron. Camila Casale, proveniente de Buenos Aires, hincha de River y residente de Miami desde 2010, había vaticinado que el conjunto albiceleste prevalecería por 1-0 con gol de Messi en el segundo tiempo. Las tres ocasiones de la Pulga en el partido, sin embargo, no tuvieron destino de gol.

A medida que se acercaba la hora del pitazo inicial también se incrementaba la tensión en el lugar, así que la gente se descargaba cantando el hit infaltable "Brasil, decime que se siente", mientras los alemanes presentes miraban al revoleó de camisetas y a la euforia general con una mezcla de curiosidad y de "me parece que vine al lugar equivocado".

CORAZONES ROTOS Y ALEGRÍA TEUTONA

Alemania arrancó mejor y el gol anulado a Gonzalo Higuaín en el primer tiempo se gritó tanto como si hubiese valido hasta que todos se dieron cuenta de que no era así. Ese sería el pico máximo de alegría para un público argentino que sabía que Alemania jugaba mejor, pero tal y como un presente anónimo decía "mientras esté Messi, hay posibilidades".

El problema para Argentina fue que Messi no terminaba de asentarse ni de afinar la puntería y la gente se limitaba a aplaudir la amonestación de Howedes, Schweinsteiger o algún otro alemán. Los hinchas alemanes, por su parte, estaban tranquilos y expectantes, casi propietarios de una certeza interior sobre lo que estaba por venir.

Cuando el partido terminó 0-0 y empezó el tiempo suplementario, la tensión era palpable y motivó a un hombre exasperado a mandar la pelota inflable que todos estaban pasándose de mesa a mesa hasta el otro lado de la cerca.

Luego llegó la oportunidad desperdiciada por Palacio al minuto 98 que generó un "¡GOOOOO-uuuuh!" generalizado y el gol de Götze al minuto 113, el gol del título mundial alemán.

El silencio bajo el techo al aire libre del lugar era tal que los hinchas alemanes se hicieron escuchar como nunca, pero nadie se fue hasta que el árbitro dio por terminado el juego.

Los alemanes brindaban por su nuevo logro, repletos de alegría, mientras que los argentinos merodeaban el lugar en busca de respuestas que no encontraban. Varios enfilaron hacia la calle al no querer saber nada sobre ver el festejo del rival por televisión o en el bar.

Alemania es campeona del mundo, fue la mejor selección del Mundial, y para los argentinos presentes en el Novecento quedó una mezcla de orgullo, bronca y desazón que se resumió en la despedida de un grupo de amigos presentes en el restaurante: "Chicos, nos vemos en el 2018".

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