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Lo de Maravilla no es sorpresa

BUENOS AIRES -- No, no nos sorprendió. Lo más difícil para un boxeador es elegir el punto del adiós. Y, como suele decirse por ahí, "nada es más falso que el anuncio de que un boxeador cuelga los guantes". Sentimos, tras la noche de Nueva York, que Maravilla iba a apostar, al menos, a una pelea más.

Ya lo escribimos: aquello de que muchas veces, aun cuando no pueda, el boxeador se engaña a sí mismo, pensando que puede. Su ego, su orgullo, su negativa a verse perdedor, puede mucho más.

En este caso puntual, la pelea ante Cotto fue un largo padecimiento hasta que Pablo Sarmiento decidió el no va más. Pero una cosa es la mirada objetiva, de afuera, y otra cuando hay que tomar una decisión. Y, en este caso, la decisión la toma el boxeador. Y el boxeador ha decidido seguir, tener una oportunidad más y demostrar que la noche de Nueva York fue un accidente, un golpe fortuito recibido en el primer asalto del cual nunca se repuso.

No es correcto meterse en las decisiones de nadie y Maravilla está en su derecho a hacer de su carrera profesional lo que él crea conveniente. En muchos casos, no solamente pesa el ego, el orgullo y la necesidad de demostrarle al mundo de que todavía existe el fuego. En otros, es la necesidad económica el motor que mueve a la elección (no creemos que sea el caso del argentino, pero tampoco es nuestra función meternos en ese tema).

Habrá, pues, una nueva edición de Sergio Maravilla Martínez. Su grupo de trabajo lo apoya y todos sienten que se trató de una mala noche, y que se merece la oportunidad de demostrarlo. Ojalá sea la decisión correcta: aunque para muchos había llegado la hora del adiós –nos incluimos- Maravilla quiere una oportunidad más. Y, al enterarnos de la noticia, no nos sorprendió: como todo boxeador de raza, estará buscando su revancha, cueste lo que cueste.